ℂ𝔸ℙÍ𝕋𝕌𝕃𝕆 𝟙

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— Érase una vez, un niño llamado Joaquín Bondoni,

"I feel that hot blood in my body when it drops" cantaba en voz alta en su habitación. Nadie por ésta vez iba a impedir su danza ridícula que le encantaba hacer mientras escuchaba 'Can't Stop the Feeling!' de Justin Timberlake.

Un chico de 17 años muy feliz a pesar de que su vida no era cómo alguien la esperaba.
Alguien cómo él nunca tendría porqué merecer tanto sufrimiento.

Aunque él por otra parte, desconocía la palabra dolorosa llamada 'sufrimiento'. Para él eso era más psicológico que físico. Porque... algo cómo el corazón que nadie puede ver ni tocar, ¿cómo puede sentir dolor alguno?

"I Can't take my eyes up off it, moving phenomenaly" decía mientras movía su cabeza, imaginando un micrófono, siendo realmente la escoba con la que tenía que barrer todos los días su alcoba.

Daba miles de vueltas simulando una pareja con el objeto para limpiar el piso y vaya que le gustaba hacer eso. Realmente sonreía imaginando eso. Le ponía feliz el hecho de tan sólo pensar que alguien podría querer a un don nadie cómo él.

Bueno, quizás nunca podría responder la pregunta "¿Alguien allá afuera me querrá?" Pues, su tía no aceptaba la idea de que saliera y ese es un caso del que nunca supo la explicación. Sin embargo, no se sentía con la incertidumbre requerida, pues a él no le agradaba la idea de salir y ser solamente humillado ó pisoteado por los demás.

En toda su maltrecha vida no había salido ó al menos no recordaba cuál fué su última vez pisando el pavimento. No era algo que le preocupara.

Joaquín prefería quedarse en casa y... leer libros ó escuchar canciones, esas que con sólo iniciar te crean un manojo de sensaciones indescriptibles.

En eso la puerta fué abierta con brusquedad, dejando ver una silueta afeminada y poco agradable de presenciar: su hermanastra.

"A ver, tarado. ¿Qué carajo haces aquí? Necesito que bajes al comedor para servir el almuerzo. Mis invitados están realmente jodidos del hambre" dijo la castaña con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

Bueeeeno, eso era realmente agradable de escuchar por parte de ella en lugar de su tía, ya que pues, esa era más gruñona que ésta de enfrente.

"Está bien, María. Bajo en un minuto" habló dulcemente cómo siempre el niño con rulos castaños iluminados.
Se quita los auriculares.

"No. ¿Cómo que en un minuto? Vamos, muévete" dijo antes de agarrarlo de las mangas de la camisa grotescamente y jalarlo fuera de la habitación.

Intentaba no gemir del miedo y del dolor que le causaban ese tipo de acciones frecuentes por parte de su familia hacía él, y lo lograba. Él seguía soportando todo lo que su tía, tíos y hermanastra hacían con él y siempre hacía lo que ellos decían por miedo.

Pues bien, ¿qué podía hacer más que hacerles caso? No tenía a dónde ir para escapar de esos daños. Y, aunque esa casa dónde todos ellos vivían legalmente era de él por herencia de su madre, no se sentía con la necesidad de hacerles mal a su propia familia.

Lo jaló hasta abajo de las escaleras y desde ese punto fué hasta la cocina. Cogió los platos de vidrio, los que se veían en buen estado. Los puso en la mesa de madera de color marrón y empezó a distribuir la comida.

"¿Quién era ese estúpido, Mari?" Preguntó un chico de cabello negro usando una abreviatura en ella. Del quién cierta hermanastra de Joaquín babeaba descontroladamente.

Bajo El Mismo Cielo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora