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"Gracias, por todo chicos... De verdad, no quiero ser una molestia" dijo el niño castaño saliendo del auto. Una mueca de molestia, tristeza e incapacidad saliendo de cada poro.

Elizabeth rió. "De hecho, no es molestia, pero sí lo sería si te hubiéramos dejado allá en la plaza, Bondoni" habló de una manera graciosa y a la vez atemorizada. "Quién sabe qué nos hubiera hecho el Marcos" suspiró temblando.

"Elizabeth..." Regañó entre dientes la pelinegra, quién estaba en el asiento del conductor arrecostando su frente en el volante. "Joaquín es nuestro amigo y no tiene nada qué ver si Mailo nos arranca la cabeza si no lo cuidamos..." Dijo en un susurro.

Niko bajó del auto también y se dirigió hacía Joaquín y lo abrazó.

"Linda y cómoda tarde contigo, Joaquín..." Se despidió.

"Ay, sí... vámonos rubia demente." Le exigió al Irlandés.
Ambos subieron al auto y Leidy encendió el motor para después tirarle un beso en el aire al menor, quién sonrió al instante.

"¡Sé que en el fondo me quieres, Leima!" Gritó Joaquín poniendo sus manos alrededor de su boca para que sirvieran de bocina.

Caminó por sobre la acera hasta llegar a la puerta, tocó el timbre. Secó la orilla de sus ojos para que no quedara nada de marca de irritación ó gotas de lágrimas aún.

No abrieron.

D-Dios... Seguramente hasta se habían olvidado de su existencia y se habían dormido. ¿Y si sí? Ya estaba entrando en pánico mediante sus pensamientos.

Volvió a tocar y en el intervalo, se abrió escalofriante y misteriosamente la puerta, provocando que se escuchara el rechinar de las bisagras sin aceitar.

Puso un pié, luego otro hasta que ya se encontraba dentro de la casa. Cerró la puerta lentamente y se volteó para empezar a caminar otra vez. Todo estaba oscuro y el aire helado empezó a recorrer su cuerpo con frialdad.

Caminó torpe hacía dónde sabe Dios era, golpeándose con una mesita de roble que había cruzando la puerta de entrada, casi botando la lámpara.

Siguió caminando, hasta que frente a sus ojos se encontraban pequeñas luces en el suelo que iluminaban su camino hacía el living.

Su respiración se contrajo al caminar hasta la sala y se encontró con más velas que guiaban hasta las escaleras, dónde también habían pétalos de rosas rojas esparcidas por los escalones.

Su mente debatió con su instinto para que no subiera, pero no pudo contenerse. La curiosidad lo llenó completamente.

Subió las escaleras lentamente, observando las lucecitas llamativas en el barandal. Ya había subido hasta el pasillo que llevaba hacía las habitaciones.

Vió sus pies y observó ahora un camino de rosas hermosas del mismo color penetrante de los pétalos. Se inclinó para recogerla y cuándo se estabilizó nuevamente, sintió un par de brazos abrazarlo por detrás, rodeando su estrecha cintura.

Dejó salir un profundo jadeo y lo sintió; sintió el perfecto cuerpo de su amado juntarse con el suyo. Tal cómo dos rompecabezas.

"¿Emi...?"

"Hola..." Saludó un poco tímido e inseguro por la reacción que presenciaría por el castaño. Arrecostó su mentón en el hombro del ojimiel y respiró muy cerca de su cuello, aspirando el especial aroma que desprendía aquel niño.

"H-Hola... ¿Pero qué es todo ésto, Emi?" Dijo el niño con dificultad por sentir el cuerpo del mayor tan cerca de él.

Por alguna razón no tenía miedo.

Bajo El Mismo Cielo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora