Mein instabiles Mädchen [Continuación]

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—se mea encima—.
Recen por que salga con vida.

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Adam:

Dos años antes:

Londres — Inglaterra.

Suspiro emitiendo el humo del vaper.

Esto no era lo que tenía planeado cuando llevé a Glei a Alemania, malditamente no tenía pensado que el trabajo me movería aquí por un mes.

La pantalla de mi móvil se ilumina con su llamada y sonrío.

—Hola, nena. —hablo movilizándome por mi oficina.

—Creo que la he cagado. —ese es su saludo y espero paciente a que continúe—. La casera sea puesto a hablarme en alemán de forma muy rápida y terminé insultándola en español.

La imagen de ella, malinterpretando las palabras y luego enojándose, consigue sacarme otra sonrisa con el estúpido sentimiento de nostalgia creciendo en mi pecho.

La extraño tanto...

—La llamaré, no te preocupes, nena. —mi voz calmada consigue que ella suspire y escuche como se deja caer sobre nuestra cama—. ¿Glei, si entiendes que esto es por nosotros, cierto?

—Claro que lo sé, idiota, solo es extraño no sentirte intentando follarme en la madrugada, solo para calmar el estrés que te genera el trabajo. —el oír la forma en la que mastica chicle me dice que su ansiedad tampoco está en su mejor momento.

—Solo un par de semanas más, lo prometo. —dejo las hojas de lado y juro poder verla asentir. —Debo volver al trabajo. Ich liebe dich, no faltes a tus clases de alemán.

—Sí, papá. —me responde con humor—. Ich liebe dich, dumb.

•••

Me dirijo a un bar cercano en busca de un trago y ruido para aliviar mi bulliciosa cabeza, cuando la veo salir a trompicones mientras dice un montón de groserías tanto en español, como en inglés.

El señor no está de mi lado...

Estoy apunto de dar media vuelta, porque claramente ella no es el tipo de ruido que buscaba, cuando la escucho decir:

—Suéltame, imbécil, ¡ya te dije que tengo novia! —la veo retroceder y tropezar antes de que el sujeto la tome e intente jalarla.

Sí, no soy el caballero que buscaban...

Pero mi mente traicionera me trae el rostro resentido de mi Hasen haciendo que me regrese hacia la entrada.

La veo forcejear antes de que se agache, tomando una botella del suelo y rompiéndoselo en la cabeza, haciendo que el hombre retroceda.

El ruido alerta a la gente de adentro y pronto puedo notar el sonido de la patrulla.

—¡Perra estúpida! —el hombre se abalanza sobre ella, que le encesta un puñetazo antes de gritar de dolor.

Dios, ¿Porqué me odias tanto?

Me acerco a ella, rodeando su cuerpo con mis brazos y arrastrándola lejos del idiota y de una posible multa por generar disturbios en la vía pública, cuando su codo termina impactando en la boca de mi estómago, arrebatándome el oxígeno.

Dame una noche más [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora