Mis apetecibles muslos [Continuación]

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—chilla de emoción— hagamos esto, niñas.

Nicolas:

Despierto con ella entre mis brazos, con sus muslos gruesos sobre mi cadera, su rostro enterrado en mi pecho y sus cabellos salvajes esparcidos por la almohada, cerca a mi rostro.

Con una sonrisa aparto el mechón de cabello que se mete en su boca y veo su ceño fruncirse ante el contacto.

—Ma petit vallée — murmuro en mi idioma natal, solo para ella, que bufa y se pega más a mi cuerpo—. Es momento de despertar.

La escucho quejarse apretándome contra su cuerpo.

—Duermete, hoy nadie trabaja, Taches. —murmura antes de soltar un pequeño beso en la piel que tiene al alcance de su boca.

»Pecas.

Acaricio su mejilla, mientras permanece con los ojos cerrados y ese ceño fruncido que me indica que no puede volver a dormir como tanto desea.

Le soleil est haut dans le ciel, ma petite Vallée.

»El sol está en lo alto del cielo, mi pequeño Valle.

—Je sais, solo quiero quedarme aquí contigo un rato más.

Me deleito con su acento francés y beso su entrecejo, abrazándola con fuerza hasta que vuelve a quejarse.

—Dios santo, Nic —la veo asomar su rostro en busca de aire—, solo quédate quieto, cariño.

Sonrío ante la imagen que me otorga de su rostro, con las marcas de la almohada en su mejilla y la forma en la que me mira solo por un ojo como para asegurarse de que los puede volver a cerrar de forma rápida.

—Anoche no decías lo mismo.

El noto rojo en sus mejillas pronto se hace presente y su mano golpea mi espalda, completamente avergonzada.

—No seas indiscreto, mon amour.

La cojo por las mejillas, alzando su rostro para poder besarle los labios cuando soy bloqueado por su mano.

—Tengo aliento de ebria, no es muy agradable que digamos. —luce cada vez más avergonzada.

Ruedo los ojos apartando su mano y plantandole un beso de todas formas.

—Besé esa boca ayer cuando estabas ebria, deja de buscar excusas.

Me gruñe antes de volver a colocar su rostro en mis pectorales.

Pronto su cuerpo vuelve a relajarse como el ritmo de su respiración y sé que he perdido contra su sueño, nuevamente.

Permanezco junto a ella, disfrutando de su presencia mientras recuerdo los sucesos de la noche anterior.

©—

Observo a la mujer frente a mi, que se mira en el espejo varios minutos antes de encorvar los hombros y suspirar.

—¿Ma vallée? ¿Cuál es el problema?

Me coloco tras ella, colocando mis manos en sus hombros descubiertos, masajeandolos hasta que vuelve a colocar su columna recta.

Dame una noche más [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora