EPÍLOGO

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SEOKJIN.

Dos años después...

Balanceando la silla en sus patas traseras, mantuve un precario equilibrio en ellas y arrojé mi cabeza hacia atrás, observando con fascinación los hermosos vitrales en la parte superior del enorme edificio. Había investigado lo suficiente para saber que el lugar había sido construido por un magnate hacía más de un siglo, el hombre era un devoto de la iglesia, así que los dibujos de ángeles en los cristales no fueron una sorpresa. Aun así, cada vez que visitaba el lugar, no podía evitar mirar hacia ellos, contemplarlos.

Ambos auriculares colgaban de mis oídos, no estaban reproduciendo nada pero el estar  allí  era suficiente para que las personas no intentaran entablar una pobre charla conmigo. Los pocos tontos que lo habían intentado, habían terminado hablandole al aire cuando decidí hacer una rápida salida para evitar el diálogo. No era bueno en la socialización, no lo era ni jamás lo sería, los tartamudeos sin sentido y las ganas de devolver mi estómago me atormentarían para el resto de mi vida cada vez que intentara entablar algún tipo de comunicación verbal con un extraño.

La historia de mi vida, nada nuevo.

Las patas de la silla golpearon el suelo con un sonido hueco cuando el sonido de voces estridentes llegó a mis oídos, sorprendiéndome. Parpadeando con rapidez, miré hacia la puerta justo a tiempo para verlo entrar a través de las mismas. Llevaba unos jeans ajustados que abrazan sus fuertes muslos y una chaqueta de cuero que cubría sus anchos hombros. Su rostro estaba contraído en una expresión de fastidio mientras observaba sobre su hombro a las féminas tontas que lo seguían hablando a mil por hora sin borrar las tontas sonrisas de sus rostros.

Rodé los ojos, soltando un sonido fastidiado. Estúpidos niñitos de oro.

Mi celular sonó en mi mochila y aparté la mirada de la escena en el momento en que el chico se giraba para enfrentar a su grupito de fans. Había comprado el aparato luego de lo que había sucedido con los amigos de mi hermano y me había negado totalmente a separarme del mismo. Era el tipo de personas que aprendía de sus errores, así que no dejaría que me sucediera lo mismo por segunda vez.

Quitándome los auriculares, miré la pantalla. Un mensaje de Jeongin.

Sabia que tener dieciséis era dificil, ¿pero era necesario que me enviara un mensaje cada una hora preguntandome sobre sexo? Si, me habia ofrecido a aclarar sus dudas, si las tenía, pero no me referia a relaciones sexuales. Escribiendo una rápida respuesta, resumida y totalmente profesional, envié el mensaje y arrojé el teléfono dentro de mi mochila nuevamente.

Levantando la mirada, parpadee rapidamente al ver al tonto niñito de oro sentado frente a mi, al otro lado de la mesa.

—Hola —sonrió brillantemente—. Mi nombre es Jeon Jungkook y estoy buscando un nuevo mejor amigo, ¿te interesa el puesto?

Puse los ojos en blanco pero no pude evitar la sonrisa—. ¿Acaso tienes cinco años? Ese tipo de preguntas son utilizadas por los infantes para conseguir que les presten un juguete que les interesa.

—Definitivamente tu tienes un juguete con el que me interesa jugar —movió las cejas sugestivamente.

Le lance la goma por la cabeza—. Aquí no —sisee cuando él comenzó a reír. Mirando alrededor, fruncí el ceño—. ¿Dónde está tu club de fans?

—Finalmente logré librarme de ellas, al parecer le tienen alergia a los libros o algo así —me miró con una ceja alzada—. ¿Por qué? ¿Estás celoso?

Estreché los ojos a él pero me negué a caer en su trampa, así que decidí cambiar de tema—. ¿Hablaste con tu madre?

—Sip —sacando todas las gomas que tenía de repuesto, comenzó a apilarlas una sobre la otra—. Me dijo  que  te  informara  que  Orión  y  los  demás  están  extrañandote  y  que  Frida  Kalho  y  Mr.  Pompis  se convirtieron en orgullosos padres de dos pequeñas bolas de pelos.

Socialmente Torpe [KookJin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora