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Había transcurrido dos días desde la fuga de Zendia en el mercado de Arcion

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Había transcurrido dos días desde la fuga de Zendia en el mercado de Arcion. La noticia llegó entonces al Palacio con aires de destruirlo todo. Los testigos hicieron fila por horas en la Sala del Trono para comentar sobre el revuelo que había interrumpido la paz de su pequeña ciudad. Relataron que personas armadas persiguieron a un grupo de jóvenes por las calles, y no fue hasta que estos se perdieron de vista que los persecutores aclararon al pueblo que pertenecían a la Guardia Real. Muchos aseguraban haber grabado el evento en sus tabletas momentos antes de que una muchacha pelirroja borrara los archivos con sus poderes.

Con esa pieza de información armaron sus conclusiones: Zendia se movía con un grupo de nyotanos.

A causa del alboroto público, ya no había manera de conservar la noticia de su fuga como un asunto confidencial del Palacio. Lo sucedido llegó a los oídos de toda Agbara en cuestión de poco tiempo. Luego de dar las mínimas explicaciones, el rey declaró la captura de Zendia como un problema esencial a resolver y ofreció una recompensa abundante a cualquiera que les permitiera dar con su paradero.

A Ike le habría gustado no tener que llegar a ese punto. Todo sería más sencillo si Zendia se hubiera entregado. O ya que deseaba cosas imposibles, lo mejor habría sido que nunca los hubiera traicionado. Al menos, así no tendría que preocuparse por sus moribundos sentimientos de afecto que, más que aliviarlo, lo hacían sentir peor.

—¿Me pasas la jarra?

El príncipe se sacudió en el asiento, viéndose obligado a esparcir sus pensamientos. Alcanzó el jarrón de cerámica que descansaba en la mesilla de la sala de estar y se la tendió a su tío. Desde el sofá enfrentado al suyo, Cearbhall le dedicó una mirada de sospecha que disimuló al verter la infusión en su taza. Le ofreció la bebida a Ike, pero este lo rechazó. Aún tenía su taza llena.

—Estás distraído.

—Lo siento —Ike se restregó el rostro con las manos y se acercó la infusión a los labios. El líquido se había enfriado y sabía asqueroso. Dejó la taza sobre su plato—. Te invité a merendar y apenas hemos hablado.

—Qiang sigue enfadado contigo, ¿verdad?

—Ese es uno de tantos problemas —rio sin fuerzas—. ¿Aún no hay noticias de Zendia?

—Ninguna —Cearbhall bebió un sorbo y negó con la cabeza—. Revisamos Arcion de arriba a abajo, pero no hay señales de ella ni del grupo que la acompañaba. Tu padre está furioso con los guardias y soldados, y debo admitir que yo también. No es posible que un puñado de jóvenes se les escape de las manos con tanta facilidad.

—Supongo que están en desventaja. Ellos no tienen poderes.

El príncipe se quedó mirando atónito su taza. Una idea brillante se le vino a la cabeza. Cearbhall lo observó con las gruesas cejas juntas y el rostro ladeado.

La Señal de Zendia (Nyota #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora