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Había transcurrido largas horas de soledad en su celda

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Había transcurrido largas horas de soledad en su celda. La imagen de su padre permanecía en su mente. No estaba segura de si seguiría vivo para entonces. Al menos, esta vez, pudo despedirse.

Le costaba sentir absoluta tristeza o agobio, a pesar de estar encerrada y a horas de su posible ejecución. Por primera vez, creía con firmeza en que las cosas resultarían. Ya no se aferraba a las dudas ni al miedo a fracasar. Había descubierto que Ike estaba de su lado y sus amigos no habían muerto.

La esperanza brotaba eufórica en su interior. Con la ayuda del príncipe, lo lograrían.

Si tan solo se dignara a aparecer. El tiempo transcurría más lento de lo normal allí abajo. Estaba enloqueciéndola. No sabía si era de día o de noche. Tenía el cuerpo entumecido por dormir en el suelo y los ojos agotados de escudriñar en la oscuridad.

Reprimió la idea de que todo era un vil engaño por parte del príncipe. Confiaba en él. Debía ser paciente.

Resopló y apoyó la cabeza contra la pared. Luchó por no dejar caer sus párpados, concentrándose en la manera en que las sombras se proyectaban sobre la tierra. Al rato, captó una nueva silueta en movimiento.

—Disculpa la demora —Ike avanzó hacia los barrotes con el cabello despeinado y ojeras oscuras—. No nos queda mucho tiempo.

El joven colocó una llave en la cerradura y abrió la puerta, que emitió un ensordecedor chirrido. Zendia salió de su celda y permitió que Ike le quitara las esposas. Aceptó la tarjeta de memoria que el príncipe le extendía en su mano. Se detuvo a observarla antes de guardarla en el bolsillo de su pantalón.

—Allí está toda la información que necesitarán. La Ceremonia será dentro de dos semanas exactas, antes del atardecer. ¿Necesitas que repasemos el plan?

—No, está bien.

—Mejor, porque debes irte ahora mismo. En cualquier momento llegarán los guardias para inmunizarte. La ejecución está por empezar.

Una ola de nervios invadió su pecho mientras Ike la tomaba de la mano para arrastrarla hacia una puerta de madera podrida. Se adentraron en otro pasillo estrecho y oscuro, que el príncipe iluminó con una linterna. Zendia sentía que sus piernas actuaban de manera independiente al resto de su cuerpo al correr. El aroma a tierra húmeda y el aire sofocante la ahogaban.

El corazón le latía desbocado. Estaba escapando de una sentencia de muerte para conspirar contra el rey. En público. Frente a miles de personas. Antiguos temores la amenazaron con obligarla a dar marcha atrás, pero en lo profundo de su alma sabía que estaba haciendo lo correcto. No era momento de arrepentirse.

Ike aminoró su marcha hasta detenerse, jadeando. Se volteó hacia Zendia para entregarle una segunda linterna y lo que en la oscuridad parecía ser una llave de acceso.

—Hasta aquí puedo acompañarte. El resto del camino tendrás que hacerlo sola —Ike apoyó una mano sobre su hombro, que subía y bajaba con su respiración agitada—. Avanza por el pasillo hasta alcanzar la división. Luego dobla a la izquierda y sigue recto hasta dar con la puerta del estacionamiento. Busca el lugar C-16. ¡No lo olvides!

La Señal de Zendia (Nyota #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora