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Esto es una pésima idea

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Esto es una pésima idea. Vamos a morir. Definitivamente vamos a morir.

Un minuto atrás, Isela había abandonado la seguridad de los árboles. Vigilaban la entrada principal a través de la pared de Hesda. La muchacha sollozaba y enjuagaba sus lágrimas mientras mordía sus nudillos. Zendia la habría imitado de no ser porque estaba paralizada de pies a cabeza.

Apartó la mirada hacia Myri. Su amiga estaba sentada contra un árbol lejano, dándoles la espalda. Sostenía su cabeza con una mano mientras removía la tierra con una rama. La sensación de culpa se sumó al revoltijo de emociones que cargaba su abdomen. Zendia regresó el rostro hacia el muro.

Los escoltas aferraban sus armas al pecho, inmóviles y atentos al paisaje que tenían delante. El primero no se inmutó cuando su comunicador era extraído de su cinturón y lanzado a un lado por una fuerza invisible. El segundo tampoco reaccionó cuando su aparato y llave de acceso fueron robados. Segundos más tarde, un sonido metálico sobresaltó a ambos. Se dieron la vuelta hacia la entrada. El portón se estaba abriendo.

Contemplaron el rastro amarillo de Brais adentrarse en el campo. Los guardias, desconcertados, lo siguieron dentro del estacionamiento. Isela se materializó junto a la entrada y cerró el portón hasta oír el pitido de la cerradura. Adherida al muro por la espalda, les indicó con la mano que avanzaran.

Zendia tomó aire en un sollozo. Al aferrar el rifle entre sus manos, deseó saber cómo rezarle a Nyota.

El grupo rodeó la enredadera y echó a correr. Alzaron la vista hacia los dos balcones en las esquinas del muro. Zendia pudo ver a Brais derribando a los dos francotiradores de la izquierda. El joven cruzó la puerta y apareció en el siguiente balcón, noqueando y encerrando en él a otros dos guardias. Sin embargo, cuando Brais se marchó, uno de ellos se puso de pie y les apuntó con su rifle. Su rifle con balas.

Los disparos estallaron a sus pies, levantando cascotes de barro y césped. El guardia se detuvo a recargar. Se abalanzaron hacia la entrada para resguardarse. Neferet recogió los comunicadores del suelo y los colocó en su cinturón. Isela deslizó la tarjeta por el escáner y abrió el portón una vez más. Neferet lo sostuvo para que ingresaran entre gritos que buscaban apresurarlos.

La Señal de Zendia (Nyota #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora