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Era la quinta vez que Zendia insistía y la quinta vez que Myri la rechazaba en la semana

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Era la quinta vez que Zendia insistía y la quinta vez que Myri la rechazaba en la semana. Según ella, Neferet no se encontraba en estado para tener semejante discusión. No estaba segura de que la pelirroja supiera acaso que dos grandes amigas suyas hubiesen muerto. Le comentó que en sus sueños repetía el nombre de Samay, llamándola a cada rato. Incluso había llegado a confundirla con Myri cuando limpiaba sus heridas.

—¿Cómo pretendes que tome una decisión si ni siquiera puede levantarse sola? —le había chillado su amiga—. Estoy intentando ponerla al día de a poco, pero tomará su tiempo. Mientras, no quiero que nadie la moleste.

Frustrada, Zendia abandonó la habitación y se encaminó hacia la cocina. Era su turno de preparar el almuerzo. No se molestó porque sabía que no tardaría demasiado. Para su suerte, cortar dos bollos de pan y un trozo de carne no era una tarea complicada. Así, podría tranquilizarse y buscar la manera de asegurarse que Neferet quisiera continuar con el plan. Aunque, si era por completo honesta consigo misma, lo veía casi imposible.

Al doblar en el corredor principal, se topó con Krila, Adyl y Hesda. La joven, al igual que los demás heridos, con la evidente excepción de Neferet, se encontraba mucho mejor. Sus heridas más graves habían sanado en las últimas dos semanas. Algunas manchas oscuras y costras cubrían su rostro y brazos, pero al menos podía caminar y sonreír de vez en cuando.

Krila también lucía más entusiasta. Al fin tenía a un intermediario para hablar con el grupo. Resultó ser que Aldri había tomado un curso de lenguaje de señas al tiempo que atendía en un hospital clandestino de su ciudad. Era el único lugar donde se le permitía a un nyotano trabajar como enfermero o médico.

La niña corrió hacia Zendia dando saltitos y tiró de su jardinera para obligarla a dirigirse hacia el patio. Si Aldri hubiera estado allí, supuso que Krila estaría diciendo ¡vamos, quiero jugar!

—Ahora no, tengo que preparar el almuerzo. Voy en un rato, ¿sí?

La pequeña hizo un puchero y se cruzó de brazos, pero terminó por encoger los hombros y salir corriendo detrás de Hesda. Adyl rio y se volteó hacia Zendia.

—Te ayudo.

Ingresaron a la cocina y buscaron lo necesario para cocinar. Si es que así se le puede llamar. Adyl tomó las frutas y las lavó en un cuenco metálico con agua, mientras Zendia encendía un tronco de leña en la chimenea para tostar el pan. Agachada en el suelo, oyó al joven suspirar a sus espaldas.

—Myri apenas sale del cuarto, ¿no? —Zendia sacudió las manos y se puso de pie.

—Así es ella. Se desvive por los demás.

Evitando su mirada interrogadora, se colocó al lado contrario de la isla central. Tomó las frutas que Adyl había dejado a un costado y comenzó a cortarlas con el cuchillo. Él la imitó. Pronto notó que el joven tenía mayor agilidad en su manejo del filo. Desde que tenía memoria, Zendia jamás había utilizado un cuchillo con sus manos. Era más sencillo cocinar utilizando su mente. Pero, desde que perdió a sus padres, cada tarea doméstica le parecía inútil y aburrida, imposible de endulzar con un poco de su aura morada.

La Señal de Zendia (Nyota #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora