12/12/17

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Daban las 8 am de un día tranquilo de invierno en Nueva York, el sol estaba en el cielo tratando de dar calor a los neoyorkinos y ya había suficiente nieve por la ciudad como para hacer una gran batalla con munición infinita, John Evans estaba pegado a las sábanas de su cama, aunque la alarma sonara, segundos después este estiró su brazo para apagarla y finalmente aceptar que tenía que levantarse a trabajar. El castaño caminó al baño como de costumbre e hizo su nada complicada rutina de mañana, hasta que antes de bañarse corrió a su habitación, ya que estaba recibiendo una llamada, era su madre.

—Ma... ¿Pasó algo malo?— John decía pestañeando y buscando sus pantalones de emergencia con la mirada.

—Feliz cumpleaños, hijo, ¿o acaso lo olvidaste?— Dijo Elizabeth al otro lado de la línea con una sonrisa que a duras penas podía contener.

—Oh... Mamá... Gracias, aunque sabes desde hace tiempo no lo celebro.— John rió mientras que se pasaba la mano por la cara.

—Eso no importa, este año sí lo celebrarás... Ay mi bebé, ya estás muy grande... Eres todo un hombre de bien y estoy muy orgullosa de ti, te amo mucho.— Elizabeth besó el teléfono varias veces mientras las mejillas de John se coloreaban ligeramente.

—Jejeje, gracias de nuevo...— John se sentó en la cama.

—Tu padre también quiere hablar contigo.— Seguido de eso, Elizabeth le dio su teléfono a su esposo.

—Hola hijo, feliz cumpleaños, ya son 28...— Hubo un pequeño silencio y luego se escuchó un susurro de su padre. —¿Qué más digo?—

—No sé, que lo quieres, por ejemplo, lo básico Raymond.— Elizabeth rodó los ojos.

—Te quiero mucho hijo, nos vemos luego.— Raymond le pasó el teléfono a su esposa.

—Te esperamos en casa luego hijo, ten un maravilloso día mi amor.— Elizabeth sonrió y colgó el teléfono.

—Ahhh... Mi padre siendo mi padre.— John se levantó y retomó su rutina, al terminar revisó su cuenta bancaria. —Hoy no me haré desayuno.— Dijo el castaño con una sonrisa.

John terminó de alistar sus cosas y salió de su apartamento para emprender rumbo a su estudio, pensó en que debía dejar las cosas allí primero antes de ir a desayunar, pues no quería cargar con ese peso por todo el trayecto. A John le gustaba el invierno, principalmente por la cantidad de ropa que tenía que usar, aunque el hombre era muy friolento, era muy poco capaz de usar unas bermudas durante el verano, por lo que en invierno estaba aliviado de poder cubrirse de pies a cabeza y aun así no estar incómodo en lo absoluto. Al final John llegó al estudio y llevaba unos cuantos minutos arreglando las cosas hasta que tocaron la puerta.

—¡Ya voy!— John se sacudió las manos y luego se las pasó por el cabello antes de ir a abrir la puerta.

—¡Feliz cumpleaños amor!— Hannah, quien estaba al otro lado de la puerta, saltó a los brazos de John, tumbándolo en el suelo.

—¡Cielo! ¡Gracias!— John sonreía ampliamente mientras recibía besos de su novia.

—Jejeje, ¿qué tal? ¿Cómo te sientes?— Hannah sonrió y ayudó a levantarse para abrazarlo una vez.

—Pues... Diría que igual, pero con esta sorpresa que me diste, definitivamente quisiera cumplir años todos los días...— John sonrió y se sonrojó mirando como Hannah sacaba algo de su morral.

—Ay cielo, lo dices como si yo nunca te diera besos.— Hannah sonrió negando con la cabeza. —Ten amor, pase por aquí solo para darte tu regalo. — La castaña le entregó a John una caja algo pesada que estaba forrada con papel de regalo navideño.

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⏰ Última actualización: May 04, 2022 ⏰

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