15/9/2017

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Song: Space Oddity — David Bowie.

~×~

Se me hace un poco difícil, pero aquí vamos. Daban las seis de la tarde en Nueva York, los tumultos en Times Square podían verse sobre lo alto de los edificios y las pantallas se iluminaban con cualquier publicidad que había para ese momento, John estaba muy relajado en el pequeño estudio que tenía cerca en el lugar famoso de su ciudad, usualmente salía y doblaba la esquina para tomar un poco de inspiración, algo que se había convertido más en su rutina diaria que solo en su trabajo. Para el hombre, su trabajo era lo más importante en su vida, no tenía novia y estaba ligeramente distanciado de su familia, ¿cuándo iba a tener tanto tiempo libre? La respuesta es nunca, o al menos eso se decía a sí mismo para no sentir que era un adicto a su trabajo, en fin, el ojiazul se dedicó de lleno a pintar cuadros en su estudio hasta quien sabe que horas de la noche.

Estaba parado contemplando su última creación, era un paisaje hermoso, que había pintado solo con su memoria de las vacaciones que tuvo alguna vez, en las que visitó La Patagonia, observaba quietamente cualquier detalle que le faltaba, y se dio cuenta que para cubrir el detalle necesitaba de una pintura que no disponía, un azul turquesa o algo así. Contra su voluntad, se colocó su chaqueta y salió a buscar la pintura de mala gana. La cantidad de personas que caminaban en su dirección le pareció impresionante y estresante a la misma vez, y como si el momento no pudiera empeorar, su hermano lo estaba llamando a su teléfono celular, él hombre odiaba las llamadas, ¿la gente no solo podía enviar un mensaje?

—No escogiste el mejor momento, habla rápido.— Dijo John caminando junto a las demás personas.

—¿Qué mejor momento que este? Te llamo para notificarte que..— John no pudo seguir escuchando porque una mujer con tacones se había tropezado con él.

—Lo sien..— Antes de que John pudiera disculparse se dio cuenta de que ella ya no estaba, se había ido corriendo. —¿Qué me decías, Gabriel?—

—Serás mi padrino de bodas, te quiero mucho, adiós.— Gabriel colgó la llamada dejando a su hermano estupefacto, tanto así que se quedó paralizado entre las personas que pasaban caminando a su alrededor.

—Que se joda la pintura, me voy a casa..— Masculló John y caminó hasta la estación de bus más cercana.

El bus se tardó un poco en llegar, pero John esperó pacientemente, pensando en que carajo hacían los padrinos en las bodas, se subió al bus y se puso sus audífonos, escuchando cualquier canción que pudiera levantarle un poco el ánimo, al principio pensó en no ir a la boda, pero descartó esa idea con rapidez pensando en lo decepcionado que dejaría a su hermano y más importante aún, a su querida madre, al final llegó a la conclusión de que tenía que ir a la boda, sí o sí. Cuando el chofer del bus avisó que había llegado a Park Avenue, John tomó sus cosas y se bajó, pues ya había pagado. Sin mucho problema llegó hasta su apartamento, que era su segundo lugar feliz aparte de su estudio, era un apartamento con una gran ventana en la sala de estar, muebles color marrón frente al televisor que esta en una pared, abajo de la gran ventana había un estante con una gran cantidad de discos de acetato, que habían pertenecido a su abuelo, "música en su máximo esplendor" es lo que John decía cuando le preguntaban por eso, una gran mesa con seis puestos, a la izquierda una pequeña puerta que daba a la cocina, y justo al lado del televisor había un pasillo que daba a las habitaciones y al baño. El hombre dejó sus cosas sobre el mueble y se tiró en un pequeño sillón junto a la ventana, acto seguido buscó por internet "qué hacen los padrinos de bodas".

—Perfecto, un discurso..— Se dijo John a sí mismo con ironía al ver que en la primera página en la que se metió a investigar decía que el "máximo" honor de un padrino de bodas era dar un discurso que conmoviera a todos los invitados y por supuesto, a los novios. Si leíste el capítulo pasado, sabrás que no es algo en lo absoluto en que John sea bueno.

Siguió investigando cosas que le parecieron extremadamente aburridas igual que a cualquiera sin interés en algo y luego apagó el teléfono, sintió que lo necesitaba, se quedó unos minutos mirando al techo, contemplando a la nada por así decirlo, recordando cuando en su vida soplaban mejores vientos, es decir, lo que en todas historias se conocía como los viejos tiempos, cosas que te relataré luego. El ojiazul decidió que no hacía mucho ahí sentado añorando tiempos y personas que tristemente no volverían, se puso de mejor humor cuando descubrió que tenía algo de hambre e inmediatamente fue a la cocina a prepararse una pasta. Luego de haberla preparado y haberla cenado trató de recoger un poco su apartamento, que estaba realmente desordenado, tomó su bolso y lo llevó hasta su habitación, recogió las pinturas y las colocó en su pequeño cuarto de pintura. Cuando porfin recogió todo, se adentró en el pasillo para ir hasta su habitación, pero en el trayecto se detuvo para observar algo, una puerta cerrada de madera blanca que daba a una habitación justo al lado de la suya, John la observó con pesadez y melancolía, pero el teléfono local interrumpió todo pensamiento del ojiazul, su madre lo estaba llamando.

—Hola, mamá..— Susuró John con un hilo de voz y un nudo en la garganta.

—Querido mío.— Saludó su madre. —¿Cómo estuvo el día hoy en el trabajo?— El tono de voz de su madre era ciertamente más meloso que de costumbre.

—Bueno, como el resto de días en realidad.— John soltó un pequeña risa porque con solo oir la voz de su mamá se había olvidado por un momento de la puerta blanca.

—Eso es bueno, me supongo.. Sabes que iré a la oficina de tu padre el martes.. Y me preguntaba si..— La madre de John hizo una pausa para que él adivinara lo que ella le pedía.

—Quieres que vaya a visitarlos a ambos.. Lo entiendo mamá, allí estaré..— A John no le agradó demasiado la petición, pero de todos modos aceptó.

—Gracias, hijo.. Tu padre y yo te veremos ahí, te amamos.— Su madre habló animada.

—Yo también los quiero, hablamos después..— John colgó sin esperar respuesta de su madre.

Los segundos posteriores a la llamada John se sintió confundido por lo raros que se estaban comportando los miembros de su familia, cada uno de ellos sabían que John aborrecía las llamadas casi tanto como al orégano, y casi nunca no llamaban, solo para situaciones realmente importantes, pensó que la de su hermano podría estar solo un poquito justificada, pero no la de su madre —es la boda— se dijo a sí mismo. Luego de desconectar el teléfono local con algo de rabia John fue a dormirse, volvió a caminar a su habitación esta vez teniendo cuidado de no mirar a la puerta blanca de nuevo. Se tiró en su gran cama matrimonial justamente del lado izquierdo y miró al vacío lado derecho antes de sumirse en un sueño profundo, casi tan profundo como el vacío en el pecho que sentía John al mirar esa puerta de madera blanca. Aquella noche se sintió particularmente más fría para John Evans, porque aunque su sábana lo tapaba casi hasta la cabeza, el frío que sentía en su pecho no se desvanecía.

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