Capitulo 29: Esperanza

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Dolor.

Sentía tanto dolor por todo su cuerpo, el ardor y la pesadez que sentía incluso en su pecho era tan intensa como si no hubiera pasado nada desde que aquellas marcas comenzaron a mostrarse sobre su piel.

Mentiría si dijera que no se había sentido así antes, porque no sería así.

La verdad era que esta no era la única vez en la que había sido víctima de esos abusos, pero esta vez sería diferente, tenía que serlo.

La sensación de náuseas invadió su cuerpo, por más que quisiese ignorar aquel malestar no pudo evitarlo, por lo que con sus pocas fuerzas inclino su cabeza sobre el suelo para expulsarlo. Se detuvo por un instante al escuchar los golpes en la puerta.

— ¡Policía, abra la puerta! — Exclamó alguien del otro lado.

Los golpes seguían y seguían cada vez con más insistencia, quería gritar para ser escuchada, pero el tan sólo hablar le era simplemente imposible.

— Vamos a entrar.

Ahora los golpes pasaron de ser simples llamados a estruendos. Parecía que más de una persona pateaba a la misma vez aquella puerta de madera, hasta que finalmente esta cedió dando un fuerte estruendo contra la pared, mostrando ahora a los responsables.

Eran vários hombres uniformados.

Su respiración se aceleró, no en consecuencia del dolor sino de la alegría.

— ¡Fridda! — Grito un hombre.

Esa voz la conocía.

— ¿Urie...? — Dijo entre susurros, dando su mayor esfuerzo por hablar.

Era la primera vez que lo veía después de tantos años. Aunque las arrugas en su rostro a causa de los años se hicieron notar, lo reconocería donde fuera.

Urie paso de los oficiales, quienes marcaban al servicio de urgencias, para acercarse a la mujer tirada en el suelo ignorando la sangre que expulsaban sus heridas y el rastro de vómito que estaba sobre su rostro.

— No tienes que hablar, hija, todo está bien, la ambulancia viene en camino. — Decía él, en forma de consuelo.

— ... ¿Y mis hermanos?...

— Ellos están bien. Antes de venir me encargué de llevarlos a un lugar seguro, deje a uno de mis hombres de confianza con ellos, ahora puedes descansar, todo está bien, niña.

Aquellas palabras de consuelo hicieron que el dolor fuera simplemente nada, sentiría ese dolor mil veces más si se trataba de protegerlos.

Sus ojos le pedían a gritos descansar, se sentía tan pesados. Pero no podía ceder al sueño ahora, no sin antes avisar lo que ocurría.

— Tío Urie. — Lo llamó.

El hombre que simplemente la veía, procedió a sacar un pañuelo de su bolsillo para limpiar el vómito que sobresalía de su boca y algunos de los rastros de sangre que tenía sobre su frente.

A estas alturas, lo único que esperaba era que ella cediera al cansancio mientras llegaba la ambulancia.

— ¿Qué ocurre? si hablas tanto te harás daño, Fridda. — Le regañó de forma suave.

— La cámara. La cámara está ahí...

Por un momento Urie había creído que su sobrina estaba delirando a causa de los golpes, pero al ella levantar su dedo índice con su poca fuerza y señalar debajo de la mesa, la duda lo invadió.

No tuvo que siquiera alejarse de la joven cuando uno de los tantos oficiales que custodiaba el departamento se acercó al lugar para confirmar lo que decía Fridda, era una cámara.

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