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Narra Pablo.

Los nervios me invadían, no quería cruzar por esa puerta, me sentía patético, ¿Por qué tuve que ser el nuevo?.

—Bien joven Torres, esta será su nueva aula, después podrá investigar el resto de las instalaciones— Su mano sobre mi hombro me decía que pasara, pero no podía hacerlo, estaba estático. —Vamos, no perdamos el tiempo, verá que lograra hacer buenos amigos— Llamó a la puerta y del otro lado de ella un hombre mayor abrió.

—Buenos días señor director, ¿En qué puedo ayudarle?— Su voz estaba cansada, se notaba que llevaba años impartiendo clases.

—Profesor Ramírez, hay un nuevo estudiante— Giró a verme, junto con el otro profesor. —Se añade a nuestro plantel, espero logre añadirlo de una grata manera— El viejo hombre asintió y me indico pasar.

—Muy bien jóvenes, el día de hoy un nuevo estudiante será parte de nuestro grupo— Todos estaban mirándome, hacían que me sintiera pequeño, mi estómago me daba vueltas, mis manos temblaban. —¿Por qué no nos dices algo de ti?—

—Claro, soy Pablo Torres, tengo dieciséis años y soy nuevo— La pausa entre cada dato, hacía que esto fuera incluso peor.

—Claro, eso es evidente— Ya lo sabía, era obvio que soy el nuevo. —Toma asiento detrás de nuestro compañero Dylan— Si no fuera porque era el único lugar vacío, no sabría quién era Dylan.

Aunque era imposible no saberlo, no solo por las circunstancias, sino que también era alguien que es difícil de ignorar, más bien, de no ver. Su cabello negro semi arreglado, su piel blanca quemada por el sol, dejando severas pecas sobre sus mejillas, pero lo que más llama la atención es el color de sus ojos, un verde opaco, tan profundo que parece la puerta a otro lugar.

Caminaba sin fijarme demasiado en el suelo, solo quería llegar a mi asiento, que no me di cuenta de lo que él estaba haciendo, su pie interrumpió el mío, dejándome caer sobre mis manos al suelo.

Sentí como mis mejillas ahora estaban de un rojo intenso, mis pasos dudosos, que cuando me dijo algo, no entendí más que balbuceos, y murmullos detrás mía. No pensé que fuera un niño problema, tal vez me equivoque.

Las clases habían concluido, nadie se había acercado a mi, y tampoco es que yo lo hubiera hecho, simplemente, era incomodo. El camino a casa era mejor, al menos, no estaba lejos de la escuela, así que podía ir caminando.

—¿Eres tu cariño?— Mi madre estaba en casa, lo cual era extraño, debería estar trabajando.

—No, soy un ladrón con llaves— Escuche como se reía de mi tonto chiste y fui hacia ella. —¿Qué haces aquí?— Estaba en la cocina, claramente cocinando.

—Cocino, ¿Qué no es obvio?— Sirvió un plato de sopa sobre la mesa y me indico que me sentara. —¿Ya te lavaste las manos?— Me levanté de mi asiento y fui directo al fregadero.

—Me refería a por qué no estás en el trabajo— Volví a sentarme, esta vez, ella lo hizo conmigo.

—Y dejar que comas cualquier porquería cada vez que no estoy, nunca— Acarició mi rostro, mientras que yo comía de su sopa. —¿Cómo estuvo tu día?— Se levantó para seguir supervisando lo que estaba sobre el fuego, mientras esperaba mi respuesta.

—Bien, soy el nuevo, me costará adaptarme, más por el tipo de escuela que es—

—Lo sé, cuesta el triple de lo que gano— Volvió a sentarse. —Aunque no importa, lo mejor para ti siempre— Beso mi frente y de nuevo se levantó. —Debo irme, volveré tarde, no olvides cenar, te amo— Tomó sus cosas y salió de casa.

—También te amo— Lave todos los trastes sucios y después de divagar por internet, comencé a hacer tarea.

Las horas seguían pasando, estaba por dormir, a pesar de no poder hacerlo y es que se, que aunque no estoy en ese casa, el recuerdo sigue inundando mi mente, pero debía ser fuerte, no podía volver a caer.

Sentía como si las marcas regresaran en todo mi cuerpo, comenzaba a mirarlas incluso, hacían que me sintiera débil e incómodo. Así que baje, y me acosté sobre un sillón, esperando a que mi madre llegara, encendí el televisor, a pesar de no verlo, dure así veinte minutos, intentando enfocar mi mente en lo que sea que estuviera pasando, pero no podía, el sonido ni siquiera entraba por mis oídos. No al menos hasta que el sonido de un mensaje me distrajo por completo.

"Dylan Fuentes te ha enviado un mensaje".

¿Debía abrirlo?, ¿Cómo sé que no es una burla?. Decidí ignorarlo, solo borre la notificación de la pantalla, preste atención al televisor, hasta quedarme dormido.

Besos En Mis Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora