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Narra Pablo.

"Soy tu amigo", No podía dejar de escuchar su voz una y otra vez dentro de mi cabeza, ¿De verdad me merezco una persona como él en mi vida?.

—¿Está todo bien?— Mi madre se acercó a mi estancia en la cocina.

—Si, es solo que, hable con Dylan, vino a buscarme— Al terminar de decir eso, se acercó mi con una sonrisa picara.

—¿Y eso?— Su comportamiento me hacía sentir nervioso, se refería a que tal vez yo pudiera interesarle a Dylan, pero no creo que eso sea posible.

—No lo se, descubrió que voy a terapia, pero solo me brindó su apoyo, e incluso se auto nombro mi amigo— Me abrazó con euforia y emoción.

—Estoy tan feliz de que te este yendo bien— Me dio un corto beso en la frente y salió de la casa, en dirección a su empleo, de nuevo.

Pasaron casi diez minutos, hasta que alguien llamó a la puerta principal, pensé que sería mi madre, que podría haber olvidado algo, pero al abrir la puerta y verlo del otro lado, dudando, me hizo creer que tal vez, si le importo, a ese chico.

—¿Está todo bien, Dylan?— Estaba tan mojado que parecía que se estaba derritiendo.

—Intente ir a mi casa, pero comenzó a llover, y quedé varado a unas calles, ¿Puedo cubrirme en tu casa?— Su cabello chorreaba, al igual que toda su ropa y el por completo en realidad.

Lo dejé pasar, aunque lo detuve en la entrada.

—Solo dame un minuto— Subí rápidamente a mi habitación, tome un poco de ropa que pensé podría quedarle, pase al baño, tome una toalla y baje de nuevo con el. El por otro lado, se quedó donde le pedí que lo hiciera. —Espero pueda ayudarte, eres mucho más alto y corpulento que yo, así que tal vez pueda quedarse un poco justo— Le extendí las cosas y él siguió permaneciendo estático.

—¿Me cambio aquí?— Me miró sonrojado, mientras ahora yo estaba de pie frente a él.

—No, por supuesto que no— Me reí e intente ocultar que mi rostro estaba rojo, dándome la vuelta. —El baño es la puerta de ahí— Señalé la puerta al lado de las escaleras y la única en el primer piso en realidad, excluyendo la principal.

Él siguió mis indicaciones y con unos aparentemente pasos largos, entró al baño, no demoró mucho en salir, mientras que yo limpiaba la poca agua que había dejado sobre el suelo.

—¿Dónde puedo dejar mi ropa mojada?— Su voz era insegura, nerviosa y suponía el saber el motivo, aunque no podía negar que me parecía gracioso que estuviera tan nervioso.

—Puedo ponerla a secar, si gustas— Le extendí los brazos y él me entregó su ropa mojada, volví a subir, ahora con dirección al cuarto de lavado, donde deje su ropa secando, dentro de la secadora. Al bajar lo vi, de nuevo de pie donde lo había dejado, tiritando, al parecer de frío. —Lo siento, no te di nada abrigador, debes tener frío— Volví a subir, aunque ahora por una cobija para el.

Al bajar, la coloque en sus hombros, a pesar de no sentirme tan seguro al estar tan cerca de él.

—Gracias— Murmuró, estaba tan cerca de él que sentía como no podía controlar mi propia respiración, o incluso el movimiento de mis manos. —¿Está todo bien?, ¿También tienes frío?— Tomó mis manos y las dejó sobre sus hombros, sin soltarlas.

—Tal vez tengo un poco— Me aleje de él, casi de inmediato. —¿Quieres café o té?— De la nada, deje de ver nada más que no fueran sus ojos, me sentí abducidos por ellos.

—¿Tienes leche?, preferiría algo de leche caliente, si es que es posible— Su voz se escuchaba con normalidad, aunque sus labios se movieran de una manera lenta.

Besos En Mis Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora