Narra Pablo.

—¿Pablo?— No iba a detenerme, al menos hasta que me habló. —Hoy fuiste más novedad que incluso ayer— Me senté junto a él, sobre la única banca, frente al colegio.

—¿Por qué?— Sus ojos chorreaban lágrimas, aunque eran escasas. —¿Te encuentras bien?— Le pregunté incluso antes de que pudiera responder mi anterior pregunta.

—No tienes de qué preocuparte— Me puso la mano en el hombro e iba a irse, pero algo me hizo detenerlo. —¿No quieres cubrirte de la lluvia?— Ahí fue donde volví a caer en cuenta, que seguía lloviendo.

—Tienes razón, lo olvide por un momento— Me levanté igual que él, y después de una corta caminata, llegamos a la puerta de una cafetería cercana.

—¿Quieres entrar?— Me señaló el establecimiento y dudé en hacerlo, ya que no tenía dinero encima.

—No, así estoy bien, creo— Él me miró y con su mano en mi muñeca me hizo entrar. —Bueno, gracias— Me sentía nervioso, aunque no incomodo, solo tenía intriga por su malestar.

—¿Te gusta el chocolate, la vainilla o la fresa?— No entendí su pregunta, no al menos que después de haberle respondido, por vainilla, él se levantó y fue directo a la barra, para pedir algo en esta. Regreso con dos malteadas, y colocó una de Vainilla frente a mi.

—Gracias, después te lo pagaré, lo juro— La tome con delicadeza en mis movimientos y la acerque un poco a mi. —¿A los niños ricos les gusta la malteada de fresa o solo es una coincidencia?— Comencé a sorber, mientras conversábamos.

—¿De qué hablas?, ¿No te gusta?, ¿No eres un niño rico como "nosotros"?— Eran muchas preguntas y no sabía si responderle o no.

—Una chica me vertió una esta mañana en el primer almuerzo— Lo mencioné con toda normalidad, como si fuera lo más común y cotidiano.

—¿Aimé?— Mencionó el probable nombre de la chica, aunque no sabía si era ella o no.

—No lo sé, una chica—

—¿Por eso huiste con Oliver a mitad del día?— No supe qué decir.

——Si bueno, me ofreció su ayuda—

—Ya tienes amigos al menos— No sabía si era una burla o simplemente, esa era su manera de relacionarse con la gente.

—¿Hay algún problema con ello?— Ya me habían humillado el día de hoy, no iba a tolerar otra humillación.

—No es solo, que no tiene una buena fama— Tomó un largo sorbo, esperando una respuesta, pero no le di ninguna. —En fin, ¿Venías de su casa?— ¿Por qué seguía preguntando por él?.

—¿Por qué estabas llorando cuando te encontré?— Cambie drásticamente el tema, esperando no volverlo más incómodo de lo que ya era.

—Termine una relación— Parecía que le dolía, aunque lo controló bastante bien.

—¿Tú terminaste o la otra persona lo hizo?— Comencé a cuestionarlo, de la misma manera en que él lo había hecho.

—¿Eso importa?— Se mostró indiferente al tema, así que deje de hablar. —Lo siento, ella fue quien me terminó, encontró a otra persona— Bajo la mirada, mientras que seguía bebiendo de su malteada.

—Ella se lo pierde— No lo pensé mucho, pero sentía que elogiar era correcto.

—Gracias, Oliver no te merece— No entendí su comentario.

—¿A qué te refieres?— Volvimos al tema de Oliver, y aunque no quería escucharlo, seguía teniendo curiosidad.

—Oliver, tiene una racha de "abandono", se supone que sus padres lo abandonaron, aunque ese solo es un rumor, ya que nadie a podido confirmarlo, lo que sí es verídico, es que "ilusiona" a los nuevos o los "pequeños", porque en su mayoría son vírgenes, se acuesta con ellos, sin importar si son hombre o mujeres, tiene relaciones con ellos y después desaparece, pierde contacto con ellos, lo hizo conmigo, pero eso es solo un secreto—

—No se que decir, a mi solo me ayudo, no me intentó seducir, ni nada, solo conversamos— La lluvia se detuvo, ya eran casi las once de la noche, debía volver a casa con urgencia.

—¿Puedo acompañarte?— Se levantó de la mesa y me invitó a salir del lugar.

—¿Quieres descubrir si soy un niño rico o no?— Bromee.

—Creo saber la respuesta a esa pregunta, y sea la respuesta que sea, no me importa en lo más mínimo, solo quiero seguir con esta charla— Comenzó a caminar y lo seguí, a su lado.

Continuamos charlando, mientras me acompañaba en dirección a mi casa, la conversación pasó a ser algo un tanto banal, le conté que mi cantante favorito es Taylor Swift, el de él, era My Chemical Romance e intercambiamos gustos varios.

—Esta es mi mansión— Mi casa estaba detrás, y no era para nada una mansión, era parte de un distrito, clase media, donde todas las casas eran iguales.

—Bastante bonita en realidad, bueno, debo irme— Sacó su teléfono, y mediante una aplicación pidió un auto que pasara por él. —Bueno, me iré en siete minutos— Se sentó sobre la banqueta, e hice lo mismo.

—¿No quieres esperarlo dentro?, hace frío aquí fuera— En un solo momento, se quitó su saco y lo colocó sobre mis hombros. —Gracias, pero está igual de mojado que el mío— Se rió y me reí junto a él.——Aun así, ayuda— Su hombro estaba contra el mío.

—¿Qué te hizo venir aquí?— Miraba sus manos, jugaba con sus uñas, mientras estratégicamente miraba su reloj.

—Es complicado, y duele hablar de ello, aún no estoy listo para decirlo— Mire el cielo, estaba tan estrellado, que no pude dejar de mirarlo, ignorando por completo, su mirada sobre mi perfil.

—Sea lo que te haya pasado, la persona que te lo hizo, no vale la pena— Y fue cuando volví a pensar en él, sintiendo de nuevo el vacío, en mi interior. —Llegó mi taxi— Me levanté, junto a él y cuando iba a despedirme, puso sus manos sobre mis hombros. Mis mejillas comenzaron a colorearse, no sabía lo que haría, no al menos, hasta que quito su saco de mis hombros. —Hace algo de frío, lo siento— Me siento estúpido, acaba de terminar con su novia, ¿Por qué imaginé que me besaría?.

—Entonces llévate el mío, está igual de mojado, pero te ayudara— Me lo quite y al ponerlo sobre sus hombros, el coloco su mano sobre la mía, no había ruido, ni espacio o tiempo, solo éramos él y yo por un momento.

Subió al auto y lentamente mire cómo desaparecía en la avenida.

—Tienes mucho que contarme, aunque por el momento estoy feliz de que ya hayas hecho amigos— Mi madre estaba de pie frente a la puerta y en un fugaz momento me abrazó con tanta fuerza, que sentí como el alma se me salía.

—Estoy bien, no tienes de qué preocuparte—

Besos En Mis Cicatrices.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora