𝟏𝟏 | 𝑪𝒂𝒓𝒕𝒂

811 86 113
                                    

Minho, las cosas están algo difíciles al momento en el que escribo esta carta, por lo que me viene de maravilla que estemos en este punto de la historia. Recordar algo como lo que sucede en esta ocasión, es justo lo que necesito.

Después de que mi horario de trabajo acabó, me fuiste a buscar a la tienda para ir a pasar la tarde a tu casa. Habíamos estado comiendo algunas botanas mientras escuchábamos el último disco de los que me dio Bin, pero ahora que ya había finalizado, solo continuamos charlando de cualquier cosa, disfrutando la compañía del otro. 

Las Ruffles son mil veces mejor —dije.

Cómo es verdad que quién no conoce a Dios, a cualquier santo le reza —rebatiste, poniendo los ojos en blanco—. Los Doritos le ganan a esas simples papas.

Pero como ya se había vuelto costumbre, otra vez estábamos debatiendo. Esta vez el tema sobre la mesa era si los Doritos eran mejores que las Ruffles. Sin embargo, el ambiente en esta ocasión era relajado y divertido. Nada que ver con nuestra primera discusión. 

—Comienza a preocuparme tus papilas gustativas, Jaelin, deberías ir al doctor —sugeriste, arqueando una ceja. 

Estábamos sentados en el suelo de tu sala, otra mala costumbre que teníamos al estar ahí juntos.

—No, deberías hacerlo tú pero con un psiquiatra —respondí y con tu mismo gesto. 

Eso ni siquiera tiene algo que ver con las papilas gustativas. —Dejaste caer tus párpados en obviedad. 

Aunque tu expresión denotaba fastidio, tu tono se mantenía tranquilo y hasta burlón por instantes, evidenciando que más que molesto estabas en modo juguetón, al igual que yo.

—Claro que sí —aseguré, firme—. Debe haber algún trauma alimenticio que te hace tener tan mal sentido del gusto. 

Más de una vez nos dijeron que éramos muy parecidos en personalidad, y que por eso nos entendíamos tan bien. Sin embargo, yo creo que más que nuestras personalidades en sí, teníamos un sentido del humor muy parecido, pues llegábamos a complementar las bromas y burlas del otro, y estas no solían pesar entre nosotros.

En todo caso, el trauma lo tienes tú al creer que esas simples papitas son mejores que los Doritos. —Tomaste un dorito y me lo acercaste—. Solo mira esta preciosura, su color anaranjadito.

Quita esa cosa de mi vista —demandé en un mohín de asco, apartando el rostro. 

Su textura crujiente y cómo deja su exquisito rastro en los dedos. —Te sentaste sobre tus rodillas e inclinándote más hacia mí, me seguiste mostrando el dorito

¡Ya, Minho! —No pude contener más las ganas de reír, mientras te apartaba gentilmente al poner una mano en tu pecho—. Te detesto.

En realidad, no lo haces —aseguraste y te sentaste de vuelta a mi lado. 

¿Cómo estás tan seguro de eso? —inquirí, ladeando la cabeza en tu dirección. 

Porque me miras igual a como yo te miro. 

En tu rostro se plasmó una sonrisa ladina que, la verdad, triunfó en ponerme nerviosa, al igual que esa afirmación. 

Y cómo es eso —bisbiseé.

Tenía toda mi atención puesta en lo que dirías a continuación. En mi mente resonaba con fuerza una palabra en específico. 

Waiting For Us » Lee Know ; SKZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora