Effetto pigmalione | Eren Jaeger

Capítulo 7 | ¿Salvador?

Pasados cuarenta minutos, Eren se encontraba tocando la puerta principal.

Antes de abrir me miré una última vez en el espejo, no quería verme tan mal para él.

–¡Hola!– lo recibí con un beso en la mejilla.

–Traje unas cuantas golosinas y bebidas– comentó con una tierna sonrisa alzando una bolsa de supermercado.

–Que tierno, muchas gracias– agradecí tomando las cosas.

Al abrirla pude notar que muchas de mis cosas favoritas estaban dentro, dulces, botana, era perfecto para mi mal humor.

–¿Cómo supiste que me gustaba todo esto?– pregunté tan curiosa como a la vez emocionada por lo que mis ojos veían.

–Y entonces... ¿Para qué me llamaste?– contestó evadiendo mi pregunta.

–Mmm– pensé en contarle lo que había pasado exactamente con Erwin pero no sabía qué tan prudente era ventilar que él tendría un hijo.

En ese instante mi celular comenzó a sonar, un número desconocido apareció en mi pantalla a lo cual yo hice una cara extraña.

–¿Qué pasa?– me preguntó Eren.

–Nada– respondí colgando la llamada, seguramente era algún negocio queriendo ofrecer algo –Vayamos a mi habitación

–A tu ha- habitación – tartamudeó nervioso.

–Oh Dios, no– dije rápido cuando me percaté a lo que se refería –Es que mi televisión está ahí

Sin decir nada tomé la mano del ojiverde y lo guíe hasta mi cuarto, mientras pensaba en qué podía platicarle o qué excusa le daría para querer tenerlo ahí conmigo.

Una vez en mi habitación nos sentamos al borde de la cama y en medio de los dos colocamos las golosinas.

–¿Ya me dirás por qué me llamaste?– habló rompiendo el silencio.

–Quería pasar un momento agradable contigo

–Mmm, está bien– habló entre cerrando los ojos – No me contaste sobre tu primer día

–Prefiero hablar de otra cosa– dije intentando evadir el tema.

–¿Tan malo fue?

–No pero, soy un asco

–Enséñame lo que hiciste– me pidió tierno.

–Promete que no te vas a reír– le supliqué apenada.

–No puede ser tan malo– respondió despreocupado.

De uno de los cajones de mi mesa de noche saqué una pequeña figura de arcilla y la puse en la palma de la mano de Eren.

–Está muy lindo tu changuito – comentó con una voz suave.

–Se supone que soy yo– contesté avergonzada.

–Ah

Ambos nos miramos, Eren estaba tan rojo, no podía contener la risa.

–Ya puedes reírte– dije resignada

–No, no– contestó dando un gran respiro para ahogar su risa –En realidad está muy bien para ser tu primera vez

–No me quieras hacer sentir mejor

–Mira, préstame tu mano y acércate– me hizo señas –primero debes conocer bien la estructura del rostro

Eren llevó una de mis manos a su cara.