Tenko Shimura parte 1

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Porque hacer historias nuevas teniendo 100 pendientes es mi pasión...

Había estado a punto de comprar unos pastelitos en la esquina de mi casa. Pero tal cual mi madre antes que yo, pensé que el azúcar en exceso no les hace bien a los niños.

¿Cómo llegué a este punto, de tener un montón de críos esperándome en casa?

◇◇◇

Estaba recién logrando sentirme verdaderamente independiente, años después de que me echaron de casa. Soy lenta para estas cosas.

En mi adolescencia para mis padres no fui más que una molestia, un parasito al que ninguna escuela soportaba. Así que cuando llego la hora de que escogiera universidad, me dieron tres oportunidades, y fallé en las tres. Me quedaba dormida en clases, me burlaba de mis padres y maestros, no respetaba reglas y llegaba a la hora que se me antojaba. Cuando algo no me gustaba y me metía en peleas, mi quirk me daba una ventaja enorme al crear sobre mí un escudo de fuerza ajustado a mi piel. Eso me protegía mientras yo podía golpear a mis rivales sin sufrir daño alguno.

Ya hartos de mí, mis padres me tenían la maleta en la puerta un día. En ese momento me pareció lo mejor del mundo, pues podría hacer lo que quisiera. Pero el agua fría de la adultez cayó sobre mí como una cascada. No tenía mucho dinero, el trabajo escaseaba y ni en sueños podría volver a la universidad. Las peleas por cualquier tontería ya no eran una opción, pues nadie pagaría mi fianza.

Así que me dejé crecer el cabello como símbolo de mi metamorfosis, y a llevar una vida más ordenada. También comencé a portarme mejor con los demás, de otra forma no obtenía favores.

Cuatro años después de que mi vida se complicara, por fin, tenía el dinero suficiente para regresar a terminar mi abandonada carrera. Era feliz de nuevo. Luego quería comprarme un auto y finalmente una casa, aunque eso mucho más a futuro. Quería por fin demostrarle a mis padres que podía con todo.

Para celebrar quise ir a comprar algo de comida chatarra a un restaurante de comida grasosa. Estaba harta de la dieta que había seguido estos últimos meses por culpa de mi doctor. Ser responsable con mi salud apestaba.

Había un bonito cielo, así que me puse a comer en la terraza. Había bastante gente en la calle, pero me daba igual.

Mis papas cayeron sobre mi blusa y la mancharon. Me vi obligada entonces a apartar la mirada de mi plato y buscar con que limpiarme. Pero algo en la acera distrajo mi atención. Un niño pequeño me miraba fijamente, probablemente babeando al ver la comida que disfrutaba. No lo pude ver bien, pero parecía de la calle por lo sucio y descuidado de su apariencia.

Su pelo era claro y sus ojos rojos como la sangre. Era simplemente aterrador. Creo que atemorizó a una señora que se le acercó poco después, pues se fue corriendo como una loca. Lo que capté de su conversación fue:

—¿Estás perdido?...—y después de una incómoda mirada de un niño que causa pesadillas, dijo titubeando mientras huía sin disimular — Eh, la abuela debe ir a trabajar, de seguro un héroe te ayudará.

Rodé los ojos. No entendí por qué esa mujer se le acercó si no iba a ayudarlo al final.

El niño se estremeció y siguió caminado por la acera, no sin mirar nuevamente mi plato con una mirada hambrienta y suplicante. Su mirada gritaba por ayuda, como gritaba la mía cuando pasé hambre en la soledad hace algunos años. Pero a diferencia mía, que me despilfarré la vida, él era un niño pequeño.

¿Tendría cuatro, cinco años? No importaba. No era mi problema. El mundo está lleno de seres desgraciados a los que no puedo ayudar.  

Seguí comiendo, pero ahora el sabor de la comida había cambiado a uno desagradable. Quizás la culpa de ignorar aquello tenía ese gusto. Me acomodé el cabello y me consolé con la idea de que tal vez, un héroe lo ayudaría. Terminé convencida de ello.

Madre no hay una sola (BNHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora