Capitulo 14.

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POV JESSICA

Sabía que no podría evitar a Sara para siempre. Solo Dios sabe cuánto me gustaría, pero esta es mi complicada y desastrosa vida, y acabo de llegar del turno de noche y me la he encontrado sentada a oscuras a la mesa de mi cocina.

— ¿Dónde está Sarah? —digo prescindiendo de cualquier forma de saludo, pues estoy hecha polvo y además he perdido la capacidad de hablar con la de banalidades.

— En la cama.

Sostiene un vaso entre las manos; agua o vodka, no estoy segura.

— ¿Y tú no deberías estar también acostada?

Levanto la mirada hacia el reloj de la cocina. Las tres de la madrugada no es una hora saludable para estar bebiendo sola.

— No podía dormir.

No me lo creo del todo. Es solo la tercera vez que lo veo desde aquella tarde en que... no me gusta repetir lo que hicimos ni siquiera mentalmente; y la primera que estoy a solas con ella desde entonces, por decisión de ambas, me parece. Se frota la cara con una mano, hacia atrás y de nuevo hacia delante a lo largo de la línea de la mandíbula, un tic nervioso. 

Me sirvo un vaso de agua.

— Voy a acostarme.

Me coge de la muñeca cuando paso junto a ella.

— Por favor, Jessica. Necesito hablar contigo.

Quiero decirle que no servirá de nada, pero la expresión lúgubre de sus ojos ablanda mi determinación. Agotada, me siento a la mesa y me fijo en su rostro cansado y su camiseta arrugada.

— ¿Eso hacías...? ¿Esperar a que llegara?

No me hace el flaco favor de mentir.

— Me siento como la mayor mierda del mundo, Jess. No sé cómo superarlo.

Rodeo mi vaso con las manos. No se me ocurre de qué modo ayudarla.

¿Qué se supone que debo decirle, que el tiempo lo hace más fácil? Demasiado manido, y ni siquiera particularmente cierto. Además, ¿a qué viene ahora esto? ¿A que cree que soy la mentirosa con más experiencia y quiere que lo aconseje?

Le he dado mil vueltas en la cabeza a nuestra conversación de aquel día. Sara no se acuerda de lo de la parada del autobús. No tiene ningún recuerdo mío anterior al momento en que Sarah nos presentó. Es devastador, porque ese instante me ha definido durante meses, años, pero también es liberador, porque es como si ella hubiera rubricado que tengo que olvidarlo de una vez. Y eso es lo que trato de hacer con todas mis fuerzas.

— Fue un error terrible, Sara —susurro con la mirada clavada en mis manos—. Más culpa mía que tuya, si eso te sirve de ayuda.

— Y una mierda —dice con brusquedad, lo bastante alto para que tenga que lanzar una mirada de advertencia hacia la puerta—. No se te ocurra hacerte eso. La que ha sido infiel soy yo.

— Sarah es mi mejor amiga —digo sin rodeos—. Es como una hermana para mí. Por muy infiel que te sientas, créeme, no eres la único que se considera una auténtica bazofia. —Bebo un buen trago de agua—. Aquí no existe un orden jerárquico de culpabilidad. Ambas nos equivocamos.

Se queda callada y da un sorbo a su bebida. Por el tufo que me llega, deduzco que no es agua.

— ¿Sabes qué es lo que más odio de todo lo que pasó, Jessica?

No quiero que me lo diga, porque si es lo mismo que odio yo, solo nos sentiremos peor por reconocerlo.

— Odio no poder olvidarlo —confiesa—. Se suponía que no iba a significar nada, ¿no? —Me alegra que no levante la vista del vaso mientras habla con una voz hueca, demasiado emocional—. ¿Para ti... para ti significó algo?

Su pregunta, suave y explosiva a la vez, queda suspendida en el aire, y trago saliva con dificultad. No puedo mirarla durante un rato, porque entonces verá toda la verdad en mi cara.

Sé lo que tengo que hacer. Llevo dos años seguidos mintiendo a Sarah. Mentir a Sara debería resultarme más sencillo. Debería, pero no es así. Es tan difícil que casi no puedo soportarlo.

— Escucha —digo cuando al fin la miro de pleno a los ojos afligidos y bellos—, yo estaba disgustada y muy deprimida, y tú te mostraste amable y encantadora por el mero hecho de que tú eres así. Somos amigas, ¿no? —Guardo silencio para tragarme las lágrimas lacerantes que noto en la garganta y Sara asiente con la cabeza, cubriéndose la boca con una mano mientras hablo—. Somos muy buenas amigas, bebimos demasiado y era Navidad, así que fuimos tan estúpidas como para desdibujar la línea que separa la amistad de otra cosa. Pero nos contuvimos, y tuvimos claro que aquello era horrible, y ahora ya está hecho y no puede deshacerse. ¿Qué bien puede hacer que esto destroce también a Sarah? Tú estás arrepentida, Dios sabe que yo estoy más arrepentida que de cualquier otra cosa que haya hecho en la vida, y no volverá a ocurrir jamás. No pienso en ti en ese sentido y estoy más que segura de que tú tampoco tienes fantasías secretas conmigo. Si se lo contamos a Sarah, será solo para aliviar nuestra culpa. ¿Y crees que ese es motivo suficiente para hacerlo?

No ha parado de mover la cabeza, despacio, durante todo el tiempo que he estado hablando, con la mano aún sobre la boca como si tuviera náuseas.

— No es suficiente ni de lejos.

Asiento.

— Vete a la cama, Sara. Vete a la cama, duérmete y, cuando nos levantemos por la mañana, las dos seguiremos adelante con el resto de nuestra vida sin volver a mencionar esto. Ni a Sarah ni entre nosotras. —Cojo aire—. Ni siquiera a un pez de colores.

Aparta la mirada de mí y se pasa la mano por el pelo ya alborotado de por sí. Me he regodeado tanto en mi propia culpa que no me he detenido a pensar en cómo estaría gestionándola Sara. No muy bien, según parece, y casi me molesta que necesite que yo le enseñe a soportar el peso de su culpa.

Permanezco sentada a la mesa mucho tiempo después de que ella se fue. Me preparo un café y dejo que se me quede frío mientras miro por la ventana de la cocina oscura hacia los tejados de Delancey Street. Pienso en ellas dormidas al final del pasillo, y en mis padres en casa, y en mi hermano y en Anna, su recién estrenada esposa, acurrucados en la elegante casa nueva que se compraron después de casarse en primavera.

Dos, y dos, y dos, y dos, y yo. A lo mejor me compro un pez de colores.



AMOR A PRIMERA VISTA (Capmirez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora