Capítulo 6.

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2010

Propósitos de Año Nuevo

El año pasado, me hice dos propósitos:

1• Encontrar mi primer trabajo decente en el mundo de las revistas. Bueno, puedo decir con total seguridad que he fracasado estrepitosamente en este frente. Dos «por los pelos» y un par de artículos freelance que nunca han llegado a publicarse no pueden considerarse algo brillante ni fabuloso, ¿no? Es deprimente y aterrador al mismo tiempo que todavía siga trabajando en el hotel; soy consciente de lo fácil que resulta quedarse atascada en una rutina y renunciar a tus sueños. Pero no voy a rendirme, todavía no.

2• Encontrar a la chica de la parada del autobús. En teoría, supongo que este propósito puedo tacharlo. He aprendido por mi cuenta y riesgo que cuando te haces propósitos de Año Nuevo has de ser superconcreto… pero ¿cómo iba a saber que tenía que especificar que mi mejor amiga del mundo mundial no debía encontrar a mi alma gemela antes que yo y enamorarse también de ella? Gracias por nada, Universo. Das más asco que las pelotas de un burro.

Así que ¿mi único propósito para este año? Descubrir cómo desenamorarme.

18 de enero

Jessica

Ha pasado un mes desde que descubrí que Sarah y yo hemos sido tan torpes de enamorarnos de la misma chica y, a pesar de mi propósito, no me siento ni una pizca menos infeliz al respecto.

Era mucho más fácil cuando no sabía quién era la chica del autobús; me permitía el lujo de imaginármela, de fantasear con toparme de nuevo con ella en un bar lleno de gente o con vislumbrar la tomándose un café en una cafetería, con que su mirada se cruzara con la mía y ambas recordáramos y nos alegráramos de que los astros por fin hubieran vuelto a alinearse.

Pero ahora sé muy bien quién es. Es Sara Ramírez, y es de Sarah.

Me pasé la Navidad entera repitiéndome que todo sería más fácil una vez que la conociera mejor, que era inevitable que hubiera cosas de ella que en realidad no me gustaran, que, de alguna manera, al verla con Sarah mi mente la reconvertiría en una amiga platónica, en vez de en la chica que me ha roto el corazón en mil pedazos. Me atiborré de comida, salí por ahí con Amelia y fingí que estaba bien delante de todo el mundo.

Pero desde que volvimos a Londres las cosas han ido a peor. Porque además de mentirme a mí misma, también le estoy mintiendo a Sarah. No alcanzo a entender cómo es posible que la gente tenga aventuras; a mí, incluso este sutil engaño me tiene desquiciada. He sido mi propia abogada defensora. He sido la juez de mi propio caso, he escuchado mis propios gritos de inocencia e incomprensión, y aun así he emitido un veredicto condenatorio: mentirosa. Me he convertido en una mentirosa por omisión, y ahora todos los días miro a Sarah con mis ojos de mentirosa y le hablo con mi lengua bífida y viperina. Ni siquiera quiero reconocerlo ante mí misma, pero de vez en cuando me abraso de celos mezquinos. Es una emoción fea; si tuviera algún tipo de inclinación religiosa, estaría pasando bastante más tiempo del habitual en el confesionario. Hay momentos en los que la veo desde una perspectiva diferente, momentos en los que sé que no he hecho nada malo y me esfuerzo para seguir siendo una buena amiga a pesar de que me han arrinconado, pero esos momentos no duran mucho. Por cierto, también he descubierto que soy toda una actriz; estoy segura de que Sarah no tiene ni idea de que algo va mal, aunque lo más probable es que se deba a que en el par de ocasiones en que Sara ha venido al piso yo siempre he encontrado excusas para estar en otro sitio.

AMOR A PRIMERA VISTA (Capmirez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora