2008
21 de diciembre
Jessica
Me sorprende que las personas que utilizan el transporte público en invierno no se caigan redondas y mueran por una sobrecarga de gérmenes. En los últimos diez minutos me han tosido y estornudado encima, y si la mujer que tengo delante vuelve a sacudirse la caspa apuntando hacia mí, tal vez la bañe con los restos del café tibio que ya no puedo tomarme porque está lleno de trozos de su cuero cabelludo.
Estoy tan cansada que podría quedarme dormida aquí mismo, en el piso superior de este autobús bamboleante y lleno hasta la bandera. Gracias a Dios, por fin he cogido las vacaciones de Navidad en el trabajo, porque no creo que ni mi cerebro ni mi cuerpo fueran capaces de soportar ni un solo turno más detrás del mostrador de recepción de ese horrible hotel. Puede que del lado del cliente esté adornado con guirnaldas y luces bonitas, pero entre bambalinas es un cuchitril sin alma. Estoy prácticamente dormida, incluso estando despierta. En líneas generales, mis planes son hibernar hasta el año que viene en cuanto mañana llegue a la nostálgica familiaridad de la casa de mis padres. Salir de Londres para disfrutar de un interludio de vida sosegada en un pueblo de las Midlands en el que dormiré en mi habitación de la infancia tiene algo de relajante distorsión espaciotemporal, aunque no todos los recuerdos de mi infancia sean felices. Incluso en las familias más unidas hay tragedias, y la verdad es que la nuestra llegó pronto y dejó una huella profunda. Pero no pienso regodearme en ella, porque la Navidad debería ser una época de esperanza, de amor y de sueños, que es lo que más me interesa en este momento. Sueños solo interrumpidos por las competiciones de «a ver quién come más» en las que me enfrentaré a mi hermano, Daryl, y a su novia, Anna, y por todo el espectro de películas navideñas empalagosas. Porque ¿quién podría estar demasiado cansado para ver a un tipo desgraciado y muerto de frío sostener en mitad de la calle unos carteles con los que confiesa silenciosamente a la esposa de su mejor amigo que su corazón destrozado la amará para siempre? Aunque... ¿eso es romántico? No estoy muy segura. A ver, podría decirse que lo es, de una manera un tanto sentimentaloide, pero también significa ser el amigo más capullo del planeta.
He dejado de preocuparme por los gérmenes del autobús, porque está claro que ya he ingerido suficientes para que me maten si es que van a hacerlo, así que apoyo la frente en la ventanilla empañada y veo pasar Camden High Street diluida en un resplandor de luces navideñas y escaparates brillantes y fugaces que venden de todo, desde chupas de cuero hasta recuerdos horteras de Londres. Apenas son las cuatro de la tarde, pero en Londres ya está anocheciendo; no creo que hoy haya llegado a iluminarse del todo en ningún momento.
Mi reflejo me dice que debería quitarme del pelo el halo de espumillón que el imbécil de mi jefe me ha obligado a ponerme, porque parece que vaya a presentarme a las audiciones para el papel de arcángel Gabriel en la obra de Navidad de un colegio. Sin embargo, reconozco que me da absolutamente igual. A ninguno de los pasajeros de este autobús le importa un bledo: ni al empapado hombre del anorak que viaja a mi lado ocupando más de la mitad de su asiento mientras dormita frente al periódico de ayer, ni al grupo de colegiales que se gritan unos a otros en los asientos de atrás ni, desde luego, a la mujer casposa sentada delante mío con sus brillantes copos de nieve en las orejas. No se me escapa la ironía de que haya elegido precisamente esos pendientes; si fuera más arpía, le daría una palmadita en el hombro y le haría ver que con ellos llama la atención sobre la tormenta de nieve dermatológica que desata cada vez que mueve la cabeza. Pero no soy una arpía; o a lo mejor sí lo soy, pero en silencio y dentro de mi cabeza. Como todo el mundo, ¿no?
Madre mía, ¿cuántas paradas más va a hacer este autobús? Todavía estoy a unos tres kilómetros de mi piso y ya está más lleno que un camión de ganado en día de mercado.
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AMOR A PRIMERA VISTA (Capmirez)
FanfictionJessica no cree en el amor a primera vista. Piensa que una cosa son las películas y otra, la vida real. Sin embargo, un día de diciembre, su mirada se cruza con la de una desconocida a través de la ventanilla empañada del autobús. Surge la magia y J...