Capítulo 12

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POV SARA

«Joder. Joder. Joder». Se acuerda.


— ¿Quieres decir… en Navidad?

Estamos sentadas más cerca que antes, casi muslo con muslo, y a esta distancia distingo a la perfección los estragos que los últimos meses le han causado.

Las ojeras, los hombros en tensión, como si siempre tuviera los dientes apretados. Tiene aspecto de necesitar un baño caliente, sopa de pollo y dormir durante una semana.

—¿En el autobús? —resuella. Tiene las mejillas sonrosadas por el vino, y los ojos más animados de lo que lo han estado desde el verano—. ¿Te acuerdas?

Frunzo el ceño y dispongo mis rasgos en una expresión que espero que sugiera desconcierto. Si hay algo de lo que estoy segura es que admitir que recuerdo aquellos pocos instantes de la parada del autobús sería una cagada monumental.

Toda nuestra amistad se basa en la dinámica de mi posición como novia de su mejor amiga. Espero en silencio y Jessica va apagándose delante de mí.

El brillo vacilante de sus ojos se atenúa, y sé que desearía poder tragarse las palabras que han quedado suspendidas en el aire entre nosotras y volver a encerrarlas en su cuerpo.

Si pudiera, yo misma volvería a guardárselas dentro para no tener que herirla con una mentira.

— En vuestra fiesta —respondo con cautela.

No. Antes de eso —dice para presionarme—. Creo que te vi sentada en una parada de autobús. Meses antes. Un año antes.

«Joder, Jessica —pienso—, ¿por qué nunca eliges la salida de los cobardes? Créeme, es un camino más sencillo. Hasta que te plantan cara, claro».

Finjo completa ignorancia, mi mejor imitación de Hugh Grant perplejo.

— Creo que el vino se te ha subido a la cabeza, Jess. Nos conocimos en vuestra fiesta de Navidad.

Me sostiene la mirada, silenciosa e inquebrantable, y ahí mismo, delante de mí, la veo alcanzar su límite e izar la bandera blanca de la derrota muy despacio.

Son diez segundos. Quince, tal vez. Parece más tiempo, y me siento la tía más gilipollas del mundo.

Mierda, creo que intenta no llorar. Soy una puta cabrona de mierda. ¿Debería haber dicho que me acordaba? ¿Habría sido mejor? Es probable que para la Jessica de este momento hubiera sido más agradable, pero ¿y para la Jessica de la próxima semana, el próximo mes o el próximo año? No lo creo.

— Lo siento —dice, lo cual no hace sino acentuar mi papel de gran lobo feroz—. Ignórame.

— Jamás te ignoraría.

Me he bebido tres pintas y parece que a mí también está costándome mantener la mentira. Jessica parpadea unas cuantas veces y las lágrimas le humedecen las pestañas.

— Pues tal vez deberías.

La miro, la observo de verdad, y ya no quiero decirle más mentiras hoy. Está vulnerable en muchos aspectos, y las dos hemos bebido un poco más de la cuenta.

— Tal vez debería —reconozco—. Pero no quiero. Me gusta demasiado estar contigo.

«Por Dios». Ya lo sé, ¿vale? No tendría que haber dicho algo así. Raya en lo inapropiado, y es egoísta.

— A mí también me gusta demasiado estar contigo —susurra, y una única lágrima de desolación le rueda por la mejilla.

— No —jadeo, y mi voz me resulta áspera incluso a mí—. Por favor, no llores.

AMOR A PRIMERA VISTA (Capmirez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora