Adolescencia

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Alguien me dijo una vez que los ojos eran el reflejo de nuestra alma, que nuestra mirada era ese sufrimiento que teníamos dentro, ahora entendía esa mirada que solo transmitía dolor debajo de ese dulce ahogamiento.
Me sentía identificada en esos ojos que solo pedían ayuda y nadie miraba, me sentía identificada en esa mirada que reclamaba ser ayudada.
Pero aun así había algo en mí que me decía que yo sola me iba a levantar, que siguiera sonriendo para que los demás no sepan la realidad, para que los demás siguieran con su vida normal.
Estaba agradecida por cada pequeño detalle que tenía en mi vida, por cada plato de comida.
Pero el vacío que sentía no me lo llegaba a quitar, era como si tuviera cemento que nunca llega a secar, como si estuviera viviendo en monster high.
Supongo que cada uno tiene su motivo para no estar feliz, supongo que hay muchos más así, quería imaginar.
Solía ser la persona que siempre estaba riendo por cualquier tontería, incluso cuando las ojeras se convirtieron en mi mejor pesadilla, cuando los miedos eran mi única belleza y las heridas se convirtieron en mi mayor fortaleza.
Me sentía como si tuviera un puñal clavado 500 veces en mi única cuerda vocal.
Alguna vez recordarás esos momentos de vacío con el alma llena, con una sonrisa verdadera, como un aprendizaje que te ayudarán a entender lo que es una vida plena.
Al acabar de hablar miré a aquella niña que me resultaba familiar, era igual que mi nieta, pero de diferente época, le susurre al oído, al ver caer su lágrima hasta su ombligo:

- La adolescencia es la etapa que más fuerte te golpea y la que más aprendizaje te deja.

Un trocito de miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora