Kagaya Ubuyashiki ya no sabía que hacer, los asesinatos causados por demonios iban aumentando cada día y los cazadores simplemente eran débiles... Necesitaba ayuda y solo podía acudir a una persona... Su hermana menor... La reina de la lujuria y el...
Me encontraba en aquel lugar oscuro y desolado, un lugar el cual tenía tiempo de no visitar y no era uno de mis favoritos siquiera.
—¡Tienes que hacerlo perfecto! —el sonido como el látigo pegaba en mi espalda era resonante —¡¿Por qué nunca puedes hacer nada bien!? —gritaban hasta más no poder.
—¡Lo siento! ¡Lo haré mejor la próxima vez! —mis lágrimas bajaban por mi rostro mientras escuchaba sus sollozos.
—¡Eres una Ubuyashiki! ¡Debes de actuar como tal!.
Maldito fuera ese, maldito sea el día en el momento que nací, maldito sea ese apellido...
Nunca pude hacerlo bien para él.
...
—Mi señora ¿Qué hace despierta tan temprano? —la voz de Yamato hizo explotar mi burbuja de recuerdos.
—Solamente no podía dormir —respondí para luego dar un largo trago de sake.
—Mi señora ¿No cree que es muy temprano para beber? Eso puede afectar su salud.
—Sabes que eso es lo que menos me importa —respondí sin mirarle.
—Debió despertarme para que no se sintiera sola.
—Eso no tiene nada que ver, debes descansar ya que tenemos un día duro.
—Y usted también, sin embargo, sigue aquí —refunfuñe —mi señora, yo dije que estaría ahí para ayudarla pasará lo que pasará, no debe de tener pena cuando tiene una pesadilla —se acercó a mí y rodeó su brazo en mis hombros haciendo que me recostara en su pecho.
—Esto es incómodo —susurre con vergüenza.
—Solamente descanse —dijo con una sonrisa mientras me acariciaba la cabeza.
Decidí no hacer más batalla, me acurruque en su pecho y cerré mis ojos, el alcohol me había mareado lo suficiente como para poder caer en sus brazos.
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Yamato es una de las personas más íntimas que tengo, puede decirse que ha conocido cada faceta mía y aún así seguía a mi lado. Aunque él me dijera que me necesitaba... yo lo necesitaba más él.
