Capitulo 4

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Ese día había salido a escondidas de mi madre y había llegado después de la cena algo que la hizo estallar de furia. Pero cada vez que me miraba lo hacía con tristeza algo que me confundía demasíado, quería preguntarle que sucedía pero solo pensé que tal vez era por lo de mi padre. No quise darle más vueltas al asunto pues no quería hacerle recordar todo lo que había pasado. Ya había acabado mi desayuno, estaba lista para salir con Lissa a pasar el rato, me dirigía hacia la puerta de mi hogar pero unos sollozos ahogados hicieron que me detuviera en seco a punto de abrir la puerta. Con el ceño fruncido seguí aquellos ruidos hasta llegar a la sala de estar. Era mi madre llorando sentada en el sofá con una carta en sus manos.

—¿Madre? —pregunté acercándome poco a poco a ella

Ella solo lloraba. Me senté a lado de ella preocupada mientras la abrazaba por lo hombros.

—¿Que tienes? —pregunté recargando mi cabeza sobre su hombro

Peleabamos, eso no era un hecho pero no quita el hecho de que me preocupe por ella. Al final de cuentas, ella es mi madre.

—Lo siento tanto cariño,
lo intente —susurró parándose de golpe

Se paró justo enfrente mío, yo me empezaba a preocupar, sentía algo muy malo estaba por venirse, cada vez sentía un nudo en mi garganta sin razón. Me alerté y como aquel día en el funeral mis ganas de volver a gritar empezaron asomarse, pero me intentaba ver calmada para transmitir una paz a mi madre, aún que fuese falsa.

—¿Que sucede?

Esta con tristeza extendió la carta hacia mí. Confundida, rápidamente la tome y empecé a leerla.

"Es hora de cobrar el trato que tenía con él duque Bermont, como sabrán la corona necesita un heredero..."

Oh no, me puse pálida con solo leer el primer párrafo. Sabía de quién era la carta cómo también sabía a qué se refería, no era una estúpida. En seguida me pare de golpe mareandome un poco por la velocidad en qué lo hice. No quería continuar leerla, no quería saber lo que había, no quería saber el trato. No quería saber más de nada. Unas simple palabras lo dicen todo.

—Yo quería que estudiaras, tú padre... yo creí que era lo que él quería —susurró

Quería llorar, sinceramente no me la podía creer, mi padre jamás haría algo así.

—No sabía cómo decírtelo pero el gran rey Chalamet le pidió tu mano a tu padre

—Detente —susurré—. Vas muy rápido... solo

Unos pasos apresurados se acercaban hacia nosotras, pero yo solo estaba inmóvil, esto no podía ser posible, esto tendría que ser una broma. Mi mundo de la nada se volvió gris, sentía mis piernas temblar, sentía que me iba a caer en algún momento. Tan rápido pasan las cosas, tan rápido pasa el tiempo, hace dos minutos estaba por irme felizmente con Lissa, ahora ¿Me están diciendo que el maldito rey Chalamet pidió mi mano?.

—Mis señoras, ¿Está todo bien? —preguntó Clara preocupada

Mi madre como yo no decíamos nada. Estábamos atonitas, contraer matrimonio con un monstruo frío y sin corazón, todos los rumores vinieron a mi como un balde de agua fría, razonando en mi cabeza.

—¿Señoras? —insistió

—¡Largo! —estallé

Clara sobresalto, jamás le había gritado, jamás conocía esa cara de furia que estaba sobre mi como yo también no conocía lo que estaba sintiendo dentro de mi, era una sensación inexplicable. ¡Dios! esto fue tan rápido, la noticia que ni siquiera lo asimilo, me siento cegada al no entender lo que estaba pasando. Sabía que las respuestas estaban en esa carta pero es como si leyeras tu destino, cuando descubres que tu destino está siendo destruido. Timothée es el mismísimo Satanás, imaginarme una vida a lado de él me daba escalofríos. Un rumor de él decía que le gustaba matar gente por diversión, desaparecer prostitutas de la noche a la mañana.

—¡Dije que te largues! —grité tirando el florero que estaba en la mesa del centro

Clara salió corriendo asustada de mi, estaba siendo muy violenta para ser una mujercita, algo que me valía un comino. Mire a mi madre con la respiración acelerada buscando respuestas en su mirada. Ella levantó la mirada, mirándome a los ojos.

—El rey Chalamet pidió tu mano antes de que tu padre muriera, y tú padre le dió tu mano —esas palabras hicieron que me cayera hacia el sofá

Esto era terrible, debíamos hacer algo, yo no estaba lista para desposarme. Mi libertad y mis sueños se fueron cayendo, no estaba lista y mucho menos con él.

—¿Podemos hacer algo? —pregunté con una dichosa esperanza

—Es el rey cariño... tu padre dio la palabra

—Él no era así —dije entre dientes cabizbaja

—Pues ahora descubres quien es en realidad —susurró enojada

Ella creyó que no la iba escuchar pero lo hice, su comentario hizo estallar más mi furia. Madre estaba apunto de irse pero me pare rápidamente y la detuve tomándola del brazo.

—No puedes dejar que me case con él —ordené enojada

—Ese él es tu señor como rey y como esposo —corrigió

—¡Me vale lo que sea! —grité

—¡Cuida tu vocabulario! —gritó mi madre enojada saliendo de mi agarre

—¡Por Dios, madre!... ¡Yo, yo tengo una vida!

—¡Ahora tienes un esposo!

—¡Él es un monstruo, mamá y lo sabes bien! —continué—, tengo metas, tengo mucha vida por vivir y... maldición ¡Tengo un novio!

Mi madre me miró negando mi actitud con su cabeza, una mirada enojada.

—¡¿Piensas en este tal Gilbert?! —continuó—, Deja de ser tan inmadura, pareces niña mal educada y consentida. ¡Si yo fuera tú estaría ahora mismo yendo donde el tonto novio a terminar con eso antes de que llegue tu esposo!

—¡Él no es mi esposo! —continué—, ¿Por qué dices eso?

—Si leíste la carta sabrás que él llegará hoy en la tarde para llevarte

Mi corazón se paralizó, con solo pensar que tengo  verle la cara a esa escoria humana me había revuelto el estómago.

—¡Me rehuso!

—¡No me importa! —contestó subiendo las escaleras—. ¡Clara!

Clara se tardaba en llegar a lo cual la paciencia de mi madre se estalló; gritando su nombre muchas veces llena de molestia hasta que apareció la "Queridísima Clara" con temor.

—¡Quiero que todo este listo y limpio ya! ¡Tenemos visitas! ¡Ahora mujer!... ¡Muévete rápido!

Clara salió corriendo como proyectil a mandar órdenes a todas las sirvientas que había en esta casa. Y antes de que mi madre desapareciera me volteo a ver señalándome con su dedo índice intentando intimidarme. Yo la miraba con furia, esto no era un buen momento para nosotras.

—¡No quiero más reproches! ¡Cumplirás la palabra de tu padre quieras o no! —gritó

Tenía que desaparecer de aquí, tenía que irme a un lugar seguro, con alguien que si me comprendiera, alguien que no me obligase a casarme con un demonio. Salí corriendo de ahí, corrí hacia donde mis piernas me indicaban, lo único que se escuchaban eran mis pasos apresurados chocando con el cemento del camino y mi respiración agitada. Miraba a mi alrededor y había cuervos viéndome, sentía que se reían de mí. Me estaba volviendo demente. Mi padre me había destrozando sin estar con vida, ¿Como fue capaz de hacer eso?, todo lo que me decía era pura mentira, que viviera mi vida a mi manera, que me casara cuando yo quiera y con quién quiera mientras que lo ame, ahora todos esos consejos y pláticas su fueron a la basura por una estúpida pedida de mano, y no cualquiera, sino fue la del peor hombre que ha podido existir. Él no era ni el último hombre que hubiera elegido, jamás hubiera puesto mis ojos sobre él. Me sentía con una impotencia enorme, ahora me sentía poco a poco encadenada hacía el maldito de Chalamet, si tan solo hubiera puesto los ojos en otra desafortunada muchacha al cuál seducir con su dinero y gran atractivo. Me estaba metiendo en serios problemas, ni si quiera le hablo y jamás quiero hacerlo, si es como lo dicen los rumores entonces estoy condenada, estoy maldita, estoy perdida.

A través del Odio| T. C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora