Capitulo 26

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Era la duquesa Coppola. Cuando la ví una sonrisa grande su dibujó en mí rostro. Ella hizo una reverencia.

—No, no es necesario, duquesa —sonreí apenada

A la duquesa Coppola siempre la he visto como una figura de autoridad y respeto. Ahora que yo soy la "gran" autoridad y que soy más "importante" que ella, se sentía extraño. Hice reverencia, la duquesa solo río levemente a mí gesto divertida.

—Ahora usted es la reina —sonrió

—Sabe duquesa que usted puede tutearme —mencioné

—No, ¿Cómo creé?. No quiero ser una igualada

—Jamás —no pude evitar abrazarla

Sentir ese calor de una madre aún que ella no lo sea. Pero es que a ella siempre la he visto como tal, aún que no lo admitía por respeto a esa mujer que me engaño y me regaló.

—Que bueno que has llegado —mencionó separándonos—. Mi esposo quería verte como también Lissa y Fabrizio

—Oh —exclamé emocionada buscándolos con la mirada

—Si gusta, la puedo guiar hacia donde están —ofreció—. ¿O tiene que ir con el rey Chalamet? —bufé

—No —respondí algo molesta.

No con la duquesa, sino con Timothée. La duquesa notó mí molestia, a lo cual tomó mis manos y me preguntó:

—¿Cómo van las cosas con él? —continuó—, surgió un rumor anoche de los duques de L' Aquila, que según usted y el rey están tan enamorados

Incliné mí cabeza con el ceño fruncido.

—Me confundí pues Lissa me ha contado que es todo lo contrario

—Esos chismosos —susurré entre dientes—. En realidad, solo fue por una tontada. Las cosas entre Timothée y yo están algo tensas —expliqué

La duquesa hizo una mueca.

—Pues va a ver qué las cosas entre ustedes se van a solucionar y van a llegar estar bien —me dió esperanzas

Pero las esperanzas no es lo que necesito por ahora, necesito desaparecer, pero de todos modos estoy agradecida por su apoyo. Si tan solo alguien que se hace llamar mí madre fuese así.

—Muchas gracias —sonreí sin mostrar mí dentadura

Un sonido invadió el lugar haciendo que los presentes volteasemos a ver de qué se trataba. Se trató de un aviso que tomemos lugar, ya que la hora del desayuno está lista. Suspiré agobiada.

—Tía —saludó Timothée atrás de mi haciéndome sobresaltar

Tomó mí cintura y maldecí a mis adentros. La duquesa con su mirada me dió ánimos y apoyo para después despedirse de Timothée. Me volteé para verlo cara a cara.

—Venga, mí señora —continuó—, ya está lista nuestra mesa

Lo miré de mala gana para después sujetar su brazo y avanzar con él. 

* * *

Era hora de los bocadillos y la plática. A todos los invitados nos dieron un abanico; mujeres blanco, hombres azules. No entiendo como duré dos horas largas en soportar platicas aburridas y sin nada que hacer. Sumergida en mí mente pues era todo lo que tenía. Nos dirigieron a otro patio donde ya no había mesas a excepción de la mesa de los bocadillos. Nos reunieron ahí para conversar todos un rato, yo por dentro me quería morir. Me encontraba a lado de Timothée todo el tiempo, y jamás he visto a Lissa o al prohibido Fabrizio por aquí. Estar con Timothée me obligaba a saludar a gente que me agobiaba o me incomodaba, pero para él pareciese no importarle un gran bledo. Decidí de una maldita vez separarme de Timothée e ir hacia la mesa de bocadillos; en el había galletas e infinidades de cosas más para comer de un solo bocado. Probé aquellas galletas que parecían de vainilla con mermelada en el centro.

A través del Odio| T. C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora