el congreso

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Atenea volvió a faltar a las clases de Zulema. No asistió ni el lunes ni el miércoles siguientes, aunque si que se presentó en la cafetería de la facultad, hecho que enfureció notablemente a la pelinegra, que estaba que se subía por las paredes.

- Es tan soberbia - siseaba con rabia mientras la veía hablar amigablemente con Kabila - Si hubieras visto su mirada. Tan altiva, tan desafiante, tan, tan... - no encontraba la palabra adecuada para describirla.

- ¿Excitante? - trató de ayudarla Saray, recibiendo automáticamente una mirada cargada de odio - ¿Qué? Tienes que reconocer que Atenea no está nada mal - dirigió su mirada hacia la morena, que aquel día llevaba un mono negro de cuerpo completo que se ajustaba a su cintura, dejando la tela caer floja por las piernas.

No, no estaba mal. Pero su mirada no había sido excitante.

¿O tal vez sí?

Zulema no acostumbraba a verse desafiada, y la actitud de Atenea despertó en ella sensaciones contradictorias. Eso tenía que reconocerlo.

- Lo único que sé - habló entonces - Es que como este sábado no se presente al congreso, la nota que recibirá por mi parte será un 0. Y nos volveremos a ver las caras el curso que viene - aseguró.

- Irá - dijo entonces Helena, interviniendo en la conversación por primera vez.

- Yo no estaría tan segura.

- Pronto lo verás, ¿no?

Y lo vio.

El sábado por la tarde Atenea se despidió de Leo en la puerta de su casa. Sole le había hecho el favor de ir a buscarle para que no perdiera el tiempo. Tenía los minutos justos para arreglarse y llegar al hotel. Seguía sin coche por lo que el llegar o no a tiempo dependía de la velocidad del taxista.

Leo estaba ligeramente enfermo. No había dormido bien y se había pasado la mañana quejándose de dolor de cabeza. Pero hacia última hora había ido encontrándose mejor, y Sole terminó por convencerla de que fuera.

- Llámame tan pronto se encuentre peor, ¿de acuerdo? - le había advertido - No quiero estar lejos de él.

Con la tranquilidad de que así lo haría, se dispuso a terminar de arreglarse. Era bien sabido que a congresos como aquel, especialmente en el hotel Oasis, acudían numerosas personalidades en el mundo de la abogacía y, aunque lo que más le apeteciera era ponerse unos vaqueros, no podía hacerlo. Tenía que ir un poco más... Acorde.

Rebuscó en su armario en busca de la prenda perfecta y no tardó en descartar los vestidos. Si Sandoval iba a estar rondando por ahí, cosa que supuso que así sería, no le hacía la menor gracia.

Finalmente optó por un traje negro. Elegante pero lo suficiente como para ser discreta.

Cuando salió del apartamento el taxi ya la esperaba en la puerta. El viaje se hizo en un silencio sólo roto por las canciones que sonaban en la radio. Veinte minutos después ya se encontraba frente a las puertas del hotel.

Nada más atravesarlas se vio rodeada de una gran cantidad de personas que hablaban en pequeños grupos. Se sintió perdida unos segundos antes de sentir una mano sobre su espalda y encontrarse con la sonrisa de Martín.

- Pensé que no venías.

- Lo bueno se hace esperar - bromeó - ¿Vamos? - preguntó mientras señalaba el gran salón donde se celebraría una de las conferencias y hacia donde la mayor parte de las personas ya se estaban dirigiendo.

- Démonos prisa, tenemos que conseguir un sitio en primera fila - comentó el hombre, tirando de su mano y haciéndole reír.

Los labios de Zulema, que había sido testigo de toda la escena, se apretaron en una fina linea, con rabia.

inesperada {zulema zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora