una excepción

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Atenea comió en silencio ante la atenta mirada de Zulema. Jugueteó un poco con la comida, esparciéndola por el plato.

- Sabes que esa técnica no funciona, ¿verdad?

- ¿Cómo? - levantó la mirada del plato.

- El repartir la comida por todo el plato para que parezca que has comido más de lo que en realidad has hecho - la señaló - Mi hija la usaba cuando era pequeña. Y no funciona. Tienes que comer.

Atenea se quedó mirando para Zulema fijamente, haciendo que esta frunciera el ceño.

- ¿Qué?

- No sabía que tenías una hija.

Mentira. Si lo sabía o, por lo menos, lo intuía. Lo que le sorprendía era que hubiera hablado de ella, con ella, tan naturalmente.

- ¿Es un problema?

- ¿Por qué iba a serlo? - al fin y al cabo yo también tengo un... Hijo.

- Pareces sorprendida.

- Curiosa, nada más - dejó el tenedor en el plato y se levantó para coger un poco más de agua. La comida se le estaba empezando a hacer bola, y le estaba costando tragar.

- ¿Estás bien? - el tono preocupado de Zulema le hizo sonreír.

- Si, son sólo los efectos de la migraña - sacudió la mano, restándole importancia.

- ¿Desde cuando las sufres? - Zulema se había acercado a ella y, al girarse, se encontraron cara a cara, con poca distancia entre las dos.

- Desde que tengo uso de razón. Siempre fui una niña con bastantes problemas, ¿sabes? Cuando las migrañas me atacaban me podía pasar días enteros sin salir de la cama - bebió un sorbo de agua - Hace tres años que no me daba ninguna. Y no recordaba que fuera tan horrible.

- ¿Has estado sola todos estos días?

- Sole vino a casa el miércoles - dejó el vaso en la encimera - Y me llamó todos los días. Pero si, básicamente estuve sola. Pero ahora ya estoy bien - sonrió - Más o menos.

Zulema hizo ademán de decir algo, pero el sonido del teléfono sonando la interrumpió.

Atenea fue hasta la habitación, donde lo había dejado, para poder contestar. Sabía que era Leo quien estaba al otro lado, por lo que, en lugar de regresar a la cocina, se sentó en el borde de la cama.

- Hola, cariño - saludó nada más descolgar.

- ¡Mami! - la voz de Leo sonaba feliz de escucharla - ¿Estás mejor?

- Sí, mucho mejor.

Zulema había salido de la cocina para ir en busca de la morena, y en aquel momento se encontraba observándola desde la puerta. Atenea alzó la mirada al sentir su presencia, y le sonrió ligeramente.

- ¿Ya puedo ir a casa?

- No, todavía no. Iré yo mañana, ¿de acuerdo?

- ¿Por qué? Te echo de menos - la voz del niño empezó a sonar ligeramente temblorosa, y la morena ya se podía imaginar su rostro al borde de las lágrimas.

- Porque aún no estoy bien del todo, cariño - Zulema frunció el ceño ante aquel apelativo. ¿Realmente estaba hablando con Sole? - Pero mañana nos vemos, ¿vale? - al otro lado de la línea Leo murmuró un "de acuerdo" y un "te quiero" - Yo también te quiero - cuando colgó se encontró con la mirada sospechosa de Zulema - ¿Qué?

- Nada - negó, alejando las sospechas de su cabeza - ¿Vas a terminar de comer?

- Ahora mismo lo único que quiero es quedarme en la cama - confesó, dejándose caer hacia atrás mientras soltaba un quejido. Zulema la miraba con diversión - Soy una pésima anfitriona, ¿verdad? - la escuchó susurrar mientras se acercaba para dejarse caer a su lado.

inesperada {zulema zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora