#Cautivo

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2021. 𝘼𝙘𝙩𝙪𝙖𝙡𝙞𝙙𝙖𝙙. 𝙎𝙚𝙪𝙡, 𝘾𝙤𝙧𝙚𝙖 𝙙𝙚𝙡 𝙎𝙪𝙧

El viento afuera gritaba y él lo único que quería era morir. Ya había perdido la cuenta de los días, de las horas. Se palpó la nuca buscando alguna herida que seguramente tenía. El golpe había sido fuerte, lo suficientemente fuerte como para lastimarle la piel y sacarle sangre. Miró alrededor, la oscuridad casi lo engullía por completo, el olor a humedad era tan agresivo que una náusea repentina lo hizo doblarse en dos. ¿Dónde estaba? Tenía frío, estaba seguro de que había salido de su casa con su abrigo, pero ahora sólo estaba en camisa. Con las manos temblorosas tanteó en la oscuridad, pero no había nada. Incluso el piso parecía limpio. Aunque eso no lo sabría. No por el momento. Intentó incorporarse, necesitaba al menos intentar reconocer el lugar donde se encontraba, pero cuando movió la pierna, el ruido metálico de los grilletes lo hizo congelarse en el lugar. Sintió el grito atorado en su garganta. La piel de gallina, tanto por el frío como por el miedo. Su cuerpo se tensó. Algo había cambiado en el aire. El silencio se llenó de ecos y el espacio pareció encogerse. Se pegó un poco más a la pared, huyendo de lo desconocido. Escuchaba las pisadas del verdugo invisible al otro lado de la puerta.

—¿Te sientes muy solo?

La fría voz cortó el aire y él sólo pudo encomendarse a su dios para que la incertidumbre de saberse ya muerto, acabara con el terror que estaba sintiendo. Atrás había quedado esa mañana donde lo único que lo esperaba era su café caliente y la sonrisa cómplice de su novio. Ahora el miedo había minado cada espacio de su cerebro y los gritos no salían de su boca.

—Sabes... No le puedes dar la espalda a lo que deseas. Creas o no, lo intenté. Pero no sería propio de mí si te dejara ir. ¿Puedes sentir esa conexión entre nosotros? Sabía que eras tú. Tenías que ser tú.

Levantó la cabeza cuando sintió el ruido de las llaves. Y aunque sus ojos todavía no se acostumbraban a la luz, pudo ver la silueta enorme de su captor envuelta en el halo de luz vaporosa que emitía el único foco que parecía haber afuera. Volvió a encoger las piernas contra su cuerpo. No quería mirar. Su perfume bastaba para estremecer sus huesos. Era un olor a tormenta. Sintió los fríos dedos abrirse paso en su cuero cabelludo y las luces de colores estallaron tras sus párpados cuando los cerró hasta el límite.

—Shh, no tiene sentido que te pongas así, no quiero hacerte daño. Sé cuidar muy bien de mis cosas. Eres precioso.

Su cuerpo fue cediendo ante las caricias de ese hombre y por un momento dudó de sus facultades mentales. Una señal de alerta lo hizo echar la cabeza hacia atrás y la mano del verdugo se cerró con fuerza sobre su cabello. Abrió los ojos, desesperado por enfocar la cara del desconocido que le había robado la libertad.

—De-Déjame ir, por favor. Si quieres dinero, puedo darte la suma que quieras.

Una risa que hasta podía pasar por encantadora resonó en la habitación oscura.

—¿Dinero? —el aliento aduraznado le hizo cosquillas en la nariz—. Puedo empapelar esta habitación con billetes de 100.000. No necesito dinero.

El muchacho asustado reprimió un escalofrío. —¿No? ¿Entonces qué quieres de mí? Pide lo que sea, intentaré conseguirlo.

—Tú eres todo lo que quiero y necesito. Mi precioso H.One.

¿H.One? Ese era su nombre artístico. ¿Acaso era un fan obsesionado con él? Si esa era la situación, entonces todo era peor de lo que pensaba.

—Escucha —intentó poner su cabeza en orden y pensar bien en lo que iba a decir. Los sasaeng eran personas fuera de sí. Fans obsesivos y sin escrúpulos ni remordimientos. Si quería salir bien librado de todo eso, debía ser cauteloso con las palabras—. Puedo... puedo hacer lo que me pidas. Te firmaré lo que sea, puedes tener todas las fotos que quieras, pero esto está mal. Esto que haces es un delito.

#1+Greed #obsessionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora