009| Día 2: Dolor y alegría

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🎶 Pero no pidas que baile así como tu, yo te miraré desde mi lugar...🎶

Thomas no se podía encontrar más fascinado y confundido: estaba con su amado Dylan caminando como podía a quien sabe dónde, pero le estaba tomando de la mano para guiarlo, lo cual lo hacía muy feliz porque podía observar la bella ciudad rústica que pronto gobernaría su lindo acompañante.

- Vamos a dar un paseo, ¿sí? -Thomas asintió con emoción, apresurando su paso para subir a un auto pequeño y con apariencia desgastada.

No sabía mucho del mundo humano, pero sabía que el auto en el que se encontraba sentado no se parecía en casi nada a los bonitos de colores vibrantes que vio en los libros con Dylan.

Una vez el morocho subió al auto el rubio le vio curioso, tomando la libreta que le dio para escribir sus dudas.

°¿Por qué este auto no es como en los libros, Dyl?°

El joven rió suave, viéndole con cierta felicidad que hacía al corazón de Thomas acelerar.

- Lo compré con mis ahorros cuando tenía diecisiete, por lo que solo me alcanzó para este. -Narró brevemente, encendiéndolo-. Funciona aún muy bien, así que no he visto necesidad de cambiarlo.

Thomas asintió, notando como en la orilla del mar estaban Sebastián y Flounder espiándolo, vigilando sus movimientos. 《Oh, no se cansarán~》, pensó divertido, bufando en su sitio hasta ver arrancar el auto.

- Aprendí a manejar pocos meses antes de comprar el auto, aunque pocas veces lo he usado.

El menor le vio con curiosidad, ladeando la cabeza. Era lindo ver a su amado contar tantas anécdotas con emoción mientras su vista se mantenía en el camino. Las vistas hacia el mar, los campos, los árboles y el bullicio de la gente le daba a todo un toque mucho más hermoso del que ya tenía, cosa que agradecía bastante el rubio.

Su camino fue muy breve para su gusto. Muy fugaz. Se detuvieron en lo que parecía ser un centro o una plaza, como las que había visto en libros, pero con menos gente de la que se ilustraba. Ahí, Dylan le abrió la puerta para que bajara, ayudándolo a andar por las calles y llegando a variados locales donde le mostró diversos cachivaches que formarían parte de su amada colección, una que formaría en ese mundo junto a su amado.

Cuando el sol ya estaba mostrando tonos anaranjados en el cielo, el pueblo se llenó de música producida por objetos que ni en sus más locos sueños había visto: eran grandes y pequeños, de madera y metal, tantos detalles y tan poco tiempo para apreciarlos, al menos eso era lo que pensaba el menor con entusiasmo. No esperaba que en su emoción, una mano se extendiera frente a él.

- ¿Bailamos?

Thomas sonrió con emoción, perdiendo aquel brillo al sentir sus piernas entumecidas por el dolor.

《Cada paso será como si clavaran mil cuchillos en tus piernas...》

Si cada paso era un martirio en vida, ¿cómo sería bailar? Probablemente no lo toleraría.

Estuvo a punto de negarse, no podría hacerlo, pero ver la mueca de desilusión en Dylan fue aquella prueba que necesitaba para saber que nunca podría negarle algo a él.

Sonrió con pena, asintiendo y tomando la mano del príncipe, acercándose al centro de la improvisada pista para bailar con el entusiasmado joven que le acompañaba. Bailaron hasta que Dylan no pudo más, notando como su bello compañero apenas si podía mantenerse en pie por igual.

Dylan buscó rápidamente una silla donde sentarse con Thomas, notando como el último mencionado tomaba sus piernas con una mueca reflejada en el rostro. El joven rió con ganas.

- Perdón, me encanta bailar y a veces me olvido de que no todos lo hacen seguido. -Se disculpó apenado, sonriendo para su visitante.

Thomas se limitó a negar con una sonrisa, dejando sus piernas en paz. No podía decirle que sentía como le desprendían aquel regalo que le dio la bruja del mar, ni que sentía las plantas de sus pies sangrar hasta dejar un charco de sangre, ni le diría que sentía que se desmayaría en cualquier instante. No, su amado no necesitaba aquellos datos. En cambio solo escribió:

°Tranquilo. Me gusta tu entusiasmo:)°

Dylan volvió a reír.

- Gracias. Vamos, hay que volver al castillo.

Ariel asintió, dejándose guiar por su amado. Durante el camino intentó escribir su historia, el cómo él era su salvador misterioso y que era el amor de su vida, pero era tal el dolor que se limitó a cerrar sus ojos y oír las anécdotas de su amado príncipe. Ya podría decirle la verdad al día siguiente, ya descansado.

𝚃𝚑𝚎 𝙻𝚒𝚝𝚝𝚕𝚎 𝙼𝚎𝚛𝚖𝚊𝚒𝚍 [𝙳𝚢𝚕𝚖𝚊𝚜]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora