2. El encuentro.

147 20 1
                                    


Entre los preparativos y los arreglos respectivos a ambos se les fue volando el fin de semana.

En la mañana del gran día, ambos se despertaron muy temprano para salir a correr, luego tomar un baño y comer un delicioso desayuno.

Alicia estaba muy nerviosa con la visita del posible inversionista, nunca antes le había pasado eso de los nervios ya que generalmente siempre se mantenía cálida y tranquila pero esta vez estaba resultando diferente, aunque no le quiso prestar tanta atención. Antes de salir de su casa se miró por última vez al espejo, aliso con sus manos la falda negra que le llegaba hasta la rodilla pero que dejaba notar sus generosas curvas, su blusa de seda manga larga y su cabello castaño suelto cayendo como cascada por sus hombros, permitiéndole a Alicia verse elegante y un poco sexy sin exagerar.

Martin por su parte optó por un terno azul y unos zapatos de suela de color negro, quería darle a la señora Alicia Montiel una buena primera impresión, realmente quería ayudar en su fundación, ya que eso le permitiría quedarse mucho más tiempo en la Ciudad de México e intentaría establecerse en un solo sitio ya que tenía muchos años de un lado a otro y eso ya lo estaba cansando.

Cuando Martin llegó a la fundación, lo recibió Fedora.

— Buenas tardes, ¿es usted Martin Guerra? — preguntó la rubia impactada por la belleza del ojiazul.

— Sí, pero por favor, háblame de tú. - respondió sonriendo.

— No hay problema. — dijo la rubia sonriéndole coquetamente — Mucho gusto, soy Fedora Montelongo, mi amiga y directora de fundación lo está esperando. — le dio un apretón de manos y luego le indicó el lugar en donde Alicia lo esperaba.

Alicia lo esperaba muy ansiosa en su oficina. Se preguntaba qué edad tendría, ya que no lo había visto ni por foto, pero imaginó a un señor bastante mayor. Jamás había pasado por su mente que fuera tan guapo y joven, por lo que se quedó muda por algunos segundos cuando lo vio entrar.

— Buenos días, soy Martin Guerra. — se presentó el hombre de ojos azules.

— Ho-hola, buenas tardes. — Alicia sonrió nerviosa — Me alegra que esté interesado en ayudarnos. — Martin le dio un apretón de manos, contacto que no pasó desapercibido por la morena — Soy Alicia Montiel. — Alicia no podía dejar de verlo a los ojos. No entendía que le estaba pasando, pero era una sensación bonita.

Martin también se quedó impactado por la belleza de la morena, pero trató de disimular. Además, con tan solo pocos minutos de plática, él sintió que se iban a llevar bien.

La morena le explicó un poco como era el trabajo que ella hacia con los niños, con la ayuda de Fedora y otros más. Después, le dijo que había preparado algo para que él pudiera conocer a algunos de los niños.

Así que llevó al ojiazul al jardín de la fundación, donde los esperaba unos ricos aperitivos con algunos invitados especiales.

Martín estaba muy contento de poder convivir tan de cerca con los niños, lo cual lo motivó aún más a ayudar a la fundación de Alicia.

— Alicia, ¿ya viste que guapo es Martín? — Le susurró la rubia que no dejaba de ver al ojiazul.

— Lo sé, Fedora — menciono la morena entredientes — No me imaginé que alguien como él tuviera intensiones de ayudar a la fundación... — hizo una pausa — Pero dejemos de piropos y pongámonos a trabajar, porque si este hombre está dispuesto ayudar nos salvaría de la ruina.

— Ay, ¡que aburrida eres! — le dijo la rubia bromeando para luego retirarse del lugar.

— Cómo puede ver, hacemos lo mejor que podemos. — la morena se dirigió a Martin — Las cosas a veces son un poco difíciles, pero siempre tratamos que los niños estén bien.

— Sí, es lo que veo. — hizo una pausa — Alicia, quiero agradecerle por hacer esto, me refiero a la bienvenida que me han dado.

— No tiene nada que agradecer, Martín. — la morena le sonrió — Ven, te enseñaré un poco más de la fundación, salones, salas de juegos, oficinas.

— Me parece bien.

Alicia le dio un recorrido completo por la fundación a Martín, y pesar de las circunstancias ella no podía dejar de apreciar la belleza de aquel hombre, era realmente guapo y la ponía aún más nerviosa de lo que ella misma podía imaginar. No sabía si era porque realmente necesitaba que invirtiera en la fundación o por otras razones.

Martin estudió cada sitio de aquella fundación, las sonrisas de los niños no mentían y Alicia le resultaba bastante eficaz en lo que hacía, admiraba como llevaba aquella fundación que se sentía como hogar.

Después del recorrido por todas las instalaciones del lugar, Martin y Alicia volvieron a la oficina principal.

— Permítame decirle que me he quedado realmente impresionado. — empezó diciendo Martin — Cuando vi esta fundación por internet jamás me imaginé todo el maravilloso trabajo hecho detrás, usted es increíble con todo lo que hace, esos niños se ven que la adoran — dijo recordando como más de una vez algunos niños corrían a abrazar a Alicia apenas la veían, eran abrazos y sonrisas sinceras.

— Muchas gracias por sus palabras. — la mujer de ojos marrones sonrió tímidamente— La verdad es que, ayudar siempre ha sido mi vocación. — dijo Alicia con mucha ilusión — Es que nada se compara con verlos crecer, aprender, salir adelante.

— La entiendo, a mí también me pasa lo mismo y es por eso que le pido encarecidamente que me permita ser parte de esto. — Martin le regaló una sonrisa tan bonita que hizo que la morena se estremeciera.

— Por supuesto que sí, me encantaría verlo más veces. – Alicia se dio cuenta de su pequeña indiscreción — Es decir, me encantaría que usted no solo haga la donación, sino que venga cuando pueda. Estoy segura de que a los niños les va a encantar.

— Muy bien, me gusta la idea. Entonces esta es la cantidad que tengo disponible para donar. - escribió en un papel y se lo entregó a Alicia.

— ¿En serio? — preguntó sorprendida, ya que era mucho más de lo que ella se había imaginado — ¿Es enserio? — volvió a preguntar Alicia sorprendida.

— Sí, claro. Le dije que me encanta todo el buen trabajo que hacen acá y sobre todo el entusiasmo con el que habla de ayudar a las personas.

— Nos está salvando de irnos a la ruina y más. — expresó Alicia con mucho entusiasmo — Usted es un ángel para mí y para esta fundación.

— Quiero proponerle algo, me gustaría que me trataras de tu, bueno si no te molesta, porque espero que nos llevemos bien, ya que veo que tenemos mucho en común. — propuso un Martin bastante amable.

— Por supuesto que no me molesta. — dijo Alicia alegremente — Muchas gracias por tu donación, los niños se pondrán muy felices.

Y así con un último apretón de manos cerraron el trato y el inicio de algo muy especial.

Un amor solidario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora