11. Valentía.

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Después de hacer el pedido y de conversar del trabajo, Martin decidió cambiar de tema porque quería conocer más de la vida de la bella mujer.

— ¿Y cómo está Romina? — preguntó el ojiazul empezando a intimar.

— Mi nena está de maravilla. — dijo una mamá orgullosa — Ahora está de viaje, el modelaje siempre la ha cargado de un lugar a otro, pero ella es feliz así.

— Me alegro por ella, ¿pero a ti? ¿Qué hace feliz a Alicia Montiel? Y no se vale decir que la fundación eh — bromeó y rio el ojiazul.

Alicia dudó.

— A ver, si pudieras escoger otra profesión en la vida, la que sea, ¿qué te hubiera gustado ser? – Martín volvió a preguntar tratando de conocer un poco más de Alicia.

— En mis ratos libres leo muchos libros y también escribo una que otra poesía, así que me hubiera encantado ser escritora. — respondió Alicia bastante entusiasmada.

— ¿En serio? — Martin estaba sorprendido — No me esperaba esa respuesta. — hizo una pausa — Si vieras como se te ilumina la mirada cuando hablas del tema... — sonrió ampliamente — y ¿porque no te realizaste como escritora? — preguntó.

— La verdad es que mis padres siempre quisieron que estudiara trabajo social porque sabían que a la larga yo sería la que me quedaría con la fundación. — hizo una pausa— Además, me casé muy joven, y mi exmarido fue bastante machista, aunque por suerte pude terminar mi carrera en trabajo social pero no fue hasta después que me divorcie que logre ejercerla, porque mientras que estuve casada simplemente tenía que conformarme con la idea de ser ama de casa y la mamá de mi hija. — dijo Alicia desilusionada.

— Entiendo, pero si es algo que te ilusiona tanto puedes cumplirlo ahora, no tendrás mayores problemas a la hora de practicar ya que tu hija está grande y estás soltera. — expresó Martín tratando de animar a Alicia a realizar su sueño.

— ¿Cómo crees? — rio— Creo que ya es bastante tarde, ya no estoy en edad para esas cosas. — dijo Alicia sonriendo incrédula.

— Perdóname, pero el argumento de la edad no lo acepto, nunca es tarde para volver a comenzar. —dijo Martín con una gran sonrisa.

— ¿Te confieso algo? — ella preguntó y él asintió alegremente — Nunca había platicado de esto con nadie, ni siquiera a Fedora que es mi mejor amiga. — dijo muy emocionada.

— Mira que afortunado soy de saber algo tan privado de ti. — dijo con una sonrisa pícara.

Ambos se vieron con miradas cómplices y con muchas sensaciones recorriendo sus cuerpos, cada uno se sentía en casa, como si se conocieran de antes y juntos se olvidaban del resto del mundo.

Las horas pasaron y ambos seguían platicando de sus vidas, para Alicia era como si el tiempo se hubiera detenido y Martín no dejaba de contemplar a la mujer que lo hacía tener muchos sentimientos encontrados.

— Ya te conté un poco de mi vida, ahora me gustaría saber más de ti. — dijo Alicia — ¿Tienes familiares aquí en México? — preguntó.

— No, mis padres se murieron algunos años antes de mi esposa y no tengo hermanos. — el ojiazul hizo una pausa – ¿Te confieso algo? — imitó la pregunta que hizo la morena unos minutos antes y esta sonrió — Creo que esa es otra razón por la cual aún me cuesta tanto hacerme la idea de que Carlota se fue, porque, aunque la conocí cuando mis padres ya no estaban, yo en ese momento estaba perdido, no tenía ganas ni de estudiar y casi todas las noches me emborrachaba. Sin embargo, ella estuvo ahí para apoyarme y así me enamoré. Carlota siempre me decía que tenía que salir adelante porque teníamos muchos sueños por cumplir juntos... — los ojos de Martin se le aguaron, y Alicia ya casi se arrepentía de haber tocado el tema.

— Perdón, yo no quise... — el ojiazul la interrumpió.

— No te preocupes. — Martin puso su mano sobre la de Alicia, y la morena se sorprendió por el gesto — Quiero que sepas que gracias a la fundación he vuelto a encontrar un propósito en la vida.

...

Después de platicar un rato más, los dos decidieron que ya era hora de marcharse.

— Me la pasé muy bien, Alicia, ¡gracias por todo! — dijo Martin cuando estacionó el coche en frente a la casa de la morena.

— ¡Gracias a ti, Martín! Creo que es lo menos que podía hacer después de toda la ayuda que nos brindaste. — Alicia sonreía ampliamente.

— Como te dije para nada iba a dejar sola a tu hija, que por cierto me cayó muy bien y permíteme decirte que tienes una hija increíble. Eres una madre maravillosa.

— ¡Gracias! — Alicia se sentía muy alagada por el hombre de ojos azules — Romi es mi adoración — sonrió e hizo una breve pausa — Y a ella también le caíste bien, déjame decirte. — Alicia reía de una manera pícara.

— Ah, ¿sí? Pues el cariño es mutuo. — ambos se rieron.

Después de esa maravillosa cena, la morena estaba cada vez más convencida de seguir los consejos de su amiga Fedora, así que se armó de valor para ser un poco más directa, aunque por dentro moría de miedo.

— Yo sé que quizás pienses que lo que te voy a decir es una locura, y quiero que sepas que no tengo la intención de incomodarte, pero necesito ser honesta. — dijo Alicia un poco nerviosa.

— Alicia, es que... — ella lo interrumpió.

— Entiendo perfectamente lo difícil que ha sido para ti seguir adelante solo, pero aquí tienes a alguien que está dispuesta a apoyarte, y no te hablo solo de amistad. — ella lo miró fijamente — Así que, si algún día te despiertas con ganas de vivir una nueva historia de amor, acuérdate que soy la primera de tu lista. — dijo y salió prácticamente corriendo del coche, porque ni ella misma creía que se había animado a tanto.

Un amor solidario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora