Segundo Capítulo

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—¿Sigues con tu obsesión, Donato? —pregunto Aurel, el mejor amigo de Donato Nowak, el villano que acecharía a Analia.

—Sabes que no es mi obsesión, Aurel es mi…

—¿Tu venganza? Ah no tú la llamas justicia –termino Aurel la frase.

—Es justicia —recrimino Donato—. Además ya te dije que no me llames Donato, mi nombre ahora es Stefan West.

—Tú seguirás siendo Donato por más que te cambies tu nombre —añadió con enojo Aurel mientras le quitaba lo que se que tenía en sus manos su amigo—.  Seguirás siendo Donato porque para cambiar de nombre es necesario que cambien tu espíritu.

—¡Y eso es lo que hizo esa maldita familia cuando destruyo a los míos! —exclamo Donato. El joven actor se caracterizaba por su poca paciencia y más cuando se trataba de la desgracia en la que vivió—. ¡Venganza, Justicia o lo que sea quiero que ellos sufran como mi familia y yo sufrimos!

Aurel se había quedado viéndolo sin decir palabra alguna. El joven de cabellos rubios sintió bastante cuando a su mejor amigo, Donato le pasó lo que le pasó. Pero sabía que el camino que estaba tomado no le serviría de nada.

—Ese día Donato Nowak cambió —susurró Donato mientras se sentaba en una silla—. No más bien, ese día Donato murió. Murió al igual que su padre, al igual que sus esperanzas de sacar a su familia de la pobreza, de ser el orgullo de los suyos. Ese día nació Stefan, el que va a serle pagar a los Andley donde más les duela.

—Sé de tu dolor amigo —dijo Aurel caminando hacía Donato—. Si tanto deseas vengarte, hazlo. Solo espero que de verdad no te vayas a herir más.

Y con estas palabras, Aurel le entregó a Donato el libreto de bodas de sangre y la fotografía de Analia Grandchester, la heredera y a quién le caería cargas de errores pasados.
Era lo más injusto, pero hasta la palabra de Dios lo decía; inocentes pagarán por pecadores. Así es y así tenía que ser.

—¡Estás preciosa! —exclamó Gabriella. La mejor amiga de Analia. Ella no era actriz, pero siempre acompañaba a todos lados que le fuera posible a Analia.

—Gracias, Gab —agradeció Analia mientras se acomodaba el velo—. No sé porque Caden nos hace llevar estos vestuarios, solo es el casting y no la obra principal.

—Ya sabes como es Turner, un loco lleno de tonteras —expresó Gabriella—. Pero el vestuario es lo de menos. ¿Ya sabes quién va a ser protagonista? ¿Es buen mozo? ¿De buena familia? ¿Un actor reconocido? ¿Quién es?

—Tranquila Gabriella. Que ni yo sé si me quedaré con el papel —digo Analia mientras caminaba hacía el escenario acompañada de su mejor amiga—. Es más no sé con quién haré mi audición.

—Estoy casi seguro que será alguien importante —comentó Gabriella—. Por algo los dejaron a ustedes dos de último.

Las dos amigas llegaron junto a Caden Turner, el director de la obra. Quien le indicó  a Analia que su audición estaba a punto de empezar e invitó a Gabriella a que se sentará y así pudiera presenciar la actuación de su amiga.

Analia obediente hizo lo que Caden le pidió y espero a que la escena empezará.

—¡Acción! —grito la voz de Caden.

Las luces se apagaron y una voz empezó a recitar las frases de dicha escena:

—Pero ya dimos el primer paso, ¡Así que calla! Porque nos persiguen, y te he de llevar conmigo —recito Stefan agarrando a Analia del codo ya que la escena requería algo de violencia.

Analia quedo anonada, porque nunca se imagino que Stefan West, el actor favorito de este tiempo de las personas londinenses, estuviera actuando junto a ella para ganar el protagónico.

La heredera de los Grandchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora