Trigésimo capítulo

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Aurel no creía que la mujer que por tantos meses había amado era quien lo besaba. Sus labios eran suaves y tenían sabor a cereza por el bálsamo labial que se había puesto.

Su beso era correspondido por Aurel, pero había muchas inquietudes dentro de su ser, aunque para ser sinceros, el rubio mando muy lejos esas inquietudes y se ocupó solo de seguir besando a su Analia.

Ella coloco una de sus manos en la nuca y con la otra acariciaba el cabello despeinado de Aurel, las manos de él paseaban por su cintura y en un momento en esas manos se quedaron quietas y ejercieron fuerza cerca de las caderas de la castaña, luego esas mismas manos empezaron a descender por los muslos.

Analia sabía lo que deseaba y era justamente lo mismo que estaba buscando Aurel. La castaña se estremeció cuando las manos del rubio tocaron sus muslos por debajo de su vestido, Analia no lo iba a parar si él así lo deseaba continuarían lo que ya habían empezando.

La castaña coloco sus manos en el último botón de la camisa de Aurel, lo desabotono e hizo lo mismo con el resto hasta dejar expuesta la piel del pecho, lo acaricio y fue ahí cuando Aurel se dio cuenta de la magnitud de la situación y fue él quien paro el beso y separó su cuerpo del cuerpo de la castaña.

—No, Analia, no —dijo Aurel con toda la suavidad del mundo para que ella no se sintiera rechazada.

Pero ella si sintió rechazada.

—¿Por qué? —Preguntó ella con los ojos bien abiertos—. ¿Por qué me rechazas?

—¿Por qué me besaste? —respondió él con otra pregunta.

Analia quedo en blanco, si bien lo había besado por impulso luego de que la conversación con Emily la había puesto triste, también tenía que reconocer que llevaba semanas debatiendo entre intentar besar al hombre que solo le había demostrado amabilidad desde que se conocieron.

—Hable con Emily, ella me dijo que deseaba con todas sus fuerzas ser mamá, que había nacido para ser madre —empezó a explicar Analia mientras se acercaba a una de las plantas que Aurel había revivido.

Un día cuando recién habían llegado a Gloucestershire, Gabriella había llegado a la casa sosteniendo una maceta con una planta que daba lastima, esa planta estaba a punto de morir. Analia le preguntó porque había traído a la casa una flor que estaba toda marchita, y ella alegó que la mujer anciana que se la había dado por agradecimiento por haberle dado un poco de comida.

Gabriella no quería herir los sentimientos de la pobre ancianita y decidió llevar la planta aunque esta ya estuviera más muerta que viva, pero Aurel había objetado diciendo que él intentaría salvarla.

Y así fue,  la planta contra todo pronóstico sobrevivió, volviendo a renacer con sus hojas verdes y con flores moradas, la planta marchita se había vuelto la más hermosa del jardín.

—Pero ella tuvo un accidente —dijo volviendo a retomar la conversación—, no me específico cual y por consecuencia de ese accidente Emily jamás será mamá.

Aurel no entendía a dónde quería llegar Analia, pero aún así siguió escuchándola.

—A veces la vida es muy injusta, yo que no quiero que esté bebé sufra y porque si lo tengo a mi lado solo le daré desdichas y Emily que desea con todas sus fuerzas ser madre, no lo será nunca —sentenció Analia con amargura, tenía tantos sentimientos encontrados que le era difícil ignorar sus propios sentimientos—. Le entregué mi amor a un hombre que solo quería venganza en vez de amarte a ti, tú qué desde que me conociste me has amado.

—Analia —susurró con suavidad Aurel—, yo no…

—Me puedo comparar con esta planta, Aurel —reconoció la castaña—, yo estaba destrozada y tú con tu cuidados, tu compañía y tu amor que me has demostrado en estos meses he podido salir adelante. —Analia volteó hacia el muchacho, quien tenia una mirada incrédula, se acercó a él y lo abrazo con todas sus fuerzas—. Sin ti yo ahora no estaría tan bien como lo estoy.

—Analia, tú eres una mujer demasiado fuerte, yo sé que sin mí hubieras salido delante de esta e incluso de situaciones aún más difíciles —declaró con dulzura el rubio mientras se dejaba abrazar por la mujer que amaba.

¿Acaso Analia le estaba confesando que lo amaba, de una manera indirecta y casi inconsciente?

Por supuesto que no, Analia quizás ya no estaba enamorada de Stefan su primer gran amor, pero tampoco lo estaba de él, Analia aún tenía que pasar por mucho y sanar más heridas antes de entregar su amor a otro hombre y ese tiempos todavía no había llegado y quizás nunca llegaría.

Y Aurel hubiera seguido reflexionando, pero se detuvo porque la castaña volvió a unir sus labios con los suyos con claras intenciones de querer hacer algo más que besarlo.

—Analia, mi amada Analia —dijo después de haber alejado el cuerpo de la castaña con toda la ternura que podía—, esto no es correcto.

—¡¿Por qué?! —preguntó ella volviéndose a enfadar, era la segunda vez que Aurel la rechazaba y no se sentía nada bonito.

Aurel tomo las ambas manos de la castaña se las beso y luego llevo sus labios hasta la frente de Analia, tomo el cuerpo de ella en sus brazos y la llevo escaleras arribas bajo la atenta mirada y los cuestionamientos de ella.

—¿A dónde vamos? ¿Por qué me cargas? ¡Bájame ahora! ¿Acaso vamos a...?

Cuando el rubio llegó al cuarto de Analia, la coloco con sumo cuidado en su cama y la arropó con toda la delicadeza del mundo.

—¡Yo no pretendo dormir! —se quejó Analia apartando de golpe la colcha que le había colocado Aurel—. ¡Yo lo que quiero es hacer...!

—Para hacer el amor se necesitan que las dos personas se amen, en nuestra situación yo te amo con todo mi alma, pero tú a mí no —dijo con total sinceridad Aurel, mientras que el corazón de la castaña se partía en dos por la mirada del rubio sus ojos decían lo que su boca no podía—. Aún estás herida de lo que pasó con Donato, no te culpo ni te juzgare nunca y créeme siempre voy a estar esperando por ti.

—Aurel —susurró Analia mientras luchaba con las ganas de llorar.

—Y si nunca logras amarme, me conformo y me doy por satisfecho si tú eres plenamente feliz —completó sus sentimientos Aurel, antes de salir de la habitación volvió a besar la frente de la castaña.

Cuando recibió el beso algo la hizo estremecer hasta los huesos, quizás esa era la sensación de recibir amor de un hombre que de verdad la amaba.

—Aurel siento que yo también te estoy empezando a amar —dijo para si misma la castaña viendo la puerta—. Pero tienes razón, lo que me hizo Donato me dejó mal, ya no puedo confiar tanto en un hombre como lo hice con él y de paso estoy esperando un hijo el cual sé que no tiene la culpa de nada, pero estoy segura no podré querer nunca porque me recordará que solo fui un peón en el juego de ajedrez que su padre se inventó.

Las lágrimas salieron y Analia se sintió más sola que nunca, tenía miedo, rencor y también estaba segura que el bebé que esperaba jamás iba a encontrar una buena madre en Arabella ni un buen padre en Edward y aún así no podía quedárselo porque ella solo harían más miserable y para nada amado a ese bebé.

Analia salió de la cama y camino lo más rápido que pudo hasta la cocina donde estaba segura encontraría a Gabriella, y no se equivoco, la rubia estaba en la cocina aguardando los platos y los utensilios con los que había cocinado.

—Analia —dijo con entusiasmo la rubia, pero cuando se dio cuenta del estado de su amiga se preocupo—. ¿Qué te sucede Analia, porque estás llorando?

La heredera de los Grandchester no contesto a las preguntas de su amiga, solo se abalanzo a los brazos de Gab, ella la abrazó y se obligó a dejar de sus cuestionamientos para después.
El abrazo duro hasta el momento en que Analia empezó a hiperventilar, Gabriella guío a Analia hasta una silla, luego se apresuró a pasarle un vaso con agua.

—Tranquila, no sé que es lo que tienes, pero sé que juntas vamos resolver lo que sea —afirmó Gabriella apretando las manos de su amiga para que ella sintiera su apoyo.

—E… Estoy bi…bien —logró decir la castaña—. Solo necesito salir un momento y tomar un poco de aire, alejarme no sé, no sé que es lo que quiero Gabriella.

Y la castaña volvió a sollozar, metió la cabeza nuevamente en el hombro de Gabriella mientras la abrazaba como si el mundo dependiera de ello.

—Esta bien Analia, esta bien —dijo la rubia secando las lágrimas de su amiga con un pañuelo que tenía en el bolsillo de su vestido—, vamos salir, para que te distraigas y te tranquilices. Voy por mi bolsa, ya vuelvo.

Y tal como lo prometió, Gabriella llevo a Analia aún parque que estaba cerca de la casa, era un parque relativamente pequeño a comparación de los enormes parques a los que estaban acostumbradas a salir a caminar.

Habían pasado dos horas desde que ambas amigas llegaron y se sentaron en una banca cerca a una fuente. Analia había dejado de llorar y ahora solo miraba fijamente al agua de la fuente.

—Gracias por acompañarme —agradeció Analia, de hecho era la primera palabra que había dicho desde que salió de su hogar—. No cualquiera pasa dos horas completamente en silencio y sin hacer nada.

Gabriella sonrió.

—Me entretiene ver a la gente —respondió la rubia sin quitar la vista de enfrente—. A demás yo también he deseado salir a reflexionar un poco sobre mi situación, han pasado casi 7 meses y mi padre ni me ha buscado.

Analia se sintió fatal por su amiga y por el bebé que estaba esperando, ¿acaso él también tendría ese vacío que Gabriella sentía por la ausencia de sus padres?

—Me he dado cuenta que Arabella será una peor madre para el bebé que yo misma —sentenció Analia con amargura—. No se ha interesado por comprarle ropa o por su bienestar, tampoco pregunta cómo cuidarlo. Vea por dónde lo vea esta claro que Arabella será una pésima mamá.

—Menuda verdad —dijo Gabriella—. Pero aún así no te sientes capaz de quedarte con tu hijo porque no puedes amarlo, ¿no es así?

—Y también me siento mal por Emily y por la tía Karen —aseguró la castaña—. Emily me dijo que anhelaba con toda su alma ser mamá, pero por un accidente que tuvo jamás lo va a poder ser, y pienso en mi tía porque ella daría lo que fuera por tener junto a ella el bebé que perdió.

—La vida es así Analia, injusta con unos o simplemente deseamos con muchas ansias tener los privilegios de otros, pero a veces esos privilegios son castigos para esas personas —explicó Gabriella—. Ese es tu caso, tu hubieras deseado haber tenido el problema de Emily para no haberte embarazado nunca o haber perdido al bebé al igual que Karen, y Emily y Karen desearían tener el bebé que crece dentro de ti. Lo que para ti es un privilegio para ellas fue una desdicha y lo que para ti es un castigo para ellas sería una bendición.

—¿Crees que debería quedarme con mi hijo y criarlo? —preguntó la castaña teniendo la respuesta de Gabriella.

—Yo no soy nadie para decirte que es lo correcto o no, yo me guío bajo mis propios reglas y como regla principal esta; no hacerle daño a nadie y puede que mi método de vida no sea la correcta, pero si de algo estoy segura es que desde que comprendí muchas cosas me he guiado a los dictámenes de mi corazón —dijo Gabriella volteándose hacia Analia y tomando sus manos—. ¿Qué es lo que te dice tu corazón? ¿Qué es lo que quieres realmente? Confía en tu corazón, pero sobretodo confía en ti misma.

Analia sintió que un peso se le quitaba de encima, tenía una idea clara de lo que quería y deseaba empezar a poner orden y nuevas ideas.

—Y recuerda que las personas que de verdad te aman, siempre, siempre van a estar para ti sin importar tus errores —agregó Gabriella y abrazo a su amiga, mientras se abrazaban el bebé que crecía se movió, ambas lo sintieron, se miraron sorprendidas y luego se rieron.

Gabriella coloco su mano en el vientre abultado de la castaña, luego se inclinó y deposito un beso ahí.

—Hola bebé, espero que estés bien —le dijo Gabriella al bebé—. Tu tía Gabriella está impaciente por conocerte y quién sabes quizás pueda jugar contigo.

Analia sonrió, era la primera vez que alguien le hablaba a su hijo y no tenía idea de porque ese momento lo sintió tan tierno.

—¿Ya estás mejor? —preguntó Gabriella.

—Con lo que respecta al bebé sí, pero todavía me inquieta que hoy casi le suplique a Aurel para que me hiciera el amor —confesó Analia.

—¿Qué? —preguntó la rubia alzando las cejas.

—Pero él me rechazó, dijo que para hacer el amor se necesitan dos personas, el me ama, pero piensa que yo a él no —dijo Analia recordado en ese momento tenso que había vivido a penas hace unas horas—. Pero creo que yo estoy empezando a amarlo.

—Y yo creo que es demasiado para tu mente por esta tarde —concluyó Gabriella levantándose y tomando la mano de su amiga para que también se levantará—. Necesitas descansar y yo necesito comer, así que vamos a la casa y mañana vamos a dar otro paseo como este para que me vuelvas a contar tus preocupaciones.

—Pero…

—Pero nada —objetó la rubia caminando junto a la castaña—. Mira lo bien que te ha caído este paseo, hasta recuperaste el color de tu cara.

Y si buen lo que decía Gabriella era cierto que el paseo le había caído bien a Analia, lo que no sabían eran las consecuencias que iba a tener ese paseo.

La primera consecuencia era que el padre de Analia, Terrence se enteraría del estado de su hija gracias a que los guardaespaldas que la estaban cuidando le habían tomado una fotografía donde sin lugar a dudas dejaba ver si vientre abultado.

Y la segunda consecuencia era que por casualidades del destino la mujer que más odiaba a los Andley y a los Grandchester había visto a Analia y Gabriella y por su puesto había notado su embarazo.

Sarah, se quedó muy cerca de Analia y observó todos sus movimientos, por el tamaño de su vientre Sarah pudo deducir que el bastardo que la miserable esperaba era de Donato Nowak.

«¿Qué diría el maldito de Donato si se entera que va a ser padre?» pensó Sarah. «¿Se interesaría por su bastardo?»

Sarah ignoró todas esas preguntas cuando las jóvenes levantaron y empezaron a caminar. Las siguió a una distancia prudente para que ninguna de las dos se percató que alguien las iba siguiendo.

Cuando llegaron a su destino, un hombre alto y de cabellos oscuros recibió a Analia, él la abrazó tan fuerte y colocó su mano en el vientre de la castaña. Cualquier que viera la escena no dudaría en que esos dos fueran una pareja enamorada.

—¿Y ese quien es? —preguntó para si misma Sarah y vio con más atención a aquel hombre.

Desde la distancia y gracias al extraordinario disfraz Sarah no pudo distinguir que ese hombre era Aurel. Pero no le importaba mucho quien fuera, iba a usar eso a su favor.
Dándole un último vistazo a los jóvenes Sarah se fue mientras planeaba cuales palabras eran las correctas para que su veneno causa más efecto.

—¡Ay Donato lo último que sabrás antes de que te envié al infierno es que Analia te fue más traicionera que el diablo!

Continuará...

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Hola queridas

Varias personas se van a enterar de el embarazo 🥺😐. ¿Cuál serán sus reacciones?

Todas necesitamos una amiga como Gabriella, ¿Verdad?

Los comento que estamos en la receta final de este fanfic, gracias por su paciencia y apoyo.

Las quiero 💜







La heredera de los Grandchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora