Décimo primer capítulo

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—Su madre y yo tenemos que hacer un viaje —anunció a sus hijos, Terry de mala gana—. Y digo tenemos, porque si no su mamá es capaz de divorciarse de mí.

Analia y Anthony empezaron a morirse de la risa por los gestos y las palabras de su padre, mientras que Candy lo miraba con enojo fingido  por su drama.

—Ahora si desean acompañarnos están más que bienvenidos —les dijo Candy a sus dos hijos—. Solo es cuestión que pida permiso en la escuela de Anthony y que Analia pida permiso en su trabajo.

—¿A dónde irán? —preguntó Analia para averiguar si le convenía o no hacer ese viaje con sus padres.

—A Estados Unidos —contestó Terry después de haber saboreado el salmón—. Veras, hija. Tu abuelo William quiere que vaya como fiador para que le den un préstamo.

Al momento de explicar los motivos del viaje se le escapó una carcajada a Richard.

—Y pensar que hace casi veinte años, tú mismo casi que hundes los negocios de los Andley —dijo Richard entre risas.

Su comentario hizo que Analia se confundiera.

—¿Es enserio, papá? ¿Por qué?

Candy, Terry, Richard y Eleanor se miraron, y la actriz le dio un merecido golpe en las costillas a Richard por hablar de más y poner a su hijo en aprietos con la niña.

—Cosas de negocios, cariño. Cosas aburridas como las ganancias, impuestos y otras cosas estresantes. —Fue la mentira que le inventó Terrence a su hija.

Aquella vez les había cancelado todos los negocios y las inversiones que tenía con los Andley, porque ellos denunciaron a Candy. Para ese entonces ninguno sabía quien era ella en realidad, pero al castaño le indignó que su amada mujer fuera a pagar un crimen que no había cometido, que no encontró mejor despecho que arruinar a los Andley.

—Entiendo —manifestó Analia. A la castaña poco le importaba los negocios y los problemas que estos conllevan.

Si su padre le decía que él y su familia materna pelearon por cosas de negocios aburridas, ella le creía.

—Entonces que dicen, ¿nos acompañan? —Candy volvió al tema principal del viaje, sintiéndose aliviada porque su primogénita ya no hiciera más comentarios acerca del pasado—. Iremos sus abuelos, William y Priscila. Los tíos Albert y Karen con sus hijo, y por supuesto iremos nosotros.

—Yo si quiero ir —aceptó de buena gana Anthony, aunque por una parte le dolería dejar de ver por unas semanas a la mejor amiga de su hermana.

—¿Y tú mi amor? —le preguntó Candice a su hija.

—Lo siento, pero tengo bastante trabajo —mintió la castaña—, y si le pido vacaciones a Turner es capaz de mandarme al demonio.

A diferencia de su hermano menor, ella no estaba dispuesta a dejar a Stefan, no importaba que solo fueran unas cuantas semanas, no quería dejar de verlo y punto.

Y así la familia Grandchester, planeo el viaje, que mas que un viaje de placer era un viaje de obligación.

Se llegó el día que Terrence, Candice y Anthony viajarían junto con los Andley y el día que Analia se separaría de las tres personas más importantes de su vida por un largo tiempo.

—Ya sé que no nos quisiste acompañar porque no te quieres separar de tu novio —reprochó Terry mientras le colocaba el brazo alrededor del cuello y los hombros de su hija.

—Papá… yo… yo…—balbuceó Analia, su padre la había descubierto.

—No intentes en ocultarlo y tampoco pidas perdón —expresó el castaño volteándose y colocando amabas manos en los hombros de Analia—. Es parte de crecer y no te culpo, solo quiero que me prometas algo.

La heredera de los Grandchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora