Vigésimo séptimo capítulo

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Arabella Andley era la hija menor de uno de los primos de William, lo cual convertía a Candice y Arabella en primas.

Arabella había sido criada cuál princesa, siendo complacida por su padre en casi todos sus caprichos y siendo acomplejada por su madre la cual le decía que debía de buscar un buen marido con dinero y poder, al cual debía complacer en todo lo que este le pediría y sobre todo complacerlo en darle un heredero varón.

Y se podría decir que Arabella había cumplido con sus deberes como hija y esposa, solo que faltaba el insignificante detalle de traer un hijo al mundo
Por supuesto que ella no deseaba ser madre, lo necesitaba con desesperación ya que con 38 años la posibilidad de embarazarse era cada vez una imposibilidad.

Gabriella fue personalmente hasta casa de Arabella para decirle que Priscila y Candy necesitaban de su presencia, claro eso solo era un señuelo para que la mujer fuera. Cuando llegó a un lugar apartado de la villa Grandchester, grande fue la sorpresa de encontrar a Analia en vez de su tía y su prima.

Analia le había explicado con detalle cual era el objetivo de su reunión, cuando Arabella se enteró se indignó mucho ya que una chiquilla le había dicho en su propia cara que era incapaz de traer hijo al mundo.
Una hora habían tardado ambas en pelearse y decirse toda clase de insultos y tenían exactamente veinte minutos calladas y fulminándose con la mirada.

Gabriella sintió como si estuviera en medio de dos poderosas emperatrices las cuales estaban dispuestas a atacar por la mas mínima palabra.

—En…entonces —tartamudeó Gab—, ¿qué piensan hacer?

—¡Yo no pienso criar a un niño el cual es el hijo del asesino del patriarca Andley! —Se negó Arabella.

«Y volvemos a lo mismo» pensó Analia con irritación.

—Como gustes, Gabriella vámonos que el tiempo que ocupamos aquí fue solamente tiempo perdido —dijo Analia poniéndose de pie y caminando hasta la puerta donde añadió con malicia: —Puede que yo esté igual de desesperada por encontrar solución a mi problema, pero al contrario de ti yo si tengo tiempo.

Gabriella se volteó hacia Arabella, solo para asegurar que las palabras de su amiga habían hecho su función destructora.

—Casi cuatro décadas en este bello mundo, supongo que tu marido ha de estar tan desesperado como tú por tener un hijo —inquirió la castaña—, deberías de tomar en cuenta que quizás él se canse y termine llevando uno de los tantos hijos ilegítimos que seguramente tendrá con otras mujeres.

—¡Edward no…!

—No te preocupes en decir que tu querido marido te es totalmente fiel, porque solo hay un porcentaje pequeño de los hombres que si son fieles —estableció Analia con el corazón de una mujer dolida la cual en esos momentos era ella—. Y lamentablemente Edward no está en ese pequeño porcentaje.

Arabella solo quedó sin argumentos para discutir, Analia no es que supiera la vida privada e íntima de todas sus primas, pero si sabía que casi todos los matrimonios en la distinguida familia Andley era arregladas casi un cambio de poder o dinero. En esos matrimonios de conveniencia había de todo; maltrato, odio, tristeza, pero menos amor.
Analia camino con su habitual paso, fue Gabriella la que camino apresurado para llegar hasta donde su amiga se encontraba.

—¿Y ahora que vamos a hacer? —cuestionó Gabriella.

—A esperar, solo debemos de esperar —dijo Analia con total seguridad y tranquilidad.

Basto solo unas horas para que Arabella mandará a llamar a  Analia, ella había pedido solo que fuera su pariente, pero Gabriella se negó a dejar sola a Analia.

La heredera de los Grandchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora