Vigésimo primer capítulo

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—Necesitamos hablar Analia —dijo Candy entrando a la habitación en la que se encontraba su primogénita.

La castaña estaba entretenida platicando con Dove acerca de las travesuras que hacía el pequeño Charles que toda esa pequeña alegría que sentía se esfumó cuando su madre entro en la habitación.

—Lo que tanto me pediste, te lo diré hoy y aquí mismo —declaró Candy.
—Dove puedes retirarte —ordenó la castaña.

La enfermera miro de primero a la castaña y luego a la mujer rubia, era evidente que entre ambas había tensión.

—Con permiso —balbuceó Dove y salió de la habitación.

—¿Ahora sí quieres hablar del pasado? Porque siempre que yo te lo pedía siempre era la misma respuesta, sabes que hija hablamos más tarde que tu padre está a punto de llegar —ironizó Analia—. Creo que ya es algo tarde madre, esa tal Sarah Legan ya te hizo el favor de decírmelo.

—¡Esa mujer es una vil mentirosa, solo se ha dedicado a mentir y hacer daño! —se defendió Candice pidiendo al cielo que su hijita no creyera del todo de las palabras que dijo Sarah—. Tú siempre has dicho que cada persona tiene su propia versión de una misma historia, y es importante oír todas las versiones que haya, así que por favor te ruego que escuches la mía.

Analia estaba atrapada en sus propias leyes y no le quedó de otra más que resignarse y escuchar lo que fuera a decirle su madre.

—Sarah Legan fue la esposa del hijastro de la tía abuela Elroy —empezó a explicar Candy y decidió sentarse en un lado de la camilla dónde su hija se encontraba, la historia que tenía para contarle iba a ser larga y tediosa de contar—. Nunca me interese en su historia, pero si en algo coincidimos todos es que ella solo de casó con Roger Legan por el apellido, su dinero, su prestigio, pero sobre todo porque él era el escalón más cerca para acceder a la familia Andley, nuestra familia.

Analia iba a replicar y decir que ella era más una Grandchester que una Andley, pero se calló porque a ella nunca le había importado sus apellidos de alcurnia, nunca se había dado cuenta que sus dos apellidos eran sinónimos de poder hasta ese preciso momento y quizás nunca se hubiera dado cuenta si Stefan no hubiera aparecido en su camino.

—Y así fue ya que el objetivo de porque Sarah actuó como lo hizo fue movida por la ambición de ser la dueña de todo el imperio Andley —Candy respiró hondo iba a confesarle a su hija uno de los secretos de su pasado y no sabía cómo iba a reaccionar—, y el primer daño que le hizo a mi familia y a mí fue robarme de los brazos de mi madre y abandonarme en un orfanato.

La castaña volteó a ver a su madre, no creía lo que acaba de escuchar, luego su mente viajo en el año en el que ella tenía 15 años y encontró unas cartas con remitente de hermana María Leine y la dirección de un tal hogar de Pony, por su puesto ella le preguntó a su madre para saber, pero ella le arrebato el sobre y le dijo de la manera más cariñosa que no era asunto suyo y sobre todo que era de mala educación cuestionar a los mayores.

—Sí mi amor, ese sobre que encontraste hace años era del hogar donde crecí y viví 18 años de mi vida —explicó con ternura la rubia acariciando la cabeza de su hija, aunque ella pensaba que al realizar este gesto ella se alejaría, después de todo a su pequeñita siempre le había gustado recibir este tipo de caricias—. Nunca supimos, pero el día de mi bautizo Sarah junto con su hermana Brenda y otras personas más me robaron de la casa, solo sé que la madre biológica de Annie fue la que nos dejas en el orfanato.

—¿Annie Britter? ¿La esposa del tío Archibald? —preguntó Analia.

—Sí, a ambas nos encontraron al mismo tiempo una muy cerca de la otra. —candice sonrió al recordar aquella época tan lejana, pero la cual calificaría como la más inocente y a veces hasta añoraba aquellos días en el hogar de Pony—. Las dos crecimos juntas hasta que a ella la adoptaron los Britter y yo me quedé sola en el orfanato, intentamos seguir con nuestra amistad, pero… pero… hay veces que el dinero y el prestigio llega a ser más importante que una amistad y ese fue el caso entre Annie y yo.

La heredera de los Grandchester Donde viven las historias. Descúbrelo ahora