Capítulo 3

828 69 4
                                    

La cena continuó después de ignorar el conflicto, el vino y la cerveza se servía en la mesa como si se hubiese producido en masa. Como no soy ninguna nenita que se queda atrás con esos modales de no embriagarse, decidí servirme algunos tragos. Alemania tomaba como un desaforado, y los motores apenas estaban calentando, ya que el idiota de España decidió seguir su juego y hubo un momento en que se retaron para saber quién podía aguantar más. Parecían niños de preescolar con sus absurdos jodidos juegos infantiles.

Como el alcohol estaba haciendo cierto efecto en mi sangre, y al parecer en la de mi hermano también, cada quien animaba a su candidato para que fuera el mejor, porque claro, si animaba a España no era porque me importara, pero como soy el mejor y él es un especie de compañero, entonces no tengo más remedio que pretender que mi compañero también es genial. Porque imaginen qué tan patético me vería junto a un tipo patético. ¡Patético!

La competencia terminó y el estúpido noviecillo de Feliciano ganó, coño. Aunque estuviéramos muy aturdidos por toda la bebida, aun teníamos fuerza de regresar a casa, pero la lluvia aun no paraba, así que tomé la oferta de Italia de quedarnos a dormir, aunque odiara estar en el mismo techo que el imbécil come patatas. De igual forma no planeaba llevar al aturdido España en mi espalda todo el camino tomando en cuenta que él pesa como 100 kilos más que yo. ¿Ya mencioné la lluvia?

Solo tenían una habitación extra con una cama, ¿acaso pensaban que iba a admitir a este bastardo ebrio dormir conmigo? Bueno, tal vez solo por esta vez ya que me siento generoso y jamás dejaría a un borracho dormir en el frío piso, si se enfermaba luego él no podría cumplir mis caprichos. Será mejor cuidarlo por esta noche.

Lo acerqué a la cama dejándolo caer, pero su peso fue tal que terminé cayendo con él. ¡Es súper pesado! Él estaba encima de mí medio inconsciente, tenía esos ojos seductores y aquella sonrisa traviesa...Su dulce pero masculino aroma se había mezclado con el del alcohol. ¡Me va a dejar sin oxígeno si no me lo quito de encima!

Y era porque estaba pesado, muy, muy pesado, no por alguna otra razón.

Mis brazos habían quedado inservibles al ser atrapados bajo el cuerpo de España, y al estar en estado de ebriedad mi fuerza se redujo considerablemente. ¿Por qué ese bastardo no se quitaba de una buena vez y dejaba de verme de esa manera! Admito que estaba un tanto nervioso.

-Lovino... -susurró mi nombre de forma que me estremecí, hacía tanto que no lo pronunciaba que había olvidado cómo sonaba en sus labios; sedosos y seductores labios.

Hacía tiempo que le prohibí llamarme por aquel nombre; sonaba tan familiar e íntimo.

Estúpido vino y estúpida cerveza.

España se acercó a mis labios, demasiado, ¡estas demasiado cerca! ¿No te das cuenta! Los besó, sin más, sin titubeos ni vacilaciones. No podía hacer nada para rechazarlo y al cabo de unos segundos cedí ante sus acciones, cerré los ojos como si fuera una chica adolescente dando su primer beso en una película totalmente cursi. Sentí un poco de humedad y después comprendí que nuestras lenguas estaban danzando de una manera espectacularmente mágica.

Sus manos acariciaron mis mejillas hasta aferrarme fuertemente del cabello, tomamos aire al separar nuestras bocas, y él fue en picada a erradicar mi cuello; era una sensación de entre cosquillas y placer. Luego lo hizo, pasó a mi pequeño punto sensible que no podía resistir al tacto. Con sus firmes dedos enredaba mi rulo entre ellos, dando vueltas ingenuamente e ignorante de que aquella zona era mi perdición.

¡Y diablos, maldita sea! ¡No dejaba de tocarlo y yo estaba en un trance del cuál no sabía cómo salir ya que estaba disfrutando todo esto! Sus labios moviéndose sin cesar entre mi cuello, su mano que bajaba sigilosa entre la ropa, sus dedos que no paraban de jugar con mi peculiar cabello. ¡Diablos, voy a morir! ¡Ahora de verdad voy a morir! Si me estuviera besando en los labios podría simular más fácil o aguantar más los ruidos que mi boca ansiaba producir.

¡Por qué no simplemente lo golpeaba para quitarlo? ¡Por qué mi cuerpo no reaccionaba a mi voluntad? Todo estaba a merced de aquel chico de seductora mirada verde. Podía sentir lo colorado que me encontraba, acorralado entre el cuerpo de este chico y las sabanas, mordía mi labio inferior para retener cualquier posible sonido. Pero ¡Qué le pasa? ¡ Acaso había descubierto cuál era mi zona erógena? ¡Cómo se le ocurre lamer de la nada mi rulo?

Lo siento Romano, te decepcioné, lo detesto, detesto esto, pero no me dejó otro remedio que lanzar un ruido bastante peculiar con la boca.

En seco se detuvo, y yo lo miraba avergonzado con miedo a lo que diría.

-Lovino, eres bastante lindo ~

¡No más! ¡Estoy muriendo de la vergüenza ahora mismo! ¡Esta es la peor humillación que he pasado! ¡Deja de repetir mi nombre ahora mismo! ¿Por qué lo sigues diciendo tan incansablemente? Me encuentro totalmente débil ante su voz, pero nunca se lo diría porque se creería especial y no quiero que piense en cosas raras.

No paró hasta sacarme la ropa y desahogarse en mí, disfrutando cada vez que lograba obtener algún gemido mío, los cuales deje de esforzarme por disfrazarlos o retenerlos. Parecía que mi cuerpo era un fino licor exportado que no podía parar de beber porque el idiota se había hecho adicto.

Cansados ambos al fin, nos recostamos correctamente en la cama, él me abrazaba desde atrás, se lo permití solo porque la ropa que yo llevaba era muy delgada y era una noche bastante fría.

-Te amo - me susurró aquel bastardo.


Continuará...

Change of Heart (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora