Supongamos que hay un tipo de la compañía que fue rechazado el otro día. Avergonzado y desconcertado, al tipo obviamente le resultaría difícil recobrar su forma de ser habitual. Incluso si a la chica le resultara difícil mirarlo a los ojos, sería debido a sentimientos de culpa. El joven debería ser quién está incómodo. Normalmente, al menos.
—Hina, Hasegawa te está mirando de nuevo. ¿Realmente no hiciste nada para molestarlo?
—No, no lo hice. Probablemente...
—Pero él ha estado así durante toda la semana ¿sabes? ¡Estoy segura de que hiciste algo! ¡Tal vez no lo recuerdes! ¡Si no, no te estaría mirando con esos ojos!
Hina suspiró, mientras revisaba el documento lleno de marcas rojas en su mano. Su Kohai y compañera de trabajo, Mei Katsuragi, rizó un mechón de su cabello con una mano y con una voz que solo Hina podía escuchar, susurró:
—Recientemente, hay rumores por ahí. De que la emperatriz finalmente enfureció a la máscara de hierro.
—La emperatriz, ¿eh?
La "emperatriz" en realidad se refería a la propia Hina. Era un apodo dado por un empleado que estaba celoso de que ella trabajara mejor que la mayoría de los hombres. Hina no estaba contenta con este apodo, pero en realidad no podía expresar libremente sus pensamientos dentro de la compañía, y antes de darse cuenta, el término "emperatriz" se le había atribuido tenazmente.
Hina continuó revisando el documento. Después de revisarlo unos minutos más, le devolvió el papel a Mei.
—Existen numerosos errores ortográficos. Como también hay muchos compañeros de trabajo de alto nivel, deje de enviar este tipo de documento malogrado.
—Vaya. Sí, seguro.
—¡Oye! ¡Sé seria!
—¡L-lo siento! Pero incluso si me dices eso, es porque tengo una sempai muy confiable aquí que me mima así.
Mientras Hina miraba la cara alegre y sonriente de su kohai, Mei sacó otro archivo con un documento nuevo.
—Bueno, entonces, ¡contaré contigo para este también!
—Okay, entendido.— Mei juguetonamente le dio un saludo, y luego sonó el timbre indicando el final del almuerzo. Todos los empleados se pusieron de pie a la vez. Hina cogió el emparedado y el té que compró en la tienda de conveniencia mientras se levantaba.
En ese momento, sintió la presencia de alguien en su espalda, así que frunció el ceño y lentamente miró hacia atrás.
—Sra. Hina Uzuki, está libre esta tarde, ¿verdad?
—No, no estoy libre. Por cierto, señor Hasegawa, ¿no está siendo usted un poco persistente?
—¿Persistente? ¿No es sólo su percepción? Por favor, absténgase de señalarme con esos pensamientos subjetivos.
—...
Ante tales palabras, Hina entrecerró los ojos y frunció el ceño a Hasegawa.
Había pasado una semana desde que ella lo rechazó, pero Hasegawa continuaba persiguiéndola así todos los días. Aunque ella lo rechazaba cada vez, parecía que la palabra "rendirse" no existía en su vocabulario.
Hina gimió interiormente mientras sostenía su cabeza con una mano, exasperada.
Dándole una mirada despectiva, la cuestionó una vez tras otra.
—Primero, ¿por qué no está libre esta tarde? Ayer dijo que estaría libre hoy, ¿no? ¿Lo ha olvidado? No es como si usted olvidara las promesas...