El lobo feroz "Niklaus Mikaelson"✅️

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«Detrás de cada villano hay una verdad, ya sea percibida o real». – Dalton Frey, La luz más oscura.

—Hola, amor.

Me quedo paralizada y, lentamente, me doy la vuelta como si estuviera en una película de terror.

—Klaus —susurro apenas audible, pero sé que él me escucha.

—Sabes, he oído algunas historias sobre ti, amor, y sobre mi hermano Elijah —dice con ira contenida en su voz.

—Elijah y yo no somos nada, solo hicimos un trato.

¿Por qué le estoy diciendo esto? Veo cómo Klaus se relaja con mis palabras. Se acerca lentamente, y me ofrece su mano. Levanto la vista y me quedo viendo fijamente sus ojos antes de aceptar su mano. Noto la sorpresa en su rostro, pero desaparece tan rápido como apareció.

—¿A dónde vamos?

—A un lugar más tranquilo, para que podamos hablar —me abre la puerta de su vehículo y entro.

Pasamos varios minutos en un silencio cómodo mientras conducimos hasta llegar a una casa pintoresca.

—Vamos, amor —dice, indicándome que lo siga.

Antes de que pueda hablar, entro en la casa, y Klaus me observa sorprendido.

—Eres un vampiro, ¿cómo entraste sin invitación?

—No soy un simple vampiro —respondo, notando la duda y la intriga en su mirada.

Llegamos a una sala y Klaus me hace una seña para que me siente en uno de los muebles. Obedezco, sabiendo que la verdadera conversación apenas comienza.

—¿De qué quieres hablar, Klaus?

—De mi maldición... de mis hermanos.

—Bueno, esta conversación va a ser larga —digo, haciendo una pausa para medir su reacción—. Pero antes de empezar, quiero hacer tres tratos contigo. Si aceptas, te daré lo que quieres, incluso más.

Klaus me mira intrigado, pero no dice nada.

—Primero, hay personas que no puedes matar: Elizabeth Forbes, Bonnie y Sheila Bennett, Matt y Vicki Donovan, Jeremy Gilbert y Jenna Sommers, Mason y Tyler Lockwood, y por último, los hermanos Salvatore. Lo segundo es que debes liberar a tus hermanos. Y lo tercero, la libertad de Katherine.

Antes de que pueda reaccionar, Klaus está frente a mí en menos de un segundo, sus manos apretando mi cuello.

—Eres hermosa, amor, y me intrigas demasiado, pero no eres nadie para darme órdenes o decirme qué debo hacer —dice con una voz dura.

Me libero de su agarre usando mis poderes, y puedo ver la sorpresa en su rostro.

—Te diré las cosas que puedo darte a cambio de que aceptes mi trato. A cambio de no matar a ninguno de los que mencioné, te diré dónde hay un nuevo roble blanco.

Klaus se ríe, incrédulo.

—Imposible, mis hermanos y yo destruimos todo el que había.

—¿En serio creías que la naturaleza lo permitiría? Después de que tú y tus hermanos se fueron, creció otro roble blanco, y yo sé dónde está.

Veo cómo su risa disminuye mientras me observa con atención, y continuo.

—Para que liberes a tus hermanos, te diré que tu madre no te puso una maldición, te puso dos.

El rostro de Klaus es impenetrable, imposible de leer, pero sé que está procesando cada palabra.

—Para crear híbridos necesitas la sangre del Doppelgänger.

La ira se enciende en los ojos de Klaus, pero no me detengo.

—Y por la libertad de Katherine, te daré la tuya.

Klaus suelta una risa baja y sarcástica.

—¿Mi libertad? —se burla—. ¿Qué sabes tú de eso?

—Sé dónde está Mikael.

La risa de Klaus se detiene al instante. Sus ojos se oscurecen.

—¿Tenemos un trato, Niklaus? —pregunto suavemente.

—¿Y cómo estás tan segura de que no te mataré y te obligaré a decirme lo que quiero? —su voz es fría, dura, amenazante.

Lo miro directamente a los ojos, segura de lo que estoy diciendo.

—Soy inmortal, no puedes matarme. Soy bruja, no puedes obligarme. Y sé que no matarás a nadie que me importe para forzarme porque somos compañeros.

En ese momento, un pensamiento fugaz cruza por mi mente, recordando la conversación con
Grams. Fue ella quien me hizo entender lo que había entre Klaus y yo, quien me habló de la conexión que trasciende cualquier otra cosa. Compañeros. Almas gemelas. Aún me cuesta procesarlo, pero ahora, frente a Klaus, sé que es verdad.

Los ojos de Klaus se abren con sorpresa.

—Imposible —susurra, casi para sí mismo.

—No lo es —respondo, acercándome lentamente. Él se queda inmóvil, viéndome, procesando lo que acabo de decir. Acaricio su mejilla con suavidad, y Klaus cierra los ojos. Me inclino, apenas rozando sus labios con los míos.

—Caroline... —susurra Klaus, abriendo los ojos. Puedo ver el deseo y la lujuria en ellos.

—Buenas noches, Nik.

Y, antes de que pueda reaccionar, me voy a toda velocidad, rumbo a mi casa.


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