Viví como una ermitaña durante algunos pocos días, y se debe a que me negué a levantarme de la cama más allá para darme una ducha o a comer algo, incluso estuve en penumbras todo ese tiempo. Me desaparecí por completo de la existencia de todos, porque siendo honesta, lo que menos me apetecía era hablar con alguien. Me sentía tan extraña que había momentos donde sentía que había abandonado mi propio cuerpo.
Ese día estaba más animada, y no porque lo estuviera de verdad, sino que llegué a la conclusión que tenía que continuar con mi vida y las responsabilidades que esta me demandaba.
Abrí la ventana para que pudiera entrar la luz por fin a mi departamento, y tuve que cerrar los ojos de golpe al no estar acostumbrada a tanta iluminación.
Tiempo más tarde me senté a observar como el mundo se movía a mi alrededor mientras tomaba una taza de café. Llegué a muchas conclusiones esos días con respecto a lo que sucedió con mis padres, y sí, quizás no había sido la mejor forma de afrontar la situación. No debí haberlos tratado de esa manera tan baja y horrible, pero creo que luego de muchos años de soportar diferentes cosas, había explotado de la peor forma y aún así no me sentía aliviada por haberlo hecho.
Aún tenía esa sensación de estar agotada mentalmente de todo, así que preferí que era mejor volver a la cama y pasar el resto de mi vida ahí. Solo miraba un punto fijo enrollada a mi mantita. Estábamos en pleno verano y hacía calor, pero eso era lo que menos me importaba en aquel momento.
No sé en qué momento me quedé dormida, pero me desperté por el sonido de la puerta siendo azotada. Fruncí mucho el ceño, pero decidí ignorar aquel golpe. Quizás solo era Milo queriendo asegurarse que estuviera bien, pero tampoco me apetecía verlo. Le enviaría luego un mensaje dando alguna señal de vida.
El golpe en la puerta continuó, y cada vez era más fuerte. Supuse que Milo no se iba a conformar con un simple mensaje o que no se iba a ir tan fácil, así que me rendí y con toda la pereza del mundo me levanté con mis sábanas a rastras y abrí la puerta sin mucho cuidado.
—¿Qué quieres? —espeté.
Casi de inmediato me encontré con unos ojos azules: Niall.
Mi primera impresión fue fruncir el ceño, luego fue de asombro por haberle hablado de esa forma pensando que era Milo, pero no salía más nada de mis cuerdas vocales. ¿Qué hacía Niall ahí? ¡Joder! ¡Seguro me veía patética! Su expresión se relajó al verme, pero después entró como si nada a mi departamento soltando un gran suspiro.
—¿Se puede saber qué jodidos te pasa, Alicia? —expresó enojado—. ¿Cómo se te ocurre desaparecer así? ¡Pensé que te había ocurrido algo!
—No me llames Alicia —fue lo único que salió de mi boca, con voz ronca.
Él entrecerró los ojos y me miró mucho más molesto, pero luego suavizó la mirada, intentando mantenerse relajado.
—No puedes solo desaparecer, Alice. Lo he dicho antes, no está bien que lo hagas —mencionó más calmado pero aún en forma de queja—. ¿Estás bien?
Bajé la mirada al suelo de inmediato. No quería que justo él me viera en mi peor momento. Sé que me ha visto un poco vulnerable, pero esto me hacía sentir casi humillada.
—No... Es decir... No lo sé. Han sido días un poco intensos.
—¿Quieres hablar sobre eso?
Me lo pensé por un momento, pero no me sentía preparada para hacerlo.
—Solo hubo un conflicto con mis padres, nada fuera de lo normal. Para ser honesta... no, no quiero hablar sobre eso.
Él asintió y no mencionó más el tema. De hecho, intentó animarme hablándome de otras cosas. Yo estaba algo distante o distraída, pero aún así me hacía sentir bien que él estuviera ahí.
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Perfect Strangers - Niall Horan.
FanfictionAlice Moore está cansada de que los chicos siempre jueguen con sus sentimientos y sea reemplazada tan fácilmente por alguien más, así que su mejor idea es colarse en una fiesta y desahogarse sobre sus problemas amorosos con un completo desconocido. ...