Capítulo I

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Era de noche y nuestra pequeña de 5 años se encontraba en un profundo sueño, que de un momento a otro, fue interrumpido por gritos y golpes que se escuchaban fuera de lo que muy pronto, dejaría de ser su hogar.

La pequeña se encontraba aterrada, no comprendía lo que estaba sucediendo. Aquellas voces le provocaban terror. Lo único que pudo hacer fue ocultarse entre sus sábanas esperando a que todo aquello terminará.
Lamentablemente no fue así.

-Hija, despierta, ¡tenemos que irnos ya!- Grito el padre de la pequeña, tomándola entra sus brazos para luego salir por la ventana de aquella habitación, la casa solo era de un piso así que no tuvo problemas para salir.

Mientras el padre corría aún con su pequeña en brazos, está lloraba aterrada suplicando ir con su madre.

Mientras el hombre salía del pueblo fue testigo de las torturas y desgracias que estaban viviendo sus vecinos.
Pero no podía detenerse a ayudar a alguien más, ya que su hija era su prioridad.

Aquel padre temía por la vida de su pequeña más que de la suya, ¿Cómo le explicaría a su pequeña hija que su madre acababa de ser asesinada a manos de esos malhechores?
Que tenían que dejarla atrás para poder escapar de aquellos despiadados.

-¿Dónde está mamá? Quiero ir con ella-
Suplicó la niña, aferrándose a la camisa de su padre.

Este no respondió y siguió corriendo pero cada vez perdía velocidad.
Llegó un momento en el que el hombre no podía correr más, sus piernas no se lo permitían y, para su mala suerte, aquellos malhechores los estaban alcanzando, pues se escuchaban cada vez más cerca.

De golpe se detuvo, y calló al suelo el hombre junto con la niña, no lo pensó dos veces así que explico rápidamente a la infante.

-______, hija mía, pon atención a lo que te diré- Susurro el hombre con dificultad.
-Corre, corre tan lejos como puedas, tienes que irte de aquí o también te atraparán, no, no lo permitiré, ya me arrebataron a tu madre no harán lo mismo contigo, ahora vete de aquí mi niña, y recuerda lo mucho que tú madre y yo te amamos- Siguió susurrando aquel padre ya con los ojos cristalizados, intentando no soltar en llanto, al saber que no volvería a ver a su amada hija.

La pequeña seguía sin entender que pasaba pero obedeció las indicaciones de su padre sin cuestionar.
Y de un momento a otro comenzó a correr hacia adelante sin saber a dónde iba, aún llorando pero dando su mayor esfuerzo por alejarse tan rápido como sus pequeñas piernas se lo permitían.

-¡CORRE!- Grito el padre con tanta desesperación que se podía percibir en su grito, quien ya había sido capturado por aquellos hombres.

Ya estando lejos ______ aún lograba escuchar a su padre con esos hombres que tal parecía lo estaban torturando, podía escuchar a su padre gritaba de dolor y suplicando piedad. No paso mucho cuando dejó de escucharlos.

No sabía cuánto había durado corriendo pero sentía que ya no podía más, así que decidió sentarse en el pasto creía que ya no corría peligro, rato después siguió caminando, hasta que llegó a unas altas montañas.

Camino entre ellas y allí decidió pasar el resto de la noche para proceder a seguir llorando por la perdida de sus amados padres. Pasaron los minutos hasta quedar dormida en aquel lugar.

Era de mañana, y un cálido rayo de sol se posaba sobre ella anunciando un nuevo día.

La pequeña despertó y camino un poco más pues pasando las montañas había un pueblo, no tenía a donde ir, su única opción apuntaba a que ese era un buen lugar para pedir ayuda y con suerte comer algo, ya comenzaba a sentir hambre.

Camino un poco por las calles de aquel pueblo hasta que llegó a una panadería, pues está emanaba un delicioso olor a pan recién horneado.
No lo pensó dos veces y entró a suplicar un trozo de pan para calmar su hambre.

Al abrir la puerta está hizo sonar una campanilla que colgaba del techo avisando al repostero que tenía un nuevo cliente.

-Hola, bienvenido, ¿En que puedo ayudarle?- Salido un hombre de al menos unos 28 años, quién se encontraba acomodando bandejas de pan.

La pequeña tenía miedo de ser echada de ese lugar, no contaba con dinero ni nada de vamos con lo que pudiera pagar.

-Hola, mi nombre es ______ estoy pérdida y tengo hambre, ¿Usted podría ayudarme?- Saludo la pequeña con voz entrecortada, aún se sentía destrozada por lo que le acababa de suceder.

El repostero al oír estás palabras puso mayor atención a lo que ocurría dirigiendo la mirada a la pobre niña.

-Oh, hola pequeña, ¿Estás bien?-
-Mirate, tu ropa está muy sucia que te sucedió?- Pregunto con preocupación.

La niña no resistió y comenzó a llorar descontroladamente tratando de contar lo que le había sucedido.

Después de contar su trágica historia, el repostero intento consolar a la niña. Cerro su panadería y se dirigió a su hogar en compañía de la pequeña para brindarle su ayuda no la dejaría a su suerte, ya había sufrido mucho.

Le ofreció un plato de comida y la llevo a un refugio para niños del pueblo.

En ese lugar unas mujeres cuidaron de la niña mientras el repostero, llamado Eduardo se encontraba en una difícil decisión, no estaba casado ni mucho menos tenía hijos, pero esa pequeña de alguna manera le demostró que se encontraba muy solo, ¿Sera buena idea adoptarla?

No lo siguió pensando y comenzó con en papeleo de adopción.

Para aquella niña todo estaba pasando muy rápido, acababa de perder a sus padres, y ahora se encontraba en otro pueblo siendo adoptada por un hombre que apenas conocía.

-Vamos a casa pequeña- Indico el hombre ofreciendo su mano a la infante.
Esta la acepto y camino con el, saliendo de aquel sitio.

Una vez en su nuevo hogar el hombre quien por cierto lleva por nombre Eduardo Guzmán, le preparo una linda habitación a la joven decorada con algunos juguetes que con esfuerzo consiguió para su, ahora, hija.

Pasaron unos días de esto y la pequeña empezó a pasar tiempo en la repostería con su ahora, padre.
Está le ayudaba en la preparación de algunos postres, de alguna manera el mantenerse ocupada en algo hacia que no pensara en la traumática situación que había vivido días antes.
Aquel hombre no tardó mucho en encariñarse de la pequeña, con las ocurrencias de su hija se sentía de alguna manera más feliz, como si, sin saberlo, volvió a sentirse con vida, ahora había alguien que lo hacía sentir alegre y ya tenía una razón para querer seguir y dar lo mejor de él, su hija ______.

Ambos se llevaban bien parecía que les hacía bien la compañía del otro.
Uno de esos días la pequeña se encontraba fuera del local jugando con sus juguetes, en un momento, un pequeño niño de su edad se acercó a ella.
Quién no llevaba consigo buenas intenciones.

-Hola niña-
¿Por qué estás sola, acaso no tienes amigos?- Pregunto el niño.

-No, no tengo ami-

La joven fue interrumpida, pues aquel chiquillo la empujado contra el suelo.

-No tienes amigos porque de seguro eres una niña rara y fea, nadie va a querer ser tu amigo o estar cerca de ti- Espetó el niño, señalando a la pobre niña quién aún seguía tendida en el suelo.

-¡Alex regresa tenemos que irnos!- Grito una mujer a lo lejos quién parecía ser su madre. El infante obedeció y regreso dejando sola nuevamente a la niña.







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