Evitar el desastre

309 33 1
                                    

Confundida, no sabía qué responder a la pequeña hada a la cual había ignorado durante tanto tiempo.

"Eeeh... perdón, no sabría.."

Ella veía a sus costados, como pidiendo ayuda.

Paimon la veía de frente, llena de determinación en sus ojos.

¿Por qué ayudaría a una mujer que la dejó encerrada durante semanas en un calabozo?

Después de todo, sí estaba un poco resentida con ella.

Pero sabía que no era su culpa.

O lo presentía así.

Para cuidar a los que más quieres, tienes que hacer cosas que las que no estés dispuesta.

Durante el tiempo que estuvieron en el frente del ejército Sangonomiya, conoció de la admiración de todos los soldados por su lideresa.

La tenían en el más alto pedestal.

Era su reina.

Y si seguían luchando en una guerra muy proclive a perderla, era gracias a ella.

Porque confiaban en su Suma Sacerdotisa.

Tenía que hacerlo por todos los soldados de Sangonomiya que conoció.

Y por el viajero.

Él no la dejaría sola en un momento como este.

Y seguro nunca se lo perdonaría.

Porque no es lo que haría un aventurero.

...

Al frente, seguía Kokomi algo extrañada y confundida.

Hasta que reaccionó.

"Disculpa, no es necesario tu ayuda, puedes irte... disculpa por mantenerte encerrada"

Se dio media vuelta y siguió su camino.

Paimon se quedó viéndola en el mismo lugar.

Desde ahí veía su espalda.

Triste y resignada.

Una sensación extraña recorrió su pecho.

Pero no sabía qué responder.

Solo le había ofrecido su ayuda pero nada más. No sabía cómo apoyarla exactamente.

Mientras ella se iba alejando, al menos pudo tener la certeza de algo.

No podía quedarse de manos cruzadas.

Se desmaterializó y la fue siguiendo sin que se dé cuenta.

Trató de mantener un vuelo bajo para que la humedad reunida en su cuerpo no destaque.

Poco a poco,  Kokomi seguía caminando, con sus manos temblorosas.

Hasta que llegó al Santuario Sangonomiya.

Antes de entrar, respiró profundamente unas tres veces y calmó el temblor de su cuerpo.

Abrió la puerta de la sala de reuniones.

En él, lo estaban esperando Gorou y sus demás generales.

Le informaron de la situación.

El Ejército Imperial había hecho una avanzada a gran escala como nunca se había contemplado antes.

Usaron todos los recursos y soldados posibles dejando el resto del país con un nivel de seguridad mínimo.

Las fuerzas de Watatsumi lograron retirarse sin mayores bajas, y todos se encontraban a los alrededores de la isla, listos para defenderla.

La Grulla Enamorada | Una historia de amor sobre Kamisato AyakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora