Parece que metí la pata.
Estuve actuando tal como me lo había indicado Kamisato Ayato. Siguiendo sus instrucciones y posiblemente echando a perder mi reputación como Comandante del Ejercito Imperial.
Si lográbamos salir de esta, era cuestión de tiempo para que nuestras intenciones se filtraran en todos los estratos del ejército. Podríamos aislar a la Shogun, tal como lo hicieron las anteriores cabezas del Triunvirato, pero no podríamos evitar las conversaciones a nuestras espaldas.
Hice todo los posible para evitar filtraciones. Di órdenes estrictas, pedí la máxima confidencialidad para la comunicación entre las partes, ordené la quema de todos los registros, pero solo bastaría un solo soldado, una sola malinterpretación, una pregunta de más... solo algo fuera de lo común para que mi posición se ponga en duda.
Y aún así, creí a Ayato.
Creí en él porque Thoma tenía razones para desconfiar de Miko.
Todos buscábamos, de alguna manera, acabar con el Confiscamiento de Visiones. Algunos con más ganas que otros, pero teníamos que cubrir las apariencias.
El día que capturé a Thoma, no pude dormir en toda la noche.
Sabía que estaba mal, pero tenía que seguir.
Tenía que seguir, presenciar el final, incluso si me desagradaba.
A lo mejor, algo se me ocurriría, algo cambiaría, algo...
Algo aparecería.
O alguien.
En ese momento, nuestro desconocido intruso se hizo presente en la ceremonia para rescatar a Thoma.
No les mentiré al decir que me sentí aliviada. De una manera sumamente cobarde.
Porque no tendría que actuar frente a la Shogun, y Thoma no sería arrebatado de sus aspiraciones.
Sabía cuales eran, por lo que me parecía todavía más cruel si eso llegaba a pasar.
Y que Thoma no sería el principal afectado si llegábamos a ese punto.
Él nunca fue frontal con sus intenciones, tuve que sacarle las respuestas de su boca.
Buscando respuestas, más completas de las que el amo de llaves sería capaz de brindarme, fui en busca del dueño del circo. La persona que debería estar por encima de Thoma.
Y bueno, aquí estamos.
Esa persona fue no solo totalmente convincente, sino que también pudo ver a través de mí.
Vio mi decepción respecto a las cabezas de mi Comisión. También vio mi decepción respecto a mi padre adoptivo, quien fue corrompido por las aspiraciones de los Fatui.
Quería llorar, pero no podía permitírmelo, al menos no como Comandante.
Es por eso que acepté mi rol en este plan. Participando el cambio, podría encauzar mi frustración, y llegar a aceptarme. Pensar que mi poder tenía cabida en la realidad. Que no era una simple soldado aceptando órdenes, sino que podría usar mi fuerza para hacer un cambio.
Seguí sus instrucciones, y aquí estamos.
Fallé en mi misión de regresar con Signora. Un chico desconocido con una gran sombrero cruzó los aires y arrebató a Signora de los brazos de mi oponente.
Se fue tan rápido que no pude detectar quien era. Sería un Fatui, aunque no tenía información de soldados Fatui que volaran. ¿Quizás un Heraldo? No era importante ahora, solo podía volver con el cuerpo desmayado de mi contrincante. Un exiliado por la Shogun al oponerse abiertamente al Confiscamiento de Visiones.
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La Grulla Enamorada | Una historia de amor sobre Kamisato Ayaka
Romance¿Qué pasaría si el protagonista correspondiera a los sentimientos de Kamisato Ayaka? Bajo la luz de la luna, el viajero veía como Kamisato Ayaka se iba alejando en dirección a su residencia. Una figura dibujada por la luminosidad del bosque Chinju...