Me despierto con el ruido de una puerta cerrándose y pisadas fuertes. Desubicado, parpadeo hacia la nada, sintiendo las legañas en las pestañas y reconociendo poco a poco mi propio cuarto. Por algún motivo hay movimiento en la planta baja, pero tengo el cerebro demasiado espeso como para preocuparme por ello ahora mismo.
Con un gruñido, me obligo a incorporarme y algo pesado cae al suelo. Es mi móvil, apagado, muerto y sin batería. De manera vaga, recuerdo que anoche me metí en la cama mientras hablaba con Selene y, visto lo visto, tiene toda la pinta de que me quedé dormido a mitad de conversación. Otra vez.
Alguien rebusca en mi cocina, en un patrón que reconozco incluso medio dormido, y ahogo un bostezo. Me levanto con un suspiro, recojo el teléfono del suelo y, tras ponerlo a cargar, me acerco a la ventana. El domingo ha amanecido con pesadas nubes en el cielo y una nevada irrisoria que mantiene los copos de nieve flotando en el aire en espirales perezosas. La carrocería negra del coche de Jared reluce frente a mi garaje, y esa es la última confirmación que necesitaba para saber quién ha vuelto a invadir mi casa.
Me tomo mi tiempo en bajar, priorizando una ducha hirviendo y el recoger la ropa sucia que me voy encontrando para poder hacer más tarde la colada. Cuando descubro una pelusa traidora adherida a una de las patas del taburete del baño, tomo nota mental de que un día de estos debería hacer limpieza general y bajo las escaleras arrastrando los pies.
Tal y como me esperaba, me encuentro a Jared poniendo agua a hervir como si mi cocina fuese la suya. Bostezo otra vez, adormilado, y paso a su lado para meter el montón de ropa en la lavadora. El reloj de la pared me desvela que apenas son las ocho y media de la mañana; demasiado pronto para ser fin de semana.
—Me he despertado por tu culpa —murmuro. No pregunto qué hace en mi casa. En cambio, saco dos tazas del armario y las dejo a su lado antes de ir a inspeccionar mi triste frigorífico. En el aire flota un penetrante olor a antiséptico y lejía—. ¿De dónde vienes, por cierto? Apestas a productos de limpieza.
—Del hospital. Peter me ha permitido hacer de alumno interno, ¿recuerdas?
—No.
Al final, saco la leche del frigorífico y Jared bufa, en absoluto sorprendido por mi falta de interés y mi escasa memoria a menos de veinte minutos de haberme despertado. Él procede a servir el café en mi taza, echa el agua caliente en la otra y yo me dejo caer en una de las sillas. El olor del café se junta con el olor del hospital y hago una mueca. Es muy temprano para estar pendiente de tantas cosas.
—Me ducharé —promete Jared cuando ve mi gesto.
—Por favor.
—Pero déjame primero ser persona, ¿de acuerdo? —Rescata un sobre perdido de manzanilla de uno de los cajones, lo echa al agua y se hunde en el asiento. Tiene unas ojeras kilométricas—. Llevo despierto toda la noche. Los turnos de guardia son asesinos.
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El destino de la luna
WerewolfLo que más odia Selene es empezar de nuevo. Alec, por el contrario, detesta no poder hacerlo. Cuando ella pisa el pueblo por primera vez, al instante queda claro que son demasiado distintos y, sus mundos, completamente diferentes. Sin embargo, no to...