Capítulo 9.

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El agua bajo mis pies me tambalea con inseguridad en cuanto piso uno de los botes que hay atados al muelle de madera que se adentra un par de metros en el lago

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El agua bajo mis pies me tambalea con inseguridad en cuanto piso uno de los botes que hay atados al muelle de madera que se adentra un par de metros en el lago. Puedo imaginarme a los niños (o no tan niños) correr y saltar al agua con chapuzones gigantescos. El sol me calienta la cara y la tela de la cazadora. De vez en cuando sopla una brisa fresca de otoño que huele a lluvia, pero nada es capaz de romper la calma que se respira en este sitio. Nada, excepto la estridente risa de Ivi a mis espaldas.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto, dándome la vuelta pero sin salir de la embarcación.

Hemos terminado de almorzar y ahora en la gruesa manta tendida sobre las piedras de la orilla solo quedan una bolsa de pipas, un paquete de galletas a medio terminar y una botella de agua. Ivi, todavía con una sonrisa de oreja a oreja, abraza a Lucy y la estrecha contra sí ignorando sus quejas.

—Que esta pillina de aquí ha hecho avances con su Ethan y se lo tenía muy callado.

Incluso desde donde me encuentro, puedo ver a la perfección cómo el rostro de Lucy se colorea hasta la misma punta de las orejas y empuja a Ivi para separarse de ella. Como medida contra su bochorno, agarra las galletas y se pone a comer. Ivi intercambia una mirada conmigo y me apresuro a regresar junto a ellas bajando de la pequeña embarcación con un salto.

—Eso es traición —declaro, acercándome con prisa—. Quiero detalles. Cuenta, cuenta.

Lucy enrojece todavía más.

—No hay nada que contar —masculla, mordisqueando su galleta cual ardilla pequeña y adorable—. Solo tenemos que hacer un proyecto y le he pedido ayuda. Se le dan muy bien las fotos.

—¿Y ha dicho que sí? —me intereso, dejándome caer en la manta junto a ellas y apoderándome de las pipas. Me hago con un puñado y le tiendo la bolsa a Ivi. Entre las dos, parecemos unas abuelas de pueblo cotilleando a la sombra de un banco.

Lucy asiente en silencio, apenas un leve movimiento de barbilla. Es tan tierna que en el instante siguiente decido que si Ethan no se da cuenta de la chica que tiene delante es que está ciego o es idiota. O las dos cosas.

—¡Eso es genial! —exclamo.

—Solo me va ayudar con unas fotos, nada más...

—La oportunidad perfecta, está claro —la interrumpe Ivi. Se aparta un mechón de pelo que le ha colocado el viento en la cara y gesticula hacia Lucy con una pipa todavía entre los dedos—. Piénsalo. Tú. Ethan. Fotos. Los dos solos. Si no lo enamoras cara a cara, que sea a través del objetivo de la cámara.

—Exacto —concuerdo completamente a favor con la idea.

El sonrojo de nuestra amiga sube de nivel a la vez que se atraganta con la galleta. Preocupadas, pero sin poder dejar de reír, la ayudamos a que vuelva a respirar y le tendemos la botella de agua.

El destino de la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora