Lo que más odia Selene es empezar de nuevo. Alec, por el contrario, detesta no poder hacerlo.
Cuando ella pisa el pueblo por primera vez, al instante queda claro que son demasiado distintos y, sus mundos, completamente diferentes. Sin embargo, no to...
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Nos pasamos la noche charlando hasta la madrugada. Nos instalamos los cuatro en el salón con la calefacción a tope, gruesas mantas sobre las piernas y una taza de infusión recién hecha cada uno.
Mientras las horas pasan, mis padres me cuentan su viaje hasta el pueblo, el cómo papá casi se pierde conduciendo entre las montañas de noche y lo estrecha que es la carretera en ciertos puntos de la ruta. Me preguntan sobre todo y nada a la vez, sobre lo que he estado haciendo las largas semanas en las que no nos hemos visto y sobre qué tal me están yendo las cosas.
No abordamos el cajón desastre etiquetado como "licántropos" hasta que yo no termino de ponerles al día con todo lo demás, mucho más calmada que a comienzos de tarde y con la mente más despejada pese al cansancio que me hunde los hombros.
Entonces, acurrucada contra el costado de mi madre, les cuento mi cita con Alec, la aparición de Mark y el ataque; el cómo descubrí que Jared era el hijo de Leonard y mi posterior discusión con él, sin olvidarme de Ivi ni de Adam.
Todo esto ha pasado en menos de dos días, y cuando termino siento que me duele la cabeza. Ya no sé qué más decir. Las palabras se me han acabado y yo, por algún motivo, me siento vacía por dentro. La situación se me ha ido de las manos y no sé cómo se supone que se va a solucionar todo.
Abatida, suelto un suspiro frustrado y mi madre me pasa un brazo por los hombros.
—Lo arreglaremos —promete, estrechándome contra ella—. No estás sola en esto, cariño. Tu padre y yo estamos contigo, ¿de acuerdo? Encontraremos una manera.
Mi padre, sentado en uno de los dos sillones que hay al lado del sofá, asiente y estira una mano para acariciarme un tobillo. Por una vez no hay humor en su expresión, pero sus ojos son tan amables y llenos de afecto como siempre.
—Mañana mismo iremos a hablar con Leonard y los demás para ver qué podemos hacer, ¿vale? Tú limítate a descansar y a distraerte.
Asiento, aunque no muy convencida. Con gesto ausente, acaricio los bordes de la taza donde mi manzanilla lleva fría bastante tiempo. Solo he conseguido beberme la mitad.
—No quiero perder a mis amigos —mascullo, sincerándome por primera vez desde que el mundo se puso patas arriba—. No quiero mentirles pero... ¿Y si después de todo esto ya no quieren saber nada de mí?
—Entonces no son tus amigos.
La respuesta de mi padre resulta cortante y seca, sin rastro de duda y hasta con toques de ira. Mi madre le reprende con un siseo.
—Thomas.
—¿Qué? Hablo en serio. —Me mira a los ojos—. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que nada de esto es culpa tuya. Y quiero que tú misma te lo saques de la cabeza. Las circunstancias son las que son, pero tú no tienes por qué responsabilizarte de las decisiones de los demás. ¿Lo entiendes?