Fulgor ya había crecido, ahora la joven bordeaba los dieciséis y su padre a los sesenta ya no le quedaban tantas fuerzas para seguir adelante con el reino. Pero que le quedaban años, le quedaban. Pues a pesar de su alta edad para regir, parecía un rey de veinte.
Pero la adolescente esperaba con ansias el día para sentarse en el trono de padre y reinar, pero no regir. Pues Fulgor sólo quería la fama de ser reina, lo demás no le importaba.
A Fulgor le importaba la misma nada si el pueblo no tenía que beber o de que comer, si es que ella tenía comida y agua para abastecerse le sobraba.
El egoísmo por parte de Fulgor empezó a florecer demasiado rápido y su padre lo empezó a notar, y él aunque encontrara que Fulgor era perfecta, no quería una reina egoísta para Hamerlot.
El Rey George trató de engendrar varios hijos, para educarlos a espaldas de las fauces del egoísmo. Sus intentos fueron fallidos, debido a su alta edad.
Una mañana Fulgor estaba en su habitación, leyendo. Cuando un hombre vestido de rojo apareció de la nada.
-¿ quién eres tu?- preguntó la muchacha.
Nuevamente la mente de Fulgor cedió y una voz empezó a hablar dentro de su cabeza.
Se te nota, niña tonta. Mátalo. Mátalo ya.
Fulgor paró de escuchar la voz y al levantar la vista el hombre ya no estaba.
La joven sintió algo frío en su mano, la revisó. Era un cuchillo de plata.