buscando una naranja

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Fulgor no comentó nada acerca del ataque que había tenido. No lo había hecho porque no quería preocupar a su padre sobre este nuevo enemigo.

Por primera vez nació dentro de Fulgor un sentimiento hacia el pueblo de Hamerlot, pues la muchacha no anunció su ataque, ya que, no quería despertar temor.

Olvidó todo lo sucedido, y se fue al bosque a buscar su naranja.

A las afueras del castillo, dos guardias la detuvieron y le preguntaron a dónde iba, la joven respondió que iba a buscar una naranja. Los guardias le negaron el paso.

-Soy la princesa de Hamerlot. Una parte del castillo me pertenece, déjenme pasar, ¡YA¡

Los guardias, muy serios, le dijeron

-mi princesa, el castillo está mágicamente encantado por...

-Imposible- interrumpió la muchacha-mi bosque no está encantado, bromas, charlatanes de... - la cara de la joven estaba roja-¡déjenme pasar!

La joven sin pensarlo, empujó a los guardias y corrió al bosque.

Los guardias, en cambio, no movieron ni un pelo para detener a la muchacha.


La oscuridad del bosque ceñía a Fulgor, el musgo de los árboles, que según la joven, apuntaba al sur, le daban toda su humedad a su cuerpo.

Sabía que estaba encantado, pero ella nunca había visto nada que no conociera, o que; como hacía antes, hubiera cazado.

Siguió caminado, hasta que encontró en su camino, un naranjo con sus frutos bien maduros y frescos, como para hacer un zumo.

Agarró una, y se fue nuevamente al castillo.

Nuevamente, una personilla la atacó, esta vez mucho mas fuerte y sin pensarlo, pues dos grandes uñas (o garras) le rasguñaron la cara.

La princesa de Hamerlot gritó, el ente se esfumó. Pero no llegó nadie al lugar donde Fulgor había sido atacada.

Reina de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora