Capítulo 7: Debut

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—Perdóneme padre porqué he pecado. —

Susurró Tokunosuke mientras asistia al rito religioso que era la confesión; luciendo un simple velo, y ropas que no eran adecuadas para que su Señorita pudiera verlo.

—Sin pecado concedido. Dime niño, ¿qué es lo que te aflige? —Pronunció el padre con tono condescendiente, incrédulo al ver al niño a través de la fina rendija.

—Disculpeme padre que he pecado, y he blasfemado en contra de nuestra Diosa. —

...Bueno, eso tal vez es muy común, más si vives en las calles. Pensó el sacerdote, mientras mas miraba al niño a su lado, encerrado en esa pequeña caja de madera que se hacía llamar confesionario.

—Sí te arrepientes de corazón, estoy seguro nuestra Diosa comprendera. —

—Ja. —El niño comenzó a reír apenas suavemente, con un tono que... No hizo mas que causarle escalofríos al joven sacerdote.

¿Qué le pasa a este niño? Se preguntó, más continuando con su trabajo, intento verse confiable y apacible.

—¿Hay algo que sea gracioso hijo mío?—

Tokunosuke detuvo su burla, y negando con suavidad para evitar que cayera su velo, susurró.

—¿Acaso el padre es creyente firme de la misericordia de la Diosa que gobierna el Imperio? —

¿A qué venía eso? Dudar de sí mismo, es dudar de su fe. Mm. Algo no le gustaba de este niño.

—La Diosa Ena es un ser piadoso y bondadoso, con un corazón tan grande que estoy seguro perdonara todos tus pecados. —

—¿Todos?

Ah. ¿Porqué la grosera insistencia?

—Sí, todos. —

¿Incluso si he matado padre?

...¿Qué? ¿Escucho bien? ¿El niño dijo "matar"?

Aquel sacerdote una vez mas se asomó por la rendija, ¿acaso ese niño había sido capaz de matar? ¿Con una complexión tan pequeña? No, no podría ser posible. Quizá tuvo una pelea, y al no haber comida en las calles, es muy fácil intimidar a otros.

—¿Has matado hijo mío? —

—Lo he hecho padre... —

—¿Te arrepientes? —

Hubo una ligera pausa, y el sacerdote considero que tal vez el niño meditaba su culpabilidad, pero contrario a sus ideas, Tokunosuke volvió a hablar, lleno de una oscura diversión.

—¿Arrepentirme? ¿Porqué debería? Ellos lastimaron a mi Señorita. —

¡¿Como dijo?!

En ese momento, el sacerdote comenzó a sudar frío. ¿Acaso ese pequeño cuerpo contenía esa maldad del mundo? Que la Diosa lo ampare.

—Hijo mío, matar es un pecado grave, y nuestra Diosa, aunque misericordiosa, también es justa con sus castigos. —

—Pero, padre, ¿es pecado cuando ellos fueron los que arrojaron la primera piedra? —

¡Villano Por Favor, No Mueras! [Keyshipping] [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora